chaco2 Cosecha Roja.-

En un pueblo del sud0este chaqueño, Alexis Espíndola, un peón rural de 19 años, se presentó en la comisaría por una denuncia en su contra. En el patio de la seccional lo golpearon y lo amenazaron. La fiscalía ordenó la liberación, pero al joven lo encerraron en un calabozo. Durante un cambio de guardia escapó y fue recapturado. El castigo fue brutal: patadas, golpes de puño y pisadas; le tiraron materia fecal y lo orinaron. Después, el médico se negó a atenderlo. “Este no es un caso aislado. El tema de las torturas es moneda corriente en esta seccional”, contó el abogado de Alexis.

Alexis Damián Espíndola tiene 19 años y trabaja como peón rural en la zona de la localidad chaqueña de Santa Sylvina, ubicada a 350 km de Resistencia, cerca del límite con Santa Fe. El jueves 3 de enero, cerca de la 1 del mediodía, fue hasta la única comisaría del pueblo. El suegro, dueño de un pequeño campo, lo había denunciado por el robo de un apero –parte de la montura del caballo-, aparentemente motivado por una disputa familiar. En la seccional lo recibió el comisario:

-Así que ahora sos chorro- le recriminó. Y le pegó una trompada.chaco4

Según denunciaron desde la Federación de Organizaciones de Base de Chaco, a Alexis lo llevaron al patio interno de la seccional, lo tiraron al piso, le pegaron piñas y lo patearon. Después, lo metieron en un calabozo.

A las 5 de la tarde, desde la fiscalía dieron la orden de liberar al joven. En la comisaría no lo tuvieron en cuenta. A esa hora, dos agentes lo visitaron en el calabozo:
-A las 8 vas a ver cómo pegan Alderete y Maciel–le dijo uno de los policías, en referencia a otros dos agentes-. Ellos van a terminar con vos.

El joven estuvo en el calabozo hasta las 6. A esa hora, durante un cambio de guardia, logró escapar. Intentó esconderse en el monte. Una hora después fue recapturado y trasladado nuevamente a la comisaría. La represalia fue brutal: en el piso del patio “lo pusieron boca abajo”, contó a Cosecha Marcelo Leguizamón -abogado del joven-, “y lo taparon con una frazada para no dejarle marcas. Le dieron golpes de puño, patadas, un golpe en la sien con la culata de un arma y lo pisaron”. Del lado derecho del cuello le quedó marcada la suela de un borceguí. Después, “estando en el calabozo le arrojaron materia fecal y lo orinaron”.

A las 21, el abogado fue a la seccional y habló con el comisario:chaco1

-A los muchachos se les fue la mano- habría admitido el jefe.

“Pedí hablar con Alexis. Cuando lo sacaron del calabozo no podía ni caminar por los golpes”, contó Leguizamón. El comisario lo interiorizó de la causa; le explicó que estaba detenido por un supuesto robo y que no había informe médico. Según el jefe, no pudieron atenderlo porque no había médicos de guardia en el hospital.

En el hospital, el médico Pedro Mingo, se negó a atender al joven: “dijo que no estaba de guardia, pero el problema era que estaban involucrados policías”, contó el abogado. Después vino otro médico. Leguizamón no quedó conforme con el informe. Al día siguiente llevó a Alexis a la localidad de Villa Ángela para que lo viera otro profesional y constatara las heridas que quedaron registradas en las fotos que el abogado le sacó en la comisaría: el párpado derecho morado e inflamado, golpes en la frente, un corte en la mano y la marca del borceguí en el cuello.

El joven quedó con un trauma psicológico y ataques de pánico. Según contó Ceferino Malatesta, de la Federación de Organizaciones de Base, únicamente contó una parte de los tormentos sufridos. Pudo reconocer a uno de los cuatro policías que lo torturaron: el agente Pablo Sandoval. “No sabemos si no fue violado”, dijo otra fuente, “sólo habló de las heridas visibles”.

La denuncia por las torturas quedó a cargo de la Fiscalía de Investigaciones Penales de Villa Ángela. El 1º de febrero, cuando finalice la feria judicial, el abogado hará la presentación como querellante.

“Este no es un caso aislado. El tema de las torturas es moneda corriente en la seccional de Santa Sylvina”, contó Marcelo Leguizamón, quién contó un caso anterior, de julio del año pasado: un joven de unos veintitantos años fue confundido con un delincuente. En la seccional lo golpearon hasta que descubrieron el error. A las 4 de la mañana uno de los agentes le abrió una puerta trasera y lo dejó irse. Al día siguiente, cuando Leguizamón fue a interiorizarse de la causa, descubrió que el ingreso del detenido nunca había sido registrado.

“Específicamente hay uno de los policías, Sandoval, que tiene un montón de denuncias (no judicializadas) por golpizas”. Según contó el abogado, las víctimas no hacen las presentaciones en la justicia “por temor”. “Todos lo saben acá, incluso hay testimonios de otros de policías de que él es el que genera los conflictos. El suegro de Sandoval es el director del Registro Civil de Santa Sylvina, que tiene amistad con un diputado nacional. Eso le garantiza impunidad”, se quejó Leguizamón.