judiciales.uy.com y Renzo Rosello. El País.-

La secta Ho Li Tao no sólo se quedaba con los bienes de quienes caían en sus redes, sino que además, aislaban socialmente a los integrantes del grupo, los obligaba a cambiar su apariencia personal, les prohibían tener hijos y sólo podían comer algun tipo de alimentos

El auto de procesamiento de la jueza penal Adriana Navarro, de San Carlos, que el sábado procesó a tres integrantes de la secta Ho Li Tao ( tras allanar una chacra en San Carlos, Maldonado) por “un delito continuado de violencia privada” señala que de todos los testimonios recogidos se desprende que se trataba de aislar (“desapegar”) a los llamados “guerreros” de su familia, de su núcleo social, se les indicaba que cambiaran su nombre, que no tuvieran hijos, que comieran solo algún tipo de comida prohibiendo otras, que cambiaran su apariencia personal denotándose un manejo y/o manipulación de la debilidad de las personas por quienes inicialmente fueron sus terapeutas y aprovecharon la necesidad y fragilidad sicológica y emocional de las mismas.

La Magistrada también notó como elemento común la estrategia de aislar socialmente a los integrantes del grupo, inoculando una suerte de desprendimiento de lo humano, “ir hacia la libertad, ir hacia lo inhumano, propendiendo e incitando al desprendimiento de los bienes materiales.”

Los procesados por la justicia fueron el psicólogo JLXR, de 56 años, calidad de autor y las mujeres EP y FC como coautoras (una es la actual esposa y la otra la ex)

El grupo denominado HO LI TAO cual fue fundado en el año 1993 por el Sr. X. y su Sra. D.C. quienes ambos son sicólogos de profesión.

En un comienzo el grupo denominado “Guerreros de Ho Li Tao” funcionó en una iglesia en la calle Juan de Dios Peza entre Av. Italia y 8 de Octubre en la ciudad de Montevideo, luego en la Ciudad Vieja y en el año 2000 comenzaron a construir lo que el grupo denominó “Doyo” en la ciudad de El Pinar en la calle Circunvalación casi Madrid.

Para la construcción del “Doyo” (el cual era un gimnasio donde se efectivizaban los encuentros grupales) todos los integrantes del grupo pagaron una cuota por mes.

El psicólogo J.L.X. intentó argumentar que tan solo prometía la libertad a sus seguidores. Pero los testimonios de estos revelaron que en la secta Ho Li Tao se vivía exactamente lo contrario. El profesional, su esposa y otra terapeuta fueron a prisión.

“Soy mediocre”. La mujer, que el fallo judicial solo identifica por las iniciales E.R., escribió obediente la frase en un pizarrón. Era su primera consulta con el psicólogo J.L.X. y la mujer dijo que se había sentido muy mal después de cumplir la orden.

Y así, peldaño a peldaño, E.R. fue bajando a su propio infierno guiada por el psicólogo y luego su esposa, de la misma profesión. Fue arrancada de su hogar, le quitaron el dinero que heredó de su madre, y de ese modo comenzó a ser despojada de todo lo que tenía hasta entonces. El testimonio de esta mujer y otras tres personas que declararon reveló el lado más oscuro de las sectas.

“De todos los testimonios recogidos en estas actuaciones se desprende que: se trataba de aislar (“despegar”) a los llamados “guerreros” de su familia, de su núcleo social, se les indicaba que cambiaran su nombre, que no tuvieran hijos, que comieran solo algún tipo de comida prohibiendo otras, que cambiaran su apariencia personal denotándose a juicio de la suscrita un manejo y/o manipulación de la debilidad de las personas por quienes fueron inicialmente sus terapeutas y aprovecharon la necesidad y fragilidad psicológica y emocional de las mismas”, describe y resume el fallo dictado por la magistrada.

“autómata”. Y así comienza la historia de E.R., quien contó que al decirle al psicólogo que vivía con su madre y estaba a punto de cumplir los 50 años, este le dijo que tenía que irse a vivir sola. Y así lo hizo, por consejo del profesional, y se fue a vivir con una amiga en una vivienda de Parque del Plata. De manera algo confusa y deshilvanada la mujer cuenta que poco tiempo después, cuando su hermana vende la casa familiar, hereda la suma de 20.000 dólares. Esa suma termina entregándosela a la esposa de J.L.X., identificada con las iniciales D.C. y también procesada por el delito de violencia privada, “creo que yo me quedé con 1.500 dólares y ellos se quedaron con el resto”, relata. La mujer reconoce que “en esa época yo estaba automatizada”.

En ese momento le dicen que irá a vivir en comunidad y que comenzará a preparar su camino “a la libertad”. De ese modo termina viviendo en un campo ubicado sobre la Ruta 39, en el departamento de Maldonado, donde los testimonios señalan que los seguidores vivían en condiciones de absoluta esclavitud. “Esa noche llegué, me dijeron que me cortara el pelo”, contó y agregó que además cambió su número de celular y se le advirtió que no podía decirle a nadie dónde estaba. Como parte de su “iniciación” fue obligada a realizar un ayuno durante diez días y a dormir a la intemperie toda la noche.

Al poco tiempo de vivir allí la mujer notó que tenía un bulto en un seno; ni el psicólogo, ni su esposa o la “maestra” que la supervisaban le dieron importancia. En cambio la llevaron hasta una homeopatía en Maldonado, que le recetó unas gotas. Pero el medicamento homeopático no surtía ningún efecto y el bulto continuó creciendo. Cuando finalmente le permitieron ir a una consulta médica dos años después una mamografía reveló que tenía un tumor y que debía operarse de urgencia. Eso ocurrió el 5 de junio de 2011.

Otra mujer relató una experiencia similar, le quitaron una finca que había heredado en el balneario Las Toscas y terminó viviendo confinada. “Siempre fue un manejo sutil, yo estuve 10 años sin televisión, no comíamos carne ni azúcar, eso era categórico, se quiso quedar con todo lo nuestro, para mí íbamos a terminar muriendo cada uno en el campo”, relató M.A.C.

“Él nos manejó siempre con el miedo”, concluyó la mujer luego de relatar sus peripecias.

En uno de los predios que el líder de la secta hizo construir como “doyo” se realizaban las actividades del grupo: meditación, artes marciales, y actividades recreativas como fumar marihuana en grupo. Pero lo que más ansiedad provocaba en los seguidores era la “partida camino a la libertad” de alguno de los integrantes del grupo. “Hay conmoción en el grupo, estuvimos dos años procesando la idea que había un ser que se había ido a la libertad”, relató otro testigo.

FALLO Y PERICIAS. La suma de testimonios fue contrastada con las declaraciones de los propios imputados.

“Si bien admitieron algunos hechos, no aceptaron la totalidad de los que se les imputan brindando una explicación pretendidamente exculpatoria que no resulta mínimamente verosímil”, sostiene la jueza Adriana Navarro.

La magistrada fernandina, además de enviar a prisión a J.L.X., su esposa D.C. y otra colaboradora de los terapeutas, L.P., por un delito continuado de violencia privada, pidió pericias psiquiátricas y psicológicas tanto para los tres acusados como para las víctimas que prestaron testimonio.

Testigo. “Él nos manejó siempre con el miedo”, contó una seguidora.

Entró como paciente: era obligada a desnudarse y a beber su orina

Una expaciente de 36 años relató que conoció a J.L.X. cuando era una joven de 18 o 19 años: “Desde el primer encuentro en el consultorio en mi hora de terapia en la calle Rodó y para esperarla (a la esposa del psicólogo) me hizo sacarme la ropa, desde el primer momento porque la ropa significaba algo oscuro, patético, era como mala palabra, yo tenía que sacarme mis ropas humanas y esperarla desde el alma”, contó P.M. Tras quitarse la ropa entró el psicólogo al consultorio “era una situación incómoda”, recuerda. Luego lo hizo la esposa del psicólogo, también terapeuta, quien se sentó a su lado. Luego J.L.X. les iba dando directivas de cómo tocarse o practicar actitudes lésbicas. “Me decía que con mi grado de represión no podía ni ir a la esquina, que tenía que vencer los límites para probar que era guerrera…”, relató la mujer. El término “guerrero” es aplicado a los seguidores de la secta Ho Li Tao. La mujer contó que, además de ser persuadida de practicar el sexo durante las sesiones, fue obligada a seguir “orinoterapia”, razón por la cual consumía su propia orina durante varios años. “Porque él me dijo que era bueno”, contó la mujer, “la primera vez que la tomé hicimos pis en el consultorio en un vaso de plástico y la tuvimos que tomar yo y L. (…) después yo seguí así todos los días de mi vida hasta el 2010”, contó la mujer. Había iniciado la terapia en 1996, aclara el propio fallo judicial.