Cosecha Roja.-

La causa por el asesinato de la niña Candela Sol Rodriguez se quedó sin detenidos. El caso del que habló hasta Ricky Martin comenzó por desnudar una trama de corrupción policial, judicial y política: una investigación orientada a ocultar el rol de los narcos y la Policía Bonaerense en el crimen. Ahora la Cámara Penal decidió liberar a los ocho imputados, apartar del caso al juez Alfredo Meade y evaluar la actuación del fiscal Marcelo Tavolaro.

“Al momento de imputarle el hecho a los detenidos, la argumentación del fiscal fue poco clara, y no tenían en claro de que cargos se tenían que defender. El rol que se le adjudicaba a cada uno en la causa no estaba definido”, contó a Cosecha Roja Sergio Doutres, el abogado de Héctor Moreira, uno de los acusados.

A las diez de la mañana, Carola Labrador estaba en una reunión en la escuela de su hijo. En la pantalla de un televisor, un periodista anunciaba que la Sala Tercera de la Cámara Penal de Morón había declarado nula la causa por la muerte de su hija de 11 años, Candela Sol Rodríguez. Carola se levantó de la silla y se fue a su casa convencida de que los tribunales “se habían lavado las manos como Poncio Pilatos”.

A esa misma hora, Héctor Horacio “Topo” Moreira -hasta ese momento señalado como autor intelectual del caso- miraba el noticiero en su celda. El juez de la causa, Alfredo Meade, cerraba la puerta de su auto en los Tribunales de Morón cuando la secretaria de la sala III de la Cámara Penal Luciana Viñolo le dijo que se preparara porque en el transcurso del día tendría novedades del caso Candela. Meade intuyó el peor desenlace: minutos más tarde lo confirmaría cuando lo llamaron desde un canal de televisión.

Hasta el duro fallo de los camaristas la hipótesis de la causa estaba centrada en una “venganza no convencional” de la que desconocían los motivos. De forma sistemática la justicia ignoró todos los indicios y testimonios que vinculaban el secuestro de la niña a una venganza narco con participación policial.

El entramado que la Cámara Penal desarticuló tiene varios protagonistas: un abogado de casos resonantes y vinculado al poder, un jefe policial experto en desviar casos problemáticos para la Policía Bonaerense, un fiscal apodado Bobby, un policía hábil para pinchar teléfonos, un buchón de la policía y un fiscal general que soñaba con salir en los medios en una foto triunfal con el gobernador Scioli.

Uno de los hombres más enigmáticos de la trama es Marcelo “Chivo” Chebriau, Jefe de la DDI de La Matanza. Antes de jugar un rol fundamental en la causa Candela, investigó la desaparición del joven Luciano Arruga en un comisaría que se dedicaba a captar jóvenes para robos a mano armada. Allí a Chebriau se lo acusó de borrar pruebas y proteger a sus subalternos. El cuerpo de Luciano nunca apareció. Otro punto oscuro en su carrera fue la búsqueda de los Pomar, la familia que estuvo desaparecida 24 días. Se barajaron las hipótesis más disparatadas, pero se habían accidentado y los encontraron muertos dentro de su Fiat Weekend al costado de la ruta 31.

Dos abogados y un ex comisario de la Bonaerense coinciden en que el Chivo es lo más parecido a un monje negro: trabaja en casos delicados para la fuerza, pero siempre desde las sombras. Cuando encontraron el cuerpo de Candela en un descampado de Hurlingham Chebriau merodeaba la zona vestido de civil.

“En este caso puntual manejó los hilos, organizó la estrategia y planificó cada acción. Creyó que lograría un ascenso en la Policía Bonaerense. Es un tipo temido por sus subalternos y por los detenidos”, dijo a Cosecha Roja un ex comisario de la Bonaerense.

Pese a esta foja de servicios, llena de fracasos y sospechas, Chebriau sigue al frente de una de las Divisiones de Investigación más importantes del Conurbano bonaerense: La Matanza.

Burlando
También jugó un rol clave el abogado mediático Fernando Burlando, que representa a Carola Labrador y que ha sido uno de los principales aduladores de la investigación y estaba de acuerdo con las medidas que se tomaron para encerrar a los ocho presos ahora liberados. Siete fuentes ligadas al caso dijeron que Burlando fue contratado por el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires para sellar la historia sin salpicar a la policía. “Necesitaban que alguien mantuviera callada a Carola. Burlando desvió la causa a un posible grupos de pedófilos. Por eso declaró que la nena había sido violada durante el cautiverio, delito que no fue comprobado al 100% en la autopsia. La orden de arriba fue meter preso a quien sea antes de las elecciones”, dijo una fuente judicial a Cosecha Roja.

Fernando Burlando niega que el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires le haya pagado los honorarios. Según él, decidió representar a Carola porque lo conmovió el caso.

Equipo especial
Candela Sol Rodríguez desapareció a las tres y media de la tarde del lunes 22 de agosto de 2011. Ese día la nena le pidió permiso a su mamá para ir a la casa de unas amigas. A las ocho de la noche, Carola hizo la denuncia en la comisaría de Villa Tesei.

Juan Carlos Paggi- en ese entonces Jefe de la policía Bonaerense- y Hugo Matzkin – comisario mayor, hoy actual jefe de la Bonaerense- fueron hasta la casa de los Labrador con un equipo especial de secuestros. Scioli creyó que era un caso sencillo de resolver y un buen golpe de efecto antes de las elecciones de octubre. Habían transcurrido solo seis horas sin noticias de Candela y los teléfonos de la familia ya estaban intervenidos.

La causa cayó en manos del fiscal Marcelo Tavolaro, un fiscal poco respetado por sus colegas. En los pasillos de tribunales, lo apodan Bobby.

“Desde el primer día, la causa la lleva adelante su secretaria, Guillermina Rappazzo, hija del Bocha Rapazzo, el hombre fuerte en la Justicia de Morón”, dijo a Cosecha Roja una fuente del caso.

En una de sus primeras declaraciones, el padre de Candela mencionó que las personas que le podrían haber hecho algún daño eran tres narcos de San Martín. Ni esa pista, ni el llamado extorsivo que hubo más tarde, hicieron que la justicia de Morón decidiera pasar la causa al fuero federal. Algunas dicen que se trato de un problema de celos profesionales de Tavolaro. Otras, que era una forma de mantener la investigación controlada.

La Sala Tercera de la Cámara Penal de Morón ordenó al Fiscal General, Federico Nieva Woodgate, que evalúe si Tavolaro debe continuar en la dirección de la investigación. Pero en la justicia local todo el mundo sabe que ningún fiscal actúa sin su venia. Hasta que apareció el cuerpo de Candela, Nieva Woodgate fue el vocero de la causa. Soñaba con resolver el caso y salir en la foto triunfal abrazados a la nena. Pensaba que con eso podía beneficiarse en el proceso que deberá enfrenta por su actuación en la dictadura.

El bombero
Una de los jefes policiales que perdió su puesto con el caso Candela fue Roberto Castronuovo, ex superintendente de Investigaciones de la Policía Bonaerense. Dos meses antes del crimen, quería dar un golpe fuerte: atrapar a Miguel Angel “Mameluco” Villalba, un histórico narco de San Martín que estaba siendo buscado por la Policía Federal. La Bonaerense quería adelantarse a la otra fuerza de seguridad. Para llevar adelante el plan había una persona que les podía ser útil: Héctor “Topo” Moreira. Tuvieron al menos un encuentro con él en La Plata. El 1 de septiembre de 2011, luego de enterrar a su hija, Alfredo Omar Rodríguez pidió ampliar su declaración y mencionó al Topo como uno de los posibles responsables del crimen. Minutos después, cuando Castronuovo se enteró de la declaración, supo que su carrera había terminado. Ahora ocupa un puesto en la división Bomberos.

El Topo Moreira ya había trabajado para la policía durante la búsqueda de la nena. Lo contactó un viejo conocido, el Chueco Romero, un policía de Villa Tesei que responde a la patota de Chebriau. La patota, en la jerga Bonaerense, está compuesta por cinco o seis policías de civil que buscan información en villas y barrios. Suelen trasladarse en autos sin identificación ni patente, muchas veces robados o secuestrados en procedimientos policiales.
-Tomá Topito, movete- le dijeron.

Durante la búsqueda la policía le pagó la nafta. Luego terminaría acusado de ser el autor intelectual del crimen. Lo detuvieron cuando su anterior contratante, el Chueco Romero, le pidió que lo acompañara a cobrar un dinero que alguien le debía.

“El Topo Moreira no puede organizar ni un partido de fútbol”, dijo Tony, un viejo conocido. “No le da la cabeza para cranear el secuestro y muerte de Candela. Lo engarronaron. Castronuovo y Chebriau tienen pánico que abra la boca. Y cuando el buche quema, hay que apagarlo”.

Antes de ser acusado de liderar una banda de secuestradores el Topo era un simple estafador en los barrios de San Martín. Su nueva frase de cabecera es “el silencio es salud”.