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En esta escena del crimen no hay silueta de la víctima delineada con gis sobre el piso. Sin embargo, las fotografías, cartas, libros y música jugarán un papel crucial. Tampoco está acordonada por una cinta amarilla. El ADN de la víctima no será llevado a un moderno laboratorio donde una máquina emana una luz verde que arrojará el nombre del asesino en minutos. No, esto no es CSI, la serie de televisión gringa que con lujo de sofisticación y tecnología pueden resolver homicidios a partir de un cabello. Estos casos sólo pueden ser resueltos por cuatro mujeres en todo México: Araceli, Sandra, Rocio y Guadalupe.

Autopsia psicológica es la técnica que emplean y es que los “muertos no mienten”, dice Rocío López Orozco, perito del Servicio Médico Forense del DF (Semefo), una de las cuatro especialistas certificadas por Teresita García Pérez del Instituto de Salud Pública de La Habana, quién logró elevar a la autopsia psicológica a su aplicación criminal, en la investigación de homicidios simples o seriales, después que en Estados Unidos, país en que se dio a conocer en los años 30, se creará para investigar la ola de suicidios que trajo consigo “La gran depresión”.

Los psicólogos forenses se convierten en recreadores de una escena: una pista, un trazo. Manos manicuradas, cuidadas: nivel socio económico medio o medio-alto. Labio inferior mordido: sabía lo que venía, estaba preparada. Letra retorcida que termina en una línea temblorosa en alguna presunta carta de suicidio: bajo el influjo de una sustancia. A pinceladas van obteniendo un cuadro preciso: “para cuando terminamos de investigar es como si pudiéramos ver y hablar con la víctima”, señala Sandra Ocampo, perito en la Procuraduría de Justicia de Querétaro.

Aunque los alcances de la autopsia psicológica han sido probados hasta con 80% de efectividad, en países como Cuba, Argentina y Colombia, en México aún no se reconoce como pericial. Sin contar con que la aplicación por cada especialista está limitada por las reglas internas de las dependencias en la que laboran, con excepción de Araceli Manzo, quien se mantiene como psicóloga perito privada en el estado de Puebla.

Por ejemplo, en Querétaro la autopsia psicológica se emplea principalmente para esclarecer “muertes dudosas”, es decir, aquellas en las que no se está seguro si se trata de un homicidio o un suicidio. Mientras que en el DF se destina más a la elaboración de perfiles de asesinos seriales.

Sandra Ocampo (PGJ-Querétaro) se sumerge en los escenarios donde hallan los cuerpos. Para ella cada muerte guarda un mensaje, la clave está en descifrarlo. Comienza por el cadáver y se desliza a través de sus pertenencias. Los libros y revistas que leía, quizá los pasajes subrayados; la música que oía, las fotos son pinceladas a la personalidad. La selección del lugar podría indicar quién era el destinatario de este fúnebre mensaje. En el caso de los adolescentes que se suicidan, por ejemplo, generalmente escogen la habitación los padres.

Por su parte, Rocío López “entrevista” a los cuerpos de las víctimas, desde la ropa, calzado, complexión física y hasta el esmalte de uñas vierte información sobre el asesino y es que en el argot forense, se dice que las víctimas escogen a su victimario.

Quizá sea precisamente porque López conoce cuánto revelan los objetos de uno mismo que su pequeña oficina en el Semefo es parca, carente de objetos personales y frío, como los cadáveres que revisa.

“Todo nos dice algo sobre el estatus o nivel social y psicológico de la víctima, podemos inferir a qué podría dedicarse laboralmente. A partir de ahí se empieza a determinar qué tipo de persona pudo agredirla. Se obtiene un perfil victimológico, en base a lo que se ve en cadáver. Y se diseña un probable perfil de la persona que suponemos la pudo agredir de esa forma”, explica López.

Aunque rehúsa hablar del caso, la especialista estuvo en el equipo que investigó los homicidios perpetrados por José Zepeda (foto), mejor conocido como “El poeta caníbal”, por enamorar a sus víctimas con poesía y después comérselas para deshacerse de los cuerpos. Sin embargo, en una exposición académica disponible en internet, habla sobre la aplicación de la autopsia psicológica en este caso.

En este informe, López explica cómo las víctimas comparten un mismo perfil: “mujeres jóvenes, madres solteras, con baja escolaridad, con problemas afectivos, pues provenían de hogares disfuncionales, habían sido abandonadas por sus parejas sentimentales, consumían sustancias tóxicas (no en un nivel significativo), laboraban en subempleos, entre otros elementos que apuntaban principalmente a la necesidad de encontrar a una pareja madura, que les brindara la seguridad, la protección y el afecto que necesitaban”.

A partir de aquí, la especialista en autopsia psicológica propone un probable perfil del homicida, el cual fue certero en coincidencias con el de Zepeda: hombre con mayor preparación académica que el de las víctimas, manipulador y en conflicto con la figura femenina por lo que requería sentirse en poder y por ello las sometía, así como con una mayoría sustancial en edad que las víctimas.

“Al ser identificadas las víctimas, los familiares mencionaron al novio de las chicas, el cual era poeta y dramaturgo, de unos 40 años aproximadamente y las familias mencionaban, que era una persona extraña y que abusaba económicamente de sus hijas, por lo que no estaban de acuerdo con la relación, pues adicionalmente eran mujeres jóvenes entre 18 y 28 años de edad, existiendo una diferencia de edad importante, elementos que coincidían perfectamente con el perfil diseñado sobre el agresor”, relata el documento.

Por su parte, la Procuraduría de Justicia de Nuevo León declinó dar entrevistas.

 

Accidente u homicidio

El diputado Teodoro Lozano manejaba hace 11 años de Puebla a Querétaro cuando perdió el control de su camioneta y perdió la vida, decían los primeros informes, bajo el influjo del alcohol. Sin embargo, la familia del congresista no creyó esa historia y aseguraban que había sido una represalia política por la oposición del perredista el proyecto Milenium, incluido en el Plan Puebla-Panamá, con el que se despojaría de sus tierras a cientos de campesinos.

Por ese 2001, Aracelí Manzo regresó de Cuba de haber tomado la capacitación en autopsia psicológica. “Había mucha duda y por eso se pide la autopsia psicológica, para saber si el diputado podía caer en un accidente imprudencial. Se llegó a la conclusión de que el diputado tenía una personalidad con características obsesivo compulsivo, muy rígida, que le gustaba tener el control de la situación, que no corría riesgos, tenía incluso en su camioneta un medidor de velocidad, no había la menor posibilidad de que hubiera manejado borracho ni sin precauciones, por tanto todo indicaba que no se trataba de un accidente, sino de un homicidio”, dijo en entrevista la especialista.

Finalmente, gracias a la autopsia psicológica, Aracelí Manzo consiguió que la Procuraduría General de la República reabriera el caso, con el veredicto de “muerte dudosa”, “pero ya por lo menos no se manejó como un accidente”.

 

Autopsia, sepultada por la burocracia

La autopsia psicológica tiene dos cunas. Una en Estados Unidos para análisis de “muertes dudosas” o probables suicidios. Y la de Cuba que suma el análisis criminal con potencialidad serial, con una alta tasa de éxito en cuatro de cada cinco casos. Sin embargo, en México aún no es tomada con seriedad, lo que da pie no sólo al rezago, sino también a que cualquier psicólogo ofrezca realizar esta técnica sin el debido entrenamiento.

López Orozco afirma: “Hay diplomados, pero no tienen validez oficial para perito. Se requiere algo más especializado. En el DF y en Querétaro estamos trabajando para que se tome como una pericial formal, porque ahorita sólo se ha manejado a nivel de investigación. Mientras que en Monterrey ya lo manejan como una pericial”.

A nivel de la “logística burocrática” –por llamarle de alguna manera-, el camino a la autopsia psicológica se encuentra empedrado por procedimientos en el que las diferentes autoridades entran a un juego en el que los participantes se pasan el balón sin ver en dónde va a caer, lo que provoca que esta práctica sea adoptada sólo en tres o cuatro casos por año, al menos en el Distrito Federal.

“Es el peritaje psicológico más difícil que hay porque requiere mucho entrenamiento y además mucha investigación de las fuentes, y ese luego es el problema, porque las fuentes no están accesibles o no quieren participar. Para que yo lleve acabo una autopsia psicológica, con la seriedad que debe ser, me requiere por lo menos 50 horas de investigación, esto es algo muy difícil y que lo complica la cuestión económica, porque difícilmente alguien puede pagar lo que vale”, explica más ampliamente Manzo desde la independencia que le da su consultorio propio.

El entrenamiento para autopsia psicológica consta también de 50 horas, promedio, además de que la persona que lo va a tomar debe tener un perfil encaminado a la psicología jurídica, psicología criminal y psicología forense.

“Me ha tocado que el tribunal tiene psicólogos como peritos y de repente aparece alguna autopsia psicológica y me llaman para que les explique qué hacer con eso. Lo que encuentro es que hay gente intentando descubrir en qué consiste la autopsia psicológica en internet o literatura, pero hay muy poca información al respecto, no tienen los elementos necesarios, y cuando uno no sabe, inventa, y termina distorsionando y falseando la información, lo que puede tener consecuencias nefastas”, explica Manzo.

Desde hace cuatro años, Aracelí Manzo busca año con año que el Consejo de la Judicatura de la Federación  (CJF) reconozca la autopsia psicológica como pericial, aún sin éxito. Y aunque el CJF no aclara en qué basa su criterio para aceptar o rechazar una pericial, Manzo está segura que este método traería ventajas en materia de investigación judicial al país, así como certidumbre en casos dudosos, por lo que seguirá insistiendo: “No sé hasta cuándo lo consiga, pero seguiré insistiendo, para que se fomente y entonces buscar la capacitación de más personas porque no podemos seguir siendo cuatro”.

Aunque en Nuevo León la autopsia psicológica ya se considera una pericial, en el respeto del país las tres especialistas siguen luchando para que sea aceptada la disciplina con la seriedad que requiere.

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