Por Laureano Barrera – Cosecha Roja

Ivonne Vásquez tenía dos grandes pasiones. La primera, contar el mundo desde un teclado, la había ejercido durante cinco años y medio en casi todas las secciones de un periódico de su ciudad natal, San Salvador, y hacía apenas días que había decidido dejarla. Atrás habían quedado aquellas cuatro publicaciones especiales -impresas y en video- sobre la calidad del agua en el Río Lempa, que recorre Guatemala, Honduras y El Salvador, producidas en el Taller de Ciencia y Medio Ambiente de la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano, a principios de 2011 en Panamá. El llamado de una productora amiga suya la precipitó hacia la segunda: el mundo audiovisual. “Ondina Morales me contactó con Mario Araya, productor del documental ‘Maras, Ninis y Malandros: una guerra no oficial’, que estaba buscando una productora local para El Salvador, porque él y la directora, Erika Bagnarello, sólo estarían en el país tres días y debían aprovechar bien el tiempo”, cuenta en esta entrevista exclusiva para Cosecha Roja. San Salvador, Caracas y Ciudad Juárez, son los centros neurálgicos que los documentalistas eligieron para reflejar cómo la venta legal e ilegal de armas, uno de los negocios más fabulosos de los dueños del mundo, guarda una relación directa con la explosión de la violencia urbana.

Aceptó sin pensarlo dos veces y se dispuso a la faena con fruición: levantó teléfonos, tocó a todos sus contactos, disparó decenas de correos, hizo estallar su Facebook. En 72 horas entrevistaron periodistas, autoridades gubernamentales, pandilleros activos y conversos, víctimas, expertos en el tema y organizaciones no gubernamentales, y capturaron con sus cámaras, no sin riesgos, las postales que dibujan el drama. Después de hacerlo, Ivonne asegura que en los enclaves más violentos del continente, comprar un arma “es más fácil que un bote de leche”. En esta entrevista cuenta por qué.

-¿Qué se proponían reflejar cuando comenzaron el documental y qué balance hacen del trabajo terminado?

Cuanto menos en el tramo de El Salvador, que es la que produje a nivel local y por la que puedo hablar, queríamos reflejar cuán fácil era conseguir un arma y cómo la falta de leyes o la debilidad de las mismas potenciaba su distribución de manera legal o ilegal. Ese aumento de civiles armados, no sólo se refleja en los niveles de violencia y de delincuencia, incrementa en forma alarmante el número de muertes diarias por armas de fuego. El proceso de entrevistas fue desgarrador, muy desalentador. No sólo corroboramos que éramos uno de los países más violentos de Latinoamérica; nos dimos cuenta que aquí comprar un arma es más fácil que comprar un bote de leche, y que las pandillas podían obtener todo tipo de armamento en un chasquido de dedos. Son muchos años en los que los gobiernos han hecho muy poco para acabar con esta problemática, por cuidar sus intereses económicos: ya que es sabido que varios políticos del país son los mismos dueños de las compañías que las distribuyen o de aquellas que se encargan de brindar “seguridad”.

-¿Cumplieron sus objetivos?

Sí, creo que sí. Reflejamos la realidad que se vive en Latinoamerica, mostrando desde San Salvador, Ciudad Juárez y Caracas que el aumento de la violencia en las tres ciudades está interrelacionada con la venta legal e ilegal de armas y la falta de un gobierno que vele por los intereses de la sociedad.

-Teniendo en cuenta el tema y los intereses que toca, ¿tuvieron algún problema durante el rodaje?

Uno de mis mayores retos fue conseguir que una víctima diera su testimonio, porque la mayoría de mis contactos no se atrevían a hacerlo por miedo a represalias. También fue un tanto complicado grabar algunas tomas en el centro de San Salvador y realizar algunas entrevistas a altas horas de la noche, creo que te imaginarás por qué… Por lo demás, la filmación se complicó un poco porque coincidió con la emergencia por lluvias que cayeron en El Salvador en octubre, y tuvimos que modificar a última hora el plan que había elaborado durante semanas, sin perder de vista que los elementos esenciales para realizar el documental no podían faltar.

¿Entrevistaron pandilleros en El Salvador? ¿Cómo ves esa juventud inmersa en la violencia?

Sí, entrevistamos a pandilleros, ex pandilleros y jóvenes que estuvieron a punto de entrar en una clica. Algunas de estas entrevistas se consiguieron con la intervención de Hommies Unidos y Fundasalva, así como de otras instituciones que no mencionaré por cuestiones de seguridad. Enfrentarse a cada uno de estos testimonios fue un reto para el equipo, porque en cada relato la violencia estaba presente y para ellos era una forma de vida, lo veían muy normal. Me sorprendió lo jóvenes que deciden entrar: el testimonio más desgarrador fue sin dudas el de un menor de edad que tuvo que matar a quema ropa a su primo de 5 ó 6 años, no recuerdo muy bien la edad, pero cuando le preguntamos cómo había conseguido el arma nos dijo que la pandilla se la había dado y que para ellos no era difícil de obtenerla. Hoy los pandilleros ya no se tatúan, y entrar joven a una clica puede exonerarlos de ser juzgados de manera severa por el Estado. Así que el que ingresen muy jovencitos se ha convertido en una estrategia, y para no ser tachados por la sociedad o identificados por la policía los tatuajes han comenzado a desaparecer de sus elementos representativos. La “construcción del pandillero” está cambiando.

-Si tuvieras que calificarlo, ¿En qué puesto de los grandes problemas que sufren los pueblos latinoamericanos rankiarías al tráfico de armas?

Para mí, después de la pobreza y desigualdad social, la violencia es uno de los problemas más grandes que aquejan a Latinoamérica, y esta violencia tiene una relación estrecha con el tráfico de armas.

-¿Qué te sorprendió más del negocio a medida que fuiste indagando el tema?

La forma en que las pandillas se hacen con las armas y se deshacen de ellas. En algunos casos, las armas se registran y luego se declaran perdidas: es ahí cuando son vendidas al mejor postor, que las utiliza para cometer todo tipo de crímenes. Luego, las dejan tiradas o las “pierden” y la policía no puede seguirles la pista, porque legalmente fueron reportadas como perdidas o robadas. Así, todo queda en la impunidad.

-¿Cuáles son las acciones estatales, locales o internacionales, que se implementan para palear el drama?

El gobierno habla de que se están fortaleciendo y mejorando las leyes, la policía dice que está implementando un mayor control de la distribución ilegal de las armas, pero la realidad no ha cambiado en los últimos años. Al contrario, la cifra de muertos ha ido aumentando. Por eso, creo que necesitamos algo más que discursos y promesas, necesitamos voluntad política por parte del Estado para dar solución a la problemática.

-¿Cuándo se estrenará, y dónde?

Aún estamos a la espera de una fecha concreta, pero su estreno seguro será en Costa Rica.

-¿Qué va a dejarles el documental a los espectadores cuando aparezcan los créditos?

Creo que este documental demostrará que portar un arma no es sinónimo de seguridad, ni contribuye a disminuir los niveles de violencia que se viven a diario en Latinoamérica, sólo los aumentan. Además, les mostrará a los gobiernos que la diversa gama de delitos que existen a diario pueden asociarse a factores estructurales como la desigualdad social, la pésima distribución del ingreso, la cultura de la guerra y la pauperización de los valores sociales.

Foto e imagen: Ivonne Vásquez y partidoverde.org.mx


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