becarios 2017

El texto pensado como el buceo de un periodista que respira el aire de las tramas latinoamericanas, donde hay muchas más preguntas que las pensadas para una pirámide invertida.  “Un buen texto no es un texto correcto. Y un buen texto no es un texto literariamente pretencioso. ¿Cómo rompemos las lógicas que nos mantienen dentro de los guetos de la comodidad ideológica? El gran equívoco de la crónica latinoamericana es creer que en el estilo está el poder: el poder sigue estando en la información, en cómo usarla para llegar al lector y conmoverlo”, dijo Cristian Alarcón –escritor y periodista- frente a un grupo de cronistas de diez países del continente que llegaron a Buenos Aires para participar de la beca Cosecha Roja.

Los periodistas fueron seleccionados entre 240 postulantes de todo el continente para participar de una clínica intensiva con expertos en narrativas, género, juventud y Derechos Humanos. Durante cuatro meses reflexionarán sobre sus experiencias y trayectorias como periodistas en sus lugares de origen en busca de romper lugares comunes en coberturas de género, crímenes y colectivos de minorías como el LGBTIQ. Esta es la segunda camada de becarios que visita Buenos Aires como parte del laboratorio intensivo que cambiará la forma de narrar las violencias en América Latina.

En la mesa redonda de presentación se escucharon tonos de habla de lo más variados, incluso un portugués suave que se entendía sin esfuerzo por oídos castellanos. Los becarios y becarias compartieron sus impresiones acerca de lo que existe y lo que falta en los medios de sus países con la excusa de repensar la profesión. La excusa fue el Día del periodista, que se celebra hoy en Argentina para recordar la fundación de la “Gazeta de Buenos Ayres”, el periódico creado por la Primera Junta de gobierno al fervor de mayo de 1810.

“La beca es una usina de producción y de formación. Vamos a trabajar la sensibilidad, la historicidad, los personajes, las fuentes y sobre todo haremos la disputa por el manejo, uso y control del lenguaje”, dijo Alarcón, director de Cosecha Roja, e invitó a los becarios a hacer las preguntas claves sobre el oficio hoy.

Ritmo y velocidad

Según Pilar Rodríguez Cuartas, de la redacción de El Espectador (Bogotá), el periodismo digital se mueve de manera frenética. Para no quedarse atrás hay que interpretar las tendencias de los lectores. Y correr: “Los temas están siendo muy pasajeros porque hay un ritmo intenso de información, las audiencias quieren cambiar de noticias muy rápido. Hay una dinámica en la redacción que va junto a lo que piden las audiencias, y eso se puede ver por el tráfico, las estadísticas y las consultas del Google”.

La experiencia colombiana es parecida a la de otros países: el periodismo avanza al ritmo de mil posteos de Facebook por segundo, a 100 mil tweets por hora. “Hablemos de formas y belleza: nuestra obsesión es producir belleza e impacto con buena información todos los días, o al menos todas las semanas, no cada tres meses. Hay que poder ser veloces persiguiendo la calidad y la belleza sin enloquecer ni sufrir. El que sufre pierde, que abandone, que haga otra cosa: imagínense un cirujano que sufre cuando ve vísceras. Sabemos que la velocidad tiene mala prensa, se supone que todo lo veloz es malo y todo lo que se logra lentamente es bueno. Eso no es necesariamente así”, explicó Alarcón.

Impactar en la agenda

Pilar Rodríguez Cuartas (El Espectador – Bogotá) planteó como meta evitar que la búsqueda de un impacto se convierta en el capital político del “enemigo” ideológico: “A diario se proponen impactos mediáticos para llegar a la audiencia, pero los periodistas en Colombia terminamos viendo que ese impacto resulta todo lo contrario a lo que queríamos generar: que muchas veces lo que publicamos se convierte en capital político para revertir nuestro propio mensaje”.

Otro doble filo, según Rodríguez Cuartas, es que muchas decisiones, sobre todo en lo que refiere a los derechos humanos, se están sometiendo a las decisiones de las mayorías: “Los periodistas quedamos en el medio de esta discusión y todo el tiempo me pregunto sobre el riesgo que puede resultar al someter a voto popular derechos fundamentales de minorías”.

Javier Estrada Tobar (Nómada – Guatemala) dijo que el desafío más importante para el periodismo independiente en Guatemala es evitar la criminalización por parte de los grupos antiderechos: “Los medios que hablamos del aborto, de los grupos LGBTIQ, de las minorías estamos totalmente asediados por los victimarios del pasado, sus hijos y sus descendientes. La pregunta sería cómo hacer sostenible un modelo de periodismo independiente para contrarrestar lo que están haciendo los grandes medios desinformando a la gente”.

Para Celia Guerrero (Pie de Página – Ciudad de México), en el periodismo enfrentamos lo mismo que el resto de la sociedad, la sensación de impunidad recurrente y generalizada: “En nuestra redacción hablamos seguido sobre cuál es el impacto que creemos que estamos generando y cuál es el que queremos generar. Hay un aparato de justicia que no se mueve y eso al periodismo le hace mucho daño. Sentimos que trabajamos para la nada al no lograr un impacto”.

Construir empatía

Para Paola Martínez (Animal Político – Ciudad de México), la meta es hacer un periodismo con el que no solo la gente se identifique sino que sea motor de cambio, que dé pelea a la impunidad del poder sin exponer todo el tiempo la vida: “Por un lado están los grandes medios en la Ciudad de México y por otro están los periodistas en los demás Estados, que corren graves peligros. Este año fueron asesinados seis periodistas y no hay investigación ni protección, por lo que nos estamos sentando a discutir qué vamos a hacer como gremio: este un momento clave para definir cómo nos vamos a proteger. Nuestro desafío es hacer que la gente sienta empatía con lo que pasa, y es difícil porque hay muchos medios gigantes que finalmente son parciales, sirven solo a ciertos grupos y la gente lo sabe”.

Según Javier Estrada Tobar (Nómada), en Guatemala la situación de violencia a los periodistas es muy similar a lo que pasa en México: “Creo que no hay voluntad para investigar, la inversión está puesta en medios con noticias vacías que llenan páginas pero no aportan a un debate constructivo en la sociedad. La violencia no llega al nivel de México, que son nuestros vecinos, pero los periodistas de provincias son víctimas de amenazas, ataques e incluso muertes del crimen organizado, que se vincula a partidos políticos”.

A diferencia de México, en El salvador el problema no es el riesgo de vida de los periodistas sino la violencia institucional. Para Ezequiel Barrera Rodríguez (La Prensa Gráfica), “contar estas historias y sensibilizar a la población compite con la visión empresarial que tienen los medios de comunicación porque los dueños no suelen ser periodistas y por lo tanto lo que buscan es la publicidad. El morbo atrae: por ejemplo, la última foto de Kim Kardashian en Instagram tuvo una viralización asegurada. Me pregunto cómo podemos competir con eso y reivindicar el tema de las víctimas que ha quedado relegado, cómo nivelar eso con aquello que quieren los empresarios”.

En el mismo sentido Melisa Vega (El Litoral – Corrientes) contó que su provincia tiene lectores muy conservadores, por lo que tratar temas de derechos humanos o de géneros es muy difícil. No imposible, aunque implica un mayor esfuerzo: “¿Cómo hacemos para acomodarnos, cumplir con las demandas de la empresa y a la vez escribir sobre lo que deseamos? Cuando nos sacan de esos temas, de a poco todas las ideologías o las ganas de hacer otra cosa se caen, y eso desgasta mucho”.

Llegar a los márgenes

“En Río de Janeiro vivimos una crisis de diversidad, tenemos poquísimos medios independientes. La principal violencia pasa en sitios donde pocos periodistas van, o no van más, y el mejor periodismo que se levanta hoy es el popular, el que llega a esos lugares. La pregunta que me hago a diario es: ¿por qué existe un muro en la ciudad, en los periódicos y en los medios, un muro que se separa a los ricos de los pobres?”, dijo Rafael Soares (Jornal Extra – Río de Janeiro).

Derechos humanos y territorio

Una de las coincidencias es que la cobertura en derechos humanos precisa de una lectura política del territorio en el que se trabaja. “En Santa Fe, a partir de la victoria de Cambiemos, estamos en problemas para interesar a las audiencias en algo que no sea o la evasión o el título ligado a la crisis laboral. Nos acostumbramos a hablar de ‘otra fuente de trabajo perdida’, y decae la capacidad de que ese drama particular nos permita hablar de las causas ‘del drama’”, dijo Agustín Aranda (El Ciudadano – Rosario).

Según Basílica Velázquez (Diario El Ancasti – Catamarca), su provincia es grande geográficamente pero tiene una sociedad chica, “la ciudad es un valle entre montañas y resulta una metáfora, porque pasan muchas cosas pero no siempre se sabe”. Se tapa mucho: “El compromiso es contar una buena historia y saltar la barrera de que nos conocemos todos, porque es muy común que seas amigo de un amigo. Tenemos como desafío sensibilizar y concientizar sin caer en el amarillismo”.

María Estefanía Avella (Cero Setenta – Bogotá) dijo que la situación en Colombia es similar a otros países de América Latina: los medios están divididos y vendidos a los grandes poderes económicos y políticos del país, y esa es la verdad informativa que se asume. “Colombia está súper centralizada y esto genera un problema de dónde está la información y desde dónde se está hablando. Ni el periodismo ni el país se pueden contar sin tener en cuenta el proceso político. Para mí fue fundamental, en el último año, hacerme la pregunta de cómo debe abordar el periodismo en términos de lenguaje. ¿Cómo contamos un país que siempre ha estado atravesado por la guerra?”, dijo.

Profundidad pop

Carlos Contreras Chicana (Diario La república – Lima) contó que en Perú, a diferencia de otros países donde existe una crisis de los periódicos impresos, se venden muchos ejemplares: “Sucede que se escapan temas porque no se investigan en profundidad. Ahora la problemática en Perú está muy ligada al feminicidio y esto se relaciona al hecho cultural mismo: los feminicidas provienen muchas veces de las casas, de padres machistas que enseñan a sus hijos que la mujer no tiene derechos. Para lograr más ventas se publican noticias híper fragmentadas, con información de poca profundidad, basada más en declaraciones, y este problema de investigación está en todo el país. La pregunta es cómo hacer para que el buen periodismo se mantenga en los diarios”.

Los ejes se repitieron: el problema de lograr impacto, marcar agenda y no perder calidad. “¿Qué podemos hacer para hablar de temas importantes en medios populares?”, se preguntó Gabriela Borges (Trip Editora – San Pablo, Brasil). Según su experiencia en revistas de tendencia en Brasil, se puede lograr una tapa que tenga impacto, actualidad y una disrupción a través del contenido de las notas. Por ejemplo, hablar de moda y plantear el derecho al aborto o la paridad de género: “En el mundo digital hay una oportunidad de que el periodista pueda pensar en estas distinciones. Nosotros tenemos que pensar el desafío de llevar nuestros contenidos a más gente”.  

Al final, Alarcón respondió algunas de las preguntas. “¿Cómo contar y sensibilizar, cómo conmover? En este mundo digital no alcanza con una buena historia. El problema está en la información, en la claridad, en cómo conmovemos al lector, en cómo utilizar las herramientas de la literatura para la crónica diaria y ese texto para llegar a las redes sociales con chances de competir con el pop y Kim Kardashian”.

Este debate es apenas el comienzo y promete: se vienen cuatro meses para investigar, escribir y ver los resultados en Cosecha Roja, donde se publicarán las crónicas que los periodistas produzcan desde sus ciudades de origen.
Fotos: Facundo Nívolo