mor5

Cosecha Roja. – Morel Rodríguez no iba solo en su camioneta Cherokee. Ese día dos hijos y un sobrino, todos de menos de 11 años, lo habían acompañado al polideportivo de Villa Domínico donde entrena el plantel de Independiente.

El lateral paraguayo iba camino a su casa cuando lo detuvo un control policial. Eso es lo que se sabe ahora: que esos dos hombres de civil eran policías. “Él frenó y bajo el vidrio pero la situación le generó temor y eso lo motivó a irse del lugar”, explicó el abogado Gustavo Mayo.

No es difícil de creer. A Morel lo paran dos tipos cualquiera, jeans y camisa. En el asiento de atrás van sus 2 hijos y un sobrino. La situación le parece sospechosa y acelera. Lo que sigue es una persecución cinematográfica: la Cherokee avanzando 30 cuadras a través de Sarandi; no se detiene hasta que choca con un auto parado en el semáforo de Galicia y Rivadavia, en Valentín Alsina.

Dice Mayo: “En ese momento, él se bajó del auto para proteger a los tres chicos. Ahí fue cuando le dispararon con balas de goma y lo lastimaron en el tobillo”. Aunque varios vecinos de la zona afirman que cuando Morel Rodríguez detuvo su marcha no se bajó solo de la camioneta. Dicen que la policía lo bajo a las trompadas después de disparar –el relato habla de balas de gomas ¿Cómo podría saberlo?- varias veces contra su camioneta. Rodríguez pasó 9 horas demorado en la Comisaría Nº4 de Sarandí por resistencia a la autoridad. Al momento de ser liberado tenía 3 disparos de bala de goma en el tobillo, heridas en su rostro y varios golpes en las costillas.

“Morel Rodríguez no es ningún loquito que se escapa de la policía”, agregó Mayo que dijo que el jugador prefiere tomar esto como un mal trance. Por el confuso episodio los uniformados fueron desafectados hasta que una investigación interna determine su responsabilidad en el hecho.

“Es muy lamentable lo que le pasó. Estuvo cinco horas acá sin comer. Yo hubiera hecho lo mismo que él si me paran sin uniforme”, dijo Javier Cantero, presidente de Independiente, a la prensa desde la puerta de la comisaría.

Algo similar pasó con Fernando Carrera, justo hace ocho años atrás. En aquella ocasión, los policías abrieron fuego, le dieron nueve disparos, murieron tres personas inocentes y Carrera fue condenado a treinta años de prisión, hasta que la Corte Suprema ordenó liberarlo.

Entre el caso Carrera y el de Morel Rodríguez los puntos de contacto son sospechosamente similares. Salvo que, por un golpe de suerte, no hay que lamentar otra tragedia absurda.