Jorge Mangeri y policias - Télam

Juliana Mendoza – Cosecha Roja.-

-No estoy bien, la verdad es que en este momento me gustaría estar en el medio de un monte, en Chaco o Corrientes, dijo Jorge Mangeri

-¿Pero vos tenés algo que ver?, preguntó Cecilio Saettone, el primo policía.

-No, ¿pero si tuviera?

-Te meto preso.

Saettone es ancho de cuerpo, se está quedando pelado y tiene la voz grave. Hace 33 años que es policía bonaerense pero, cuando Mangeri se acercó a pedirle ayuda, no le preguntó quién lo amenazó. Tampoco fue a declarar, como se lo aconsejaron los superiores, hasta el 28 de junio, trece días después de que la fiscalía había detenido al encargado. Esta mañana contó durante tres horas, ante el tribunal que juzga el crimen de Ángeles Rawson, por qué Mangeri lo fue a buscar. Por las contradicciones en el testimonio y por las pruebas que habían encontrado en los celulares el fiscal pidió la detención urgente de Saettone: lo acusó de colaborar en el encubrimiento pero los jueces lo rechazaron.

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“Casi no podía ver la tele o los diarios”, dijo Cecilio. Se enteró de la desaparición de Ángeles -pero no de la muerte- “uno o dos días” antes del 14 de junio. Ese viernes, Mangeri visitó al primo de la mujer para pedirle un consejo. El policía lo pasó a buscar en su camioneta y charlaron durante 20 minutos. Hacía cuatro años que no se veían y el policía no lo notó en buen estado: cuando el encargado le dijo que tenía un problema, pensó que se estaba separando de su prima. Pero la reunión fue por otro tema: “¿Viste el caso Ángeles? Yo soy el portero. Te vengo a ver porque me siento amenazado”.

El policía le dijo que fuera a declarar, que “confíe en la justicia” y denuncie a los que lo amenazaron. “No lo vi con ganas de escaparse”, dijo. Mangeri no quería dar su testimonio por miedo a que le plantaran una evidencia falsa: “Me pueden meter una ropa interior u otra cosa. Me van a hacer un perejil”. En ese breve encuentro, el primo de Diana dijo que al encargado se le cayeron unas lágrimas cuando recordaba a la adolescente: “Era un angelito, tomaba el té con mis sobrinos”.

-¿Qué sabía del caso Ángeles?, preguntó Pablo Lanusse, el abogado querellante.

-No mucho, no seguí el caso.

-¿Pero usted sabía el viernes 14 que la adolescente estaba muerta?

-No, no sabía, me enteré por Jorge.

El sábado 15 a la madrugada Diana lo llamó para contarle que a Mangeri lo habían detenido. Más tarde, cuando estaba en el trabajo, Cecilio le comentó a sus jefes lo que había pasado. Ellos le aconsejaron que fuera “urgente” a declarar. El policía dijo que se acercó a la fiscalía a las 16 pero que ya no había nadie. Al día siguiente, fue directo a Tribunales para “explicar lo que había pasado con Jorge”. El fiscal Fiszer lo deschavó: la declaración fue el 28 de junio, trece días después.

-Mi situación no era buena, no recuerdo bien. Me acababa de separar, trató de excusarse.

-Pero usted se separó en octubre de 2012. ¿Seguía sin estar bien en junio?, preguntó el fiscal Julio César Castro.

-Sí.

El policía dijo que después de ir a declarar, se apartó del caso: “No me comuniqué con Diana ni con nadie”.

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El fiscal Fiszer fue el que presentó el pedido de imputación y detención urgente. Consideraron que Mangeri y Saettone hicieron desaparecer el cuaderno de comunicaciones de la adolescente -lo encontró un barrendero en la avenida General Paz el miércoles a la madrugada- y buscaron disimular las lesiones del encargado. La prueba de la acusación fue el rastro de sus celulares: el acusado había ido a buscar a la esposa a la casa de los suegros en El Talar, Tigre, el lunes 10 a la noche. La ubicación coincidía con la del primo policía, que estaba cerca de General Paz y avenida Constituyentes.

El Tribunal rechazó el pedido porque dijo que su función no era investigadora, pero la denuncia se llevará a otra cámara. Si se confirmara, Saettone enfrentaría una condena por encubrimiento agravado -por ser funcionario público y por el tipo de acusación contra Mangeri- por falso testimonio.

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Adrián Tenca, el abogado defensor, y Mangeri hablaban y se reían en la sala antes de que empezara la audiencia. Diana, que declaró como testigo el miércoles pasado, se sentó cerca de su esposo para acompañarlo. También estaba la familia Rawson: María Elena Aduriz, Franklin Rawson y su hijo Juan Cruz. El debate duró más de cinco horas. Además del policía, declararon ante el tribunal Carlos Daniel Altinier, encargado de Ravignani 2330 y amigo del acusado, y  Humberto Di Paolo, dueño de la peluquería de Ravignani y Paraguay.

Altinier es vecino del edificio de Mangeri. En la audiencia contó que su amigo era “una persona normal, que jugaba con su hijo”. Varias veces fue a comer a su casa y conocía a las hermanas de Diana, aunque no a Cecilio. Según él, el lunes 10 Mangeri no tenía “ningún raspón en la cara”. “No hablamos con los otros encargados de la desaparición, yo ni sabía que había un Ceamse en José León Suárez”, dijo Altinier. No recordaba si Mangeri había sacado la basura ese día, tampoco de qué habían conversado. Nada le pareció extraño la semana en la que desapareció Ángeles. Pero recibió varios llamados del acusado: Mangeri lo llamó desde un teléfono público el jueves y el viernes. Cuando terminó la audiencia, Altinier se acercó a la familia Rawson y abrazó a la mamá de Ángeles.

Di Paolo, el peluquero, contó que abre su local a las 8 en punto todos los días. Ese lunes 10 no vio a Ángeles, pero estuvo con Mangeri y charlaron entre las 17 y 17.30. El encargado solía entrar a la peluquería porque hacía muchos arreglos en el local. El viernes 14 a las 10.30, Mangeri lo llamó para darle un papel para una propietaria de su edificio. El peluquero le preguntó por qué no se lo llevaba él mismo: “No, porque me amenazaron”. Di Paolo sabía que había dado parte de enfermo: “Yo pensé que no quería que lo vieran dando vueltas”.

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Ángeles Rawson desapareció el 10 de junio de 2013. Un día después los encargados de separar la basura en el CEAMSE encontraron el cadáver: tenía el torso desnudo, la ropa rasgada, dos vueltas de hilo sisal enrollado en el cuello y la cabeza cubierta con una bolsa. Las pericias determinaron que murió aplastada dentro de un camión compactador. El juicio pasó a un cuarto intermedio hasta el próximo miércoles.

Foto: Télam