Florencia Dopazo – Cosecha Roja.-


En el brazo de Silvio hay una cinta adhesiva que sostiene un diminuto algodón. La muestra de sangre que le sacaron ayer será para comprobar que Lidia y Roberto no son sus padres biológicos. Hace 41 años, la partera que asistió su nacimiento, lo robó para luego venderlo por “el precio de una casa”. Nilda Civale de Alvarez se encuentra procesada y hoy comienza su juicio, que estará a cargo del Tribunal Oral Federal Nº 2 de San Martín.

Silvio vivió cuatro años en Barcelona con la esposa. La actual crisis los mandó de vuelta para Buenos Aires. En paralelo a su regreso, Lidia decidió internarse por voluntad propia en una clínica neuropsquiátrica. A los pocos días, un primo lo llamó para decirle que los médicos querían hablar con él. Una mañana tan temprana como fría, Silvio se sentó frente al psiquiatra y al psicólogo.

–          Tu madre esta pasando por una neurosis que seguramente se convierta en psicosis. Podemos tenerla acá diez días como mucho. Y bueno, te queremos decir que sos adoptado.

–          No, decile bien como es todo – le dice el psicólogo a su colega.

–          Vos sos sustraído y anotado como propio, osea un chico robado.

Un baldazo de agua fría que no sorprendió a Silvio. La relación con sus padres siempre había sido tortuosa. “Menos amor tenia de todo: juguetes, las mejores zapatillas. Tampoco podía tener amigos, no me dejaban salir mucho a la calle, siempre estaba encerrado en mi cuarto”. Define a aquella familia como disfuncional, y a Lidia y Roberto como fascistas, anti-judíos, anti-comunistas, anti-negros. En su infancia sufrió el descuido y desamor de su madre, que ni siquiera notaba cuando los dedos de los pies se le apretujaban dentro de un par de zapatos que le quedaba chico. También recuerda los ochenta kilos que llegó a pesar a los diez años, que bruscamente fue obligado a adelgazar con una estricta dieta que en tres meses le sacó once kilos de un sopetón: sólo comía acelga hervida con sal.

Cuando tenía 30 años, el día en que las torres gemelas eran destruidas, 11 de septiembre de 2001, murió Roberto.  Lidia lo culpó de haberlo asesinado, de interrumpir el tratamiento de diálisis que recibía desenchufándole la máquina. Lo denunció por  maltrato y lo culpó de robar la plata del seguro de vida.

Con la noticia que le dieron los médicos fue a Abuelas de Plaza de Mayo. Si bien el robo de Silvio fue contemporáneo a la dictadura,  no tiene nada que ver con ella. Le recomendaron que vaya ala ONG RaízNatal. No le gustó lo dramáticas que eran las reuniones, donde las personas competían para ver quién tenía una historia peor. Pero de aquel lugar le quedó resonando en su cabeza un nombre: Nilda Civale de Alvarez, una partera que vendía bebes robados. A los pocos días, la esposa de Silvio fue a buscar su partida de nacimiento. Lo llamó llorando. En el acta figuraba el nombre de Civale.

Googleo a la obstetra y apareció Clara Lis Pereyra (foto). Se encontró con ella y con Silvana una noche, para compartir pizzas e historias. Los tres habían sido víctimas de Civale, – que después descubrirían había ejercido su profesión durante 20 años- y había varios puntos en común entre sus vivencias. Pero la de Silvio era particular. Su familia tenía un pacto de silencio para mantener el secreto. Cuando era un nene y preguntaba por qué no tenía hermanitos, su mamá sacaba de la cómoda algo horrible y apestoso, cubierto con talco.

–          Este es tu cordón umbilical.

Lidia también había hecho una sesión de fotos en las que armaba bultos de diferentes tamaños para colocarlos sobre su panza y así aparentar primero un incipiente embarazo y luego un barrigón.

“El rol que cumplía en esa familia era un rol de potus. Tenían la heladera, el televisor, el lavarropas, la aspiradora,  y el potus”. Lidia y Roberto pagaron a Civale el valor de una casa, porque eso es lo que Silvio valía. Los bebés más morochos se cotizaban en el equivalente a un auto, y si era mujer el auto a tomar en cuenta debía ser de un tamaño mayor.

Nilda Civale de Alvarez esta acusada por supresión de la identidad, sustracción y ocultación, e inserción de declaraciones falsas en un documento público. El juicio que comienza hoy se hará por tres casos: los de Andrea Belmonte, Clara Lis Pereyra y Patricia Uriondo. Las mujeres estarán acompañadas por otras víctimas de Civale, una madre que busca al hijo o hija que le robaron a sus 14 años, y también irá Silvio. “Tenemos que hacer algo, somos la punta de un ovillo enorme de gente desaparecida”.

Silvio se encuentra en medio de la búsqueda de sus padres biológicos. Considera difícil concretar el hallazgo pero seguirá, junto con sus “hermanas de clandestinidad”, haciendo todo lo posible para obtener justicia y verdad.