Cosecha Roja.-

La banda festejaba su último golpe en un bar de Lavalle al 1300 . Minutos antes habían salido de una escribanía de Talcahuano al 460, donde vendieron una propiedad que no era de ellos en cientos de miles de dólares.Lo que no sabían era que estaban siendo investigados.

En un operativo simultáneo, la Policía Federal detuvo a siete personas sospechadas de vender casas de ancianos ya muertos, enfermos o internados en geriátricos. Se cree que habían recaudado más de 10 millones de dólares.

La investigación comenzó a mediados junio, cuando una persona intentó comprar una casa de la calle Puán al 350, tasada en 800 mil dólares, cuyos dueños era un matrimonio español. El propietario ya había muerto y su mujer, que vivía en San Justo, jamás había puesto en venta el inmueble.

La denuncia quedó radicada en la Fiscalía de Instrucción N° 38 a cargo de Betina Vota y su secretaria Angeles Maiorano quienes comenzaron a seguir los pasos de los estafadores hasta que una nueva víctima se presentó y los sospechosos no se quisieron perder el negocio.

Al mismo tiempo que la policía irrumpía en el bar de Lavalle, se ordenaron una serie de allanamientos en Capital Federal y el conurbano bonaerense en Ulrico Schimidl al 5600, Balcarce al 700, Nazca 20, Bolivar al 700, y en Quintana al 4100 de Villa Insuperable.

En los domicilios, vinculados a los sospechosos, se secuestraron una gran cantidad de títulos falsos, documentos adulterados, fotos carnet para utilizar en documentos de identidad, testimonios de distintas escribanías, varias computadoras y teléfonos celulares.

Los imputados también contaban con un listado de más de mil propiedades a utilizar o ya utilizadas en la misma maniobra, lo que demuestra el acceso privilegiado que tenían a la información de los dueños debido a que todos ellos tenían el mismo perfil: personas fallecidas, longevas o alojadas en un geriátrico.

Los sospechosos detenidos son tres mujeres (una de 60 años y dos de 39) y cuatro hombres (de entre 38 y 64 años). Las personas mayores del grupo utilizaban sus propias fotos en documentos adulterados para simular ser los ancianos, dueños de las casas. En las escribanías, que estarían al margen de las estafas, fingían realizarle un poder a otra persona de la banda, también con documentación falsa.

Con el poder notarial en mano, y en otra escribanía, las víctimas no sospechaban nada y pagaban grandes cifras de dinero. Pero el flamante nuevo dueño se daba cuenta de la estafa cuando intentaba tomar posesión de la vivienda.