¿Tienes algún recuerdo acerca del narcotráfico o de la guerra entre narcotraficantes colombianos en Miami?

Tengo recuerdos sobre el dinero, no tanto sobre las drogas o el tráfico de drogas. Como era tan chiquito, es probable que de haber visto algo no hubiese tenido conciencia de qué se trataba. Sí tenía conciencia de la gran riqueza que había en la comunidad. Parecía que, sin importar el tipo de negocio al que se dedicara –tiendas de alimentos, compraventas de carros, joyerías, bienes raíces, lo que fuera–, una familia ganaba mucha plata. A todo el mundo le iba bien. Uno veía una casa modesta, en un barrio de clase media, a la que le estaban construyendo un segundo piso o una piscina, y con un Porsche en el garaje. No eran familias involucradas en el negocio de las drogas; había tanto dinero en la economía de Miami que cualquier trabajo era rentable.

También recuerdo que, como a las cinco de la tarde, mientras mi mamá preparaba la comida, yo veía las noticias de la guerra entre narcotraficantes en la televisión local. Muchas de esas emisiones son las que se ven en Cocaine Cowboys. Por supuesto, con más dramatismo, porque es un montaje. Pero si hoy hablamos de esos hechos es porque fueron noticia diaria en nuestra comunidad. Cuando comenzamos la investigación para el documental y vimos en los archivos las imágenes de estos hechos, llamé a mi mamá y le dije: “¡¿En qué diablos pensabas criando niños en Miami?!”.

¿Estos recuerdos te motivaron a hacer el documental o hubo alguna otra razón?

Luego de haber filmado Raw Deal, que debutó en el Sundance Festival en 2001 (en ese momento, fuimos los productores de cine más jóvenes que se habían presentado en toda la historia del festival), estábamos decididos a no mudarnos para Los Ángeles o Nueva York, a continuar haciendo películas en Miami, la ciudad donde hemos vivido. Para eso, necesitábamos una película que llamara la atención, y que introdujera nuestra marca en la industria y nos hiciera visibles como productores de cine en el sur de Florida.

Alfred Spellman, uno de mis socios en Rak on tur’, siempre había estado muy interesado en esa época. Y nos dimos cuenta de que por esos años, 2003 y 2004, había un gran interés por la cultura pop que hablaba de los años ochenta en Miami: se cumplía el vigésimo aniversario de la película Scarface y la publicación del devedé conmemorativo tuvo gran éxito. También salió el videojuego más vendido en toda la historia hasta ese momento, Grand Theft Auto: Vice City, cuyo contenido es un mundo inspirado completamente en el Miami de los años ochenta. Además, Michael Mann anunció que estaba trabajando en la muy esperada adaptación para cine de la serie de televisión Miami Vice. Por eso, sentimos que era el momento apropiado para contar la historia real de aquellos años.

O sea que no les interesaba el narcotráfico como tema, sino la historia de Miami en esa época.

Absolutamente. Estábamos interesados en entender el impacto profundo que el dinero y las guerras de narcotraficantes causaron en Miami.

Cocaine Cowboys refiere gran cantidad de datos: cifras de dinero y de inversiones, homicidios, fechas y horas exactas, fotografías y fragmentos de noticieros de la época. Y sustenta esa investigación con largas entrevistas a personajes clave de la historia. Lo que me hace pensar que hubo un gran equipo de investigación como soporte. ¿Qué me puedes contar al respecto?

La mayor parte de la película fue hecha por tres personas [se ríe]: David Cypkin, Alfred Spellman y yo. Para filmar, tuvimos un equipo de producción con unas cuatro o cinco personas adicionales. Luego contamos con Jan Hammer, quien compuso la música (veinte años antes, él había hecho el mismo trabajo para Miami Vice). Alguna gente más en la postproducción y dos o tres en el audio. En total, no más de una docena de personas. Como hemos vivido casi toda nuestra vida acá en Miami, teníamos acceso a muchos recursos que no requerían un equipo muy numeroso. Teníamos a la mano a narcotraficantes y policías, abogados y periodistas. Y contábamos con el recurso de los Florida Moving Image Archives, donde hay miles y miles de horas de grabaciones de noticieros. En conclusión, hicimos la película nosotros tres. Así es como estás obligado a trabajar cuando tienes una productora independiente.

¿Cómo se distribuyeron el trabajo?

Alfred se ocupó de toda la investigación. Yo de la producción y la postproducción. Y Dave… ¡Dave hizo todo! Incluso pasó más de un año viviendo en la otra habitación de mi apartamento mientras trabajábamos en el montaje. Habíamos grabado cientos de horas y recopilado cientos de fotografías y artículos de prensa de los archivos, y la tarea de editar todo eso fue descomunal. Era tanto el material que durante la edición pensábamos en nuevas películas que podríamos hacer con todo lo que no iba a ser incluido en Cocaine Cowboys. Por supuesto, en ese momento era bastante hipotético. No estábamos seguros de tener la oportunidad de hacerlo. Afortunadamente sí.

Creo que te refieres a Cocaine Cowboys II: Hustlin’ with the Godmother, sobre el seguimiento a Griselda Blanco en Los Ángeles, estrenado en 2008. ¿En alguna otra de sus producciones usaron parte del material que habían recopilado para Cocaine Cowboys? ¿Quizás en Square Grouper?

Bueno, Square Grouper es algo así como una consecuencia no oficial del éxito de Cocaine Cowboys. También produjimos Cocaine Cowboys: Remix, una reedición del documental. Y estamos produciendo Cocaine Cowboys III: Los Muchachos, acerca de Willie Falcon y Sal Magluta, los cubanos traficantes de cocaína más famosos y exitosos de todos los tiempos.

Cocaine Cowboys tiene dos hilos conductores. El primero es sobre los secretos del tráfico de drogas y el enriquecimiento. Esta parte es narrada por John Roberts, que era uno de los narcotraficantes locales vinculados al Cartel de Medellín, y por Mickey Munday, el piloto que transportaba la droga desde Colombia hasta Florida. Ellos fueron a prisión pero están libres desde hace años. ¿Cómo los encontraron?

Hay un viejo dicho: “Florida es un lugar soleado para gente en las sombras”, aunque tal vez pierde algo traducido al español. Hay otro que dice: “Los Ángeles es el lugar para ir cuando tú quieres ser alguien. Nueva York es el lugar al que vas cuando ya eres alguien. Y Miami es el lugar al que vas cuando quieres ser otra persona”. Pareciera que en Miami todos tienen una historia. A donde quiera que vayas encontrarás a alguien con un pasado interesante: podría ocurrir que si llegas a un bar de mala muerte, te sientas en la barra junto a una persona astrosa y comienzan a charlar y a tomar whisky o aguardiente, al cabo descubres que esa persona fue un gran narcotraficante o un dictador latinoamericano retirado o alguien que estuvo en la cárcel por un crimen inimaginable (por eso, Miami es un gran escenario de trabajo para nosotros).

De ese modo, un primo mío conoció a John Roberts en la piscina de su condominio. Roberts estaba viendo nadar a su hijito. Conversaron. Roberts le contó algo de su pasado. Mi primo sabía que este tema nos interesaba y me llamó. Le conté a Alfred, que inmediatamente recordó ese nombre y supo de quién se trataba porque había leído The Man Who Made It Snow. Entonces, lo contactamos y nos conocimos. Después, John Roberts nos presentó a Mickey Munday y ambos aceptaron narrarnos su historia para el documental. Ahora John está por publicar su libro.

 

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