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Uno de los rumores que más tiempo llevaba circulando en el mundo de la mafia se confirmó. Tras meses de especulaciones, el lunes de la semana pasada se estableció que Javier Calle Serna, alias Comba, finalmente se había entregado a la Justicia estadounidense después de una larga y tormentosa negociación. El capo se entregó el viernes 4 de mayo en la isla de Aruba y ese mismo día fue trasladado por agentes de la DEA a Nueva York.

En gran medida la entrega de Comba fue el resultado de la persecución de la Policía Nacional durante los últimos años. Tan solo el año pasado 13 de sus principales lugartenientes fueron arrestados en diferentes operaciones y serán extraditados en poco tiempo. Hace menos de dos meses el mayor de sus hermanos, Juan Carlos, fue capturado en Ecuador y hoy esta detenido en la cárcel La Picota. Esa presión de las autoridades colombianas llevó a quien era considerado uno de los grandes capos del momento en el país a escapar y buscar refugio en Venezuela. Sin embargo, desde mediados del año pasado empezó sistemáticamente a perder el control de su organización y a sufrir una especie de ‘golpe de estado’ organizado por uno de sus hombres más cercanos: Diego Pérez, alias Diego Rastrojo. Durante más de una década había sido socio de Comba, y cuando se enteró de que su camarada estaba considerando la posibilidad de entregarse a la Justicia, optó por quedarse con todo el negocio y la estructura mafiosa, incluidos los 800 sicarios que conforman la banda conocida como Los Rastrojos.

Si bien es cierto que Comba llegó a ser uno de los grandes capos de Colombia, su reinado fue bastante corto. En febrero de 2008 asesinó en Venezuela a su patrón, Wilber Varela, alias Jabón, jefe del cartel del norte del Valle, y quedó al frente de esa estructura criminal. Desde ese momento, en que alcanzó la cúspide de su carrera criminal al consolidarse como capo, hasta la semana pasada, cuando se entregó, solo transcurrieron cuatro años, dos de los cuales permaneció escondido. Comba no fue el único narco que estuvo en el poder poco tiempo y es un claro ejemplo de que la ‘vida útil’ de los mafiosos cada vez es más corta. En los últimos cinco años más de 30 narcotraficantes de primera línea fueron arrestados, extraditados o cayeron en enfrentamientos con las autoridades.

Lugares que antes eran considerados refugios seguros, como Venezuela, dejaron de serlo desde el momento en que los presidentes Juan Manuel Santos y Hugo Chávez empezaron a mejorar las relaciones entre Colombia y Venezuela. Esto permitió que se reactivaran operaciones conjuntas entre autoridades de los dos países con muy buenos resultados. Más de una docena de importantes narcos han sido capturados en territorio venezolano, comenzando con legendarios exjefes del cartel de Cali que estaban allá escondidos como Salomón Camacho o Carlos Alberto Rentería, alias Beto. Las últimas capturas en ese país fueron igual de significativas. En operaciones de la Policía colombiana y sus colegas venezolanos, en noviembre fue arrestado Maximiliano Bonilla, alias Valenciano, jefe de la temida Oficina de Envigado. En febrero de este año también fue arrestado Héctor Germán Buitrago, alias Martin Llanos, y su hermano alias Caballo. Los dos eran escurridizos jefes paramilitares de los Llanos Orientales que durante años burlaron a las autoridades.

Con Comba en una cárcel estadounidense el panorama mafioso en el país deja a dos actores en ascenso que son Diego Rastrojo y la banda criminal de los Urabeños. Sin embargo, ninguno de ellos llega aún a tener la importancia del único capo que queda: Daniel ‘el Loco’ Barrera. Este hombre es considerado por las autoridades como el único sobreviviente de una generación de mafiosos en vía de extinción. Esa realidad de no tener socios confiables -el último era Comba- sumado al hecho de que la Policía lo ha perseguido sin descanso y le ha arrestado a sus principales fichas hace prever que los días de el Loco están contados. SEMANA estableció que es altamente probable que, para evitar ser capturado en Venezuela o ser asesinado en una vendetta, Barrera siga en las próximas semanas los pasos de su exsocio Comba y decida entregarse a las autoridades de Estados Unidos.

Cuando esto ocurra será el fin de los grandes capos colombianos, lo que no quiere decir, ni mucho menos, que sea el punto final del negocio de las drogas o que no surjan nuevas cabezas, como viene ocurriendo. La diferencia, por fortuna para el país, es que cada vez duran menos tiempo. Pero el negocio del narcotráfico, infortunadamente, sí sigue intacto.

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