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Gastón Intelisano* – Cosecha Roja.-

Cuando todavía no se cumplió un año del asesinato de Ángeles Rawson, el predio de tratamiento de residuos de la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado, volvió a ser una “zona de muerte”.

Los empleados de la CEAMSE encontraron allí el cuerpo de Paula Giménez, una joven chaqueña que estaba desaparecida hace tres semanas. Hasta que el cadáver llegó a la Morgue Judicial existió una instancia importantísima que hará que la investigación llegue a resultados precisos e irrefutables: el trabajo en el “lugar de los hechos”. El análisis preliminar del cuerpo, y de la zona donde fue encontrado, es vital para darnos una idea de lo que pasó y para recabar la mayor cantidad posible de pistas útiles. El médico forense que asistió a la escena del crimen buscó señas particulares que ayuden a individualizar al cadáver, que muestren quién fue esa persona en vida: ¿qué ropas llevaba a la hora de desaparecer? ¿De qué color era su cabello? El forense tomó nota de la talla, el peso aproximado y enumeró las lesiones que encontrará en el cuerpo. En el caso de Paula Giménez se trató de un número elevado y de una variedad importante debido al trauma al que el cuerpo estuvo expuesto. Es importante que las manos del cadáver estén en buenas condiciones porque las huellas dactilares ayudan de manera definitiva a dilucidar la identidad de la víctima.

Se tomaron fotografías de la escena más próxima y del lugar mismo donde se encontró el cadáver. Lo ideal sería que todo residuo que haya estado cerca del cuerpo sea embalado junto con él. Siempre es mejor tener material para descartar, que poco material para peritar. Una vez que el cuerpo se trasladó a la Morgue, los peritos revisaron el sector donde se halló a la víctima para rastrear algún detalle que el posible homicida haya dejado antes de irse. Como lo indica el principio básico de la Criminalística, el de la “transferencia”: el asesino se queda con algo de la víctima y ella con algo de su agresor.

Cuando el cuerpo llegó a la Morgue Judicial comenzó el trabajo de los peritos médicos para determinar la causa de muerte y, además, individualizar las heridas sufridas en vida (se determinaron por la aparición de hematomas, que indican “Vitalidad”) y las que fueron Post-Mortem. Es decir, aquellas provocadas por el recorrido que hizo el cuerpo a través de la maquinaria del CEAMSE. Comenzó entonces el “examen externo” del cadáver: tomar nota de sus traumas en una plantilla y detallar forma, color y medida de cada una de ellos. Antes de esto, se dejó asentado el color de ojos, de piel y de cabello y el estado de su dentadura.

También quedará registro si la víctima tiene cicatrices o tatuajes. Una vez que el examen externo concluyó, se le practicó la incisión “mento-pubiana” que, como su nombre lo indica, comienza en su mentón, sigue a través de su tórax y abdomen, se desvía apenas unos centímetros para no cortar su ombligo y culmina en el pubis. A continuación, se extrajeron en orden sus órganos internos, tomando nota de su tamaño y peso, su estado de conservación y prestando atención a posibles daños. Luego se continuó con la exploración del cráneo (muy importante en este caso, ya que desde una primera instancia, se habló de un fuerte golpe en la cabeza).

Algunas veces no es posible dar un resultado categórico de la causa de muerte a nivel macroscópico. Por eso se extraen algunas gotas de sangre que se depositan sobre un papel de filtro y se envían al laboratorio de ADN. Un tubo de ensayo con sangre se manda para análisis toxicológicos y muestras de cada órgano, para exámenes anatomo-patológicos. La respuesta puede estar a simple vista o a micrones de distancia.

Según los resultados de la autopsia, la joven chaqueña de 32 años murió por un “Traumatismo Cráneo-Facial”. Su madre, Norma Culaciatti, denunció su desaparición el viernes 16 de mayo, pero los resultados de la autopsia señalan que murió entre 24 y 36 horas antes del hallazgo.

Entonces, ¿dónde estuvo las últimas tres semanas? ¿Estuvo sola? ¿Alguien la cuidó? Algunos misterios parecen no acabar en el caso de Paula Giménez. La ciencia aplicada a la investigación le devolvió su nombre y nos aclaró cómo falleció. Pero quedará en manos de la justicia reconstruir sus últimos días de vida y porque se encontró con la muerte. Es lo malo de la ciencia forense: nos dice el cómo pero nunca el por qué.

 

*Licenciado en Criminalística, Radiólogo y Técnico de Autopsias. Autor de las novelas policiales “Modus Operandi”, “Epicrisis” y “Error de cálculo”, que será publicada en la colección Opus Nigrum de Editorial Vestales en agosto.