El sábado M. fue junto a unas amigas a la inauguración de una muestra de grafiti y arte callejero en YonKingz, un espacio artístico en La Plata. Desde las diez de la noche el lugar estaba abierto para ver la muestra, visitar una feria independiente donde comprar arte, ropa y chucherías. Después de quedarse escuchando a una banda y bailando con un DJ. M vio entra la gente a Jeremías Obaya, un conocido. Prefería evitarlo. Él estaba acompañado de otros pibes.

Alrededor de las cuatro de la mañana Obaya y sus amigos se acercaron a donde estaba M. Él empezó a violentarla. Se le tiraba encima. Ella decía que no, que salga, pero él volvía. Una, dos, tres veces. La fue arrinconando. M logró zafar. Podía irse, pero ¿cuántas veces había vivido situaciones parecidas? ¿cuántas más tenía que bancar? Decidió actuar: le dijo a uno de los organizadores que la estaban acosando.

“Cuando ella contó lo que estaba pasando no hubo duda, fuimos a pedirle que se fuera”, contó China, productora y parte de la organización. Lograron sacarlos, pero se quedaron enfrente en un bulevar. China cruzó a hablarles, pero empezaron a tirarle con cascotes. No iban a bancarse un no. Menos de una mujer. Y mucho menos de otra mujer que la apoye. A China la ayudó un chico que ella no conocía.

Pero no pararon. Desde enfrente tiraban con piedras, pedazos de adoquines, tosca. Las más de 90 personas que estaban en la inauguración empezaron a salir. La música ya había terminado. Los cascotazos podían caerle a cualquiera. Muchos entendieron lo que estaba pasando y ayudaron a correrlos. La calle se fue vaciando.

China salió del local a las 6.20 de la mañana. Caminó hasta el auto. Entró, puso la llave y de golpe los vio. Obaya y un amigo estaban detrás de una traffic, escondidos. Ella estaba sola. Bajó furiosa:

-¿¡Qué haces acá, loco!?.

-China, perdí el celular y una zapatilla -dijo él, como si no hubiera pasado nada.

La zapatilla se la había tirado por la cabeza cuando se quedó sin piedras.

En ese momento logró espantarlos a los gritos. Pero sabía que podían volver. Les pidió a algunos de sus compañeros que se quedaran dentro del espacio. No quería que nadie más se exponga. Uno de los productores tenía un corte en la cabeza y otro había recibido un piedrazo en el pie. Pasaron unas horas y se fueron quedando dormidos.

A las 11 de la mañana se despertaron. El olor a humo y a quemado los sobresaltó. Recién ahí se dieron cuenta: les habían prendido fuego la puerta del local con ellos adentro.

“Estamos podridas. No vamos a soportar a violentos misóginos que se creen dueños de los espacios. Estamos preparando una denuncia”, dijo China. “Después nos enteramos de que su ex se había tenido que ir porque siempre somos nosotras las que tenemos que dejar el lugar”.

La organización de YonKingz denunció el ataque en redes sociales. Ellos volvieron al ruedo: dicen que no hubo acoso porque no hubo contacto. “Ni siquiera entienden la violencia que ejercen. Pero ya está, los tiempos cambiaron. Ya les explicamos de mil maneras. Si no la entienden, que se la fumen. No nos callamos más ni nos quedamos ahí siendo cómplices”, dijo China.