feminicidiosinaloa

Daniela Rea y Lydiette Carrión.- 

El cuerpo de Karen fue encontrado semidesnudo en la habitación 47 del hotel Clavería. Su ropa quedó atascada en la taza de baño, quizá para impedirle escapar y pedir auxilio. Un video la muestra llegando a la recepción del hotel con Mario. Él paga. Una hora después, él se va.

Estas son las pruebas objetivas del asesinato de Karen, de 20 años, estudiante universitaria, deportista e hija de familia trabajadora de Tacuba. La verdad legal es, en cambio, la declaración de su asesino: Mario Gabriel Enríquez Pérez, quien dijo que eran amantes, que esa noche Karen le propuso ir al hotel y ella pagó, que mientras tenían relaciones sexuales ella lo amenazaba con decirle a su pareja formal y él, debido a un estado de emoción violenta, la asfixió. Pese a los indicios de violencia de género, el asesinato de Karen es considerado un homicidio calificado, no un feminicidio.

El cuerpo de Mariana estaba recostado en la cama de su habitación, rígido, con rasguños  en el cuello, la frente y moretones en las piernas. Su pelo revuelto había sido lavado y secado.

Al cuerpo de Gaby lo descubrieron unos jardineros en un parque público, estaba descompuesto y con signos de violación sexual: habría sido carcomido por animales de rapiña debido al tiempo que pasó en la intemperie.

El cuerpo de Eva Cecilia se hallaba bajo un puente peatonal, con la ropa que llevaba puesta su último día con vida, sucia con tierra y hierbas del lugar. Permaneció ahí varios días, expuesto, sin que nadie se conmoviera de esa adolescente, salvo un pepenador, que tuvo que dar aviso a las autoridades en dos ocasiones porque en la primera nadie hizo caso.

Los restos de Bárbara fueron localizados en el terreno de una casa en obra negra,  cubiertos con bolsas negras. Ya no había cuerpo, apenas un esqueleto envuelto con cinta adhesiva y algunos cabellos.

Cada día casi siete mujeres son asesinadas en México. Porque quien las tuvo entre sus manos por última vez las consideró un objeto, porque quien las mató creyó hacerle un bien a la sociedad al sentir que ellas rompían el orden social de dominación, porque sabía que muy probablemente no sería castigado. Las matan por el hecho de querer construirse como mujeres.

 

Leyes Tardías

Hace apenas dos décadas comenzó a reconocerse que existía una violencia específica contra la mujer, y las mujeres, a batallar por erradicarla.

La discusión a nivel mundial y las legislaciones al respecto arrancaron en los noventa, justo cuando en México se comenzaba a alertar de los asesinatos en Ciudad Juárez. Durante más de una década las madres, hermanas y activistas de las muertas gritaron al resto del país el hallazgo de cuerpos de mujeres jóvenes que antes de ser asesinadas habían sido violadas o mutiladas. Advirtieron que podría estar ocurriendo en muchos lugares, pero la sociedad no lo creyó.

“En 1993 Esther Chávez Cano fue la primera en denunciar la aparición de cadáveres de mujeres y diversas organizaciones de Chihuahua nos sumamos para hacerlo visible. Lo advertimos. Ahora vemos con horror cómo a lo largo del país van desapareciendo mujeres y apareciendo sus cuerpos heridos, lastimados”, señala Alma Gómez, del Centro de Derechos Humanos de las Mujeres (CEDEHM).

Las movilizaciones en Juárez y en el resto del país se tradujeron en ley recién en 2007.

Ha pasado menos de una década desde entonces y, pese a un avance en el reconocimiento legal, las pocas cifras que existen parecen indicar que los asesinatos de mujeres no disminuyen. Por el contrario se esparcen y en algunas zonas repuntan. Muchos, sin embargo, lo atribuyen a la violencia generalizada derivada de la guerra contra el crimen organizado más que a un problema de género. Y es que aquí también se matan hombres.

El Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) publicó el estudio “Feminicidio en México, aproximación, tendencias y cambios 1985-2009” –que no ha vuelto a actualizar-, donde advierte que en 2005 1297 mujeres fueron asesinadas. Esto es una tasa de 2,46 por cada 100 mil mujeres vivas. Cuatro años después la cifra aumentó en un 30 por ciento para llegar a 1858 y la tasa nacional subió a 3,4.  En el mismo periodo la tasa de homicidios de hombres se duplicó al pasar de 16,92 a 32,47.

¿Por qué hablar del feminicidio si también los hombres son asesinados? Es cierto, se matan hombres y mujeres, pero las formas y razones de morir son distintas.

El mismo estudio de Inmujeres señala que la mayoría de los hombres muere por un disparo, en dos de cada tres casos. Las mujeres, en cambio, mueren de muchas y más brutales formas: mueren estranguladas, ahorcadas, sofocadas, ahogadas. Mueren apuñaladas o golpeadas hasta que sus huesos se quiebran. Mueren envenenadas o quemadas hasta que el humo que respiran aún en vida las asfixia. ¿Cuánta fuerza, cuánto odio hay de por medio en el asesinato de una mujer?

 

Una radiografía incompleta

Se habla de que casi siete mujeres al día son asesinadas en México. Pero ni siquiera podemos tener certeza de las cifras. Para las académicas y activistas que han estudiado las razones del feminicidio el crimen germina ahí, en el desinterés de reconocer que  existe. Y echa raíces en una sociedad indiferente, porque algo en su conciencia le hace creer que es normal, que las mujeres pueden ser matadas porque pertenecen a alguien, porque no tienen valor por sí mismas y si lo tienen es sólo como objeto o mercancía.

La Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia ordena a los estados a registrar los feminicidios. Pero no todos los cuantifican y los que lo hacen suelen minimizar las condiciones de su muerte y clasificarlas bajo otro rubro, como homicidio simple, acusa María de la Luz Estrada, del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio.

El Informe del Inmujeres señala que entre 1985 y 2009 murieron asesinadas 34.176  mujeres, cuatro por día. Luego, a finales del año pasado el coordinador de asuntos jurídicos de la institución declaró que diariamente se cometen 6,5 asesinatos de mujeres, sin detallar más información.

Datos del INEGI (Instituto Nacional de Estadística y Geografía) reflejan esa tendencia a la alza a partir de 2007. En ese año el 9,6 por ciento de las muertes violentas eran asesinatos, para 2010 era del 18,9 por ciento y en 2012 un 20,6 por ciento. Los estados con mayor porcentaje son Guerrero (39 por ciento), Chihuahua (36), Tamaulipas (35) y Nuevo León (29).

En el caso de los hombres la tendencia de incremento se mantuvo entre 2007 y 2011, pero permaneció estable en 2012.

Ante la falta de información oficial confiable el Observatorio comenzó a reclamarla a cada procuraduría pero sólo ocho estados –Estado de México, Tamaulipas, Sinaloa, Jalisco, Nuevo León, Distrito Federal, Oaxaca y Sonora- respondieron con suficientes datos para hacer una radiografía del fenómeno.

Estas entidades sumaron 1235 presuntos feminicidios entre enero de 2010 y junio de 2011, la última cifra actualizada y documentada en el Informe sobre el Feminicidio en México, elaborado por la organización civil.

La fotografía de las víctimas es ésta: el 49 por ciento tenía entre 21 y 40 años, el 40 por ciento trabajaba o estudiaba y el 51 por ciento fue golpeada, quemada, asfixiada o apuñalada hasta morir, lo que refleja la violencia extrema contra ellas.

En dos de cada tres asesinatos, los verdugos tiraron a sus víctimas en lugares públicos como calles, avenidas, carreteras, parques o baldíos, o las dejaron abandonadas en hoteles. Sólo el 18 por ciento de los cuerpos quedaron en sus casas.

“Las mujeres son vistas como objetos antes y después de ser asesinadas, como objetos desechables que se puede tirar en cualquier lugar a la vista de cualquiera sin que nadie se inmute”, dice María de la Luz Estrada.

Los datos del Observatorio advierten que el 30 por ciento de las muertes ocurren en el ambiente doméstico, es decir que el agresor es una persona conocida, ya sea la pareja, un familiar o amigo. El restante 70 por ciento ocurre en el ámbito comunitario, donde la víctima no conocía a su agresor. Estos podrían ser casos de crimen organizado –trata generalmente-, o de violencia sexual no organizada (agresores que matan a las mujeres por “oportunidad”, sin razones aparentes, como “levantones” de placer).

Si se mira al país por regiones los patrones cambian y en los estados del sur la tendencia se invierte: en el 70 por ciento de los casos se trató de feminicidios en el ámbito doméstico y el resto en el comunitario.