Otra de las conclusiones del documental es que, en esos años, Miami era dos ciudades en una: por un lado, la de las vacaciones, descanso, sol y playa; por otro, la del crimen… ¿Han recibido cuestionamientos políticos o moralistas por haber mostrado esas dos caras de Miami?

Una de nuestras premisas en Cocaine Cowboys es el hecho de que los miles de millones de dólares, de narcodólares, generados en los años setenta y ochenta en Miami corrieron por múltiples vías hacia la economía básica de toda la comunidad. Hoy Miami sigue directamente impactada por esa época: solo debes mirar los rascacielos que ese dinero ayudó a construir y la reputación que tiene como una ciudad peligrosa, sexy y bacana.

En años recientes, se ha sabido de transacciones en efectivo de miles de millones de dólares con países de Suramérica. Transacciones que no se pueden rastrear, sobre todo de bienes raíces en el centro de la ciudad. Creo que se han construido veintidós mil unidades residenciales en veinte cuadras. Y la gente se pregunta: “¿Quién vivirá allí?”. Fácilmente, Miami puede seguir siendo la capital del lavado de dinero en Estados Unidos y, como en esa época, a través de la construcción de rascacielos de apartamentos. Así que nadie nos ha discutido la premisa fundamental de Cocaine Cowboys: que el dinero de las drogas afectó dramáticamente nuestro destino y nuestro futuro como comunidad.

Esa conclusión también podría aplicarse a algunos sectores de Nueva York y a otros de Los Ángeles.

Sí. Sin embargo, Los Ángeles tiene mucho comercio legal y muchas industrias autóctonas como la del cine. Nueva York, por su parte, es el corazón del sistema financiero y lugar de muchas otras industrias. En Florida no fabricamos nada. En una entrevista que le hicimos a Carl Hiaasen, columnista del Miami Herald, nos dijo: “Todo lo que fabricamos en Florida son naranjas y armas cortas”. No hay industria autóctona. Tenemos cultivos de naranjas y caña de azúcar, pero el que más nos da dinero es el de marihuana, que es ilegal. Entonces, lo que hacemos para que la economía crezca es recibir más y más gente que compre apartamentos y casas, cene en restaurantes y llene discotecas.

Históricamente, la economía del estado de Florida ha funcionado como un esquema de Ponzi: cuando la gente deja de venir, la economía colapsa, como ya nos sucedió en 2007. Así que necesitamos atractivos para que la gente siga viniendo. En Nueva York hay negocios, hay industria, hay una economía real. Los Ángeles, la misma cosa. En Miami… poco más se puede hacer.

En Cocaine Cowboys, John Roberts dice que probablemente Miami ha cambiado, pero que en los años ochenta todo el mundo tenía un precio…

Sigue siendo así, aunque hoy es peor. Las personas de Miami siempre estamos pendientes de una avivatada y cuando se presenta una oportunidad, aunque sea ilegal, estamos dispuestos a cometerla: desfalcos al sistema de salud, lavado de dinero, tráfico de drogas.

Ante esa realidad, ¿se podría concluir que hubo cierto cinismo por parte de las autoridades al haber soportado cinco o seis años de crímenes y enriquecimiento antes de pedir ayuda al gobierno federal?

Bueno… tú sabes lo que dicen de Miami: “Lo mejor de Miami es que está muy cerca de Estados Unidos”. Aquí tenemos muchas reglas propias. Por eso nos desentendimos de la guerra contra las drogas y eso forzó al gobierno federal a venir y luchar contra los narcotraficantes.

¿Cuál es tu opinión sobre la guerra contra las drogas? ¿Te parece que tenga sentido?

Creo que la mayoría de los estadounidenses, incluso grupos de influencia económica, saben la verdad. Basados en los hechos, han concluido que la guerra contra las drogas es un fraude, una pantalla. Las vidas perdidas y destruidas han sido producto, más que nada, de la prohibición y la criminalización, no del abuso de drogas o de la violencia, que produciría las víctimas reales. La prohibición es la que genera la violencia existente. Si encontraran la forma de legalizar este negocio, que claramente no han podido detener por la fuerza, se podría remover toda la cortina de ilegalidad. Porque, número uno, los consumidores no irían a la cárcel. Y número dos, el mercado negro desaparecería y los traficantes no requerirían la violencia.

Entonces, ahora que el gobierno de Estados Unidos está tratando de reducir el déficit fiscal, sería un buen momento para comenzar la legalización, pues se evitaría el enorme precio de la guerra contra las drogas y se crearía una buena fuente de ingresos regulando su mercado. Además, el consumo de drogas sería seguro. Si hoy vas y compras drogas en una esquina, realmente no sabes lo que has comprado.

Vivimos en un país donde los niños están rodeados de todo tipo de drogas, y mueren… En Florida estamos cerca de tener, creo, seis o siete muertes diarias por abuso de drogas prescritas, específicamente con el OxyContin. En los años ochenta, lo más grave del consumo de cocaína llegaba a tres o cuatro muertes semanales por sobredosis.

No hay duda de que, desgraciadamente, nuestras prioridades están erradas. Pero creo que el documental está llegando a una generación de ciudadanos que crecieron como nosotros y entienden que es necesario un cambio. Si no me equivoco, la última encuesta determinó que más del 80% de los norteamericanos piensa que la marihuana debe ser legalizada o, por lo menos, no criminalizada.

¿Tú eres originario de Miami?

Nací en la costa oeste de Florida, en una ciudad llamada Fort Myers, y nos mudamos a Miami cuando yo tenía dos años. He estado aquí toda mi vida.

¿Todo este asunto del narcotráfico colombiano, de la inmigración cubana, de referirse a Miami como Puerta de las Américas, de su fuerte influencia latinoamericana, le ha despertado al estadounidense promedio rechazo por los ciudadanos de Miami y segregación cultural por la ciudad?

¿Recuerdas la broma que dije ahora, que lo mejor de Miami es que está muy cerca de Estados Unidos? Ésa hubiera sido la respuesta a tu pregunta… Yo creo… déjame responder de esta forma: creo que gran parte, si no la mayoría de los estadounidenses, mira a Miami como si estuviera por debajo del resto, literal y figurativamente. Nos dejan sin validez o nos hacen a un lado. Por lo menos, nos ven como un país del tercer mundo dentro de Estados Unidos. Y no están necesariamente equivocados.

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