La Gaceta de Tucumán.-

De Camboya a México y de Sudáfrica a Canadá, miles de mujeres viven con las marcas en su rostro de la violencia machista que usa como arma el fuego o el ácido. No hay estadísticas oficiales para evaluar fehacientemente cuántas son las víctimas de este instrumento de terror pero, según cálculos de la organización Acid Survivors Trust International (ASTI), se producen 1.500 de este tipo de agresiones al año, de las que, en su gran mayoría (el 80%) son víctimas las mujeres. El 90% de los atacantes son hombres; casi siempre conocidos o con alguna relación con la agredida.

Este tipo de violencia no reconoce límites de etnia, religión o región geográfica. La mayoría de las agresiones se produjeron en países del sudeste de Asia, África subsahariana, India occidental y Oriente Medio; aunque se contabilizan cada vez más casos en América Latina.

En Argentina, fue un símbolo el caso de Wanda Taddei, que murió en febrero de 2010, con graves lesiones luego de que su pareja (hoy condenado a 18 años de cárcel) la roció con alcohol y le prendió fuego. Desde entonces, más de 50 mujeres murieron quemadas en todo el país, según el Observatorio de Femicidios en Argentina “Adriana Marisel Zambrano”, coordinado por la asociación civil “La Casa del Encuentro”.

Tucumán no está afuera de este mapa violento. María Medina, de 31 años, quemada viva por su novio, en su casa de Villa Luján, María Marquese Bernuncio, de 42 años, que agonizó durante un mes antes de morir en el hospital Centro de Salud, con lesiones en el 50% del cuerpo, son parte de la crónica roja de este año.

Los expertos coinciden en identificar estos actos como un intento desesperado por disciplinar o castigar a las mujeres que no se “ajustan a su papel” o que pretenden rebelarse. En el hecho de desfigurar a una mujer hay un mensaje: “si no sos mía no sos de nadie”, indicaron desde la Oficina de Violencia Doméstica (OVD), del Poder Judicial de Tucumán.

Además, desde el equipo que trabaja en prevención y contención de las víctimas insistieron en que no se debe considerar este tipo de agresiones como actos de “emoción violenta”. Es violencia premeditada, con intención de destruir al otro, entre otras cosas, porque las que no mueren, quedan marcadas de por vida.

“Los motivos más frecuentes para estos ataques son el rechazo por parte de las mujeres de las insinuaciones sexuales o las ofertas de matrimonio -dijo John Morrison, director de ASTI, en una entrevista publicada por el diario español El País-. O de maridos contra sus esposas, a las que pretenden repudiar o castigar, escudándose en acusaciones de supuestas infidelidades o comportamientos para ellos indecorosos”.

Como a las brujas en la Edad Media

Laura Casas, asesora jurídica del Cladem (Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres), reconoció que preocupa el aumento de casos. “A medida que pasan los años, se incrementan las víctimas de la violencia machista. Es cierto que se reciben más denuncias (lo que demuestra un empoderamiento de las mujeres), pero también hay que decir que, objetivamente, hay más feminicidios, esto es, las muertes de mujeres a manos de hombres, por el hecho de ser mujeres.

El elemento llamativo dentro de este panorama de crímenes es la extrema crueldad de la agresión. “Este método no es nuevo, puede aparecer repetido ahora, pero es histórico: hace recordar a la quema de brujas, en la Edad Media”, añadió la experta.

Los niveles de violencia en general contra las mujeres se evidencian en las estadísticas que recogió durante dos años la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) del Poder Judicial de Tucumán. En el organismo se atendió, entre abril de 2010 y el mismo mes de 2012, a un total de 4.733 personas, de las cuales 1.453 asistieron para pedir información; 298 correspondieron a hechos producidos fuera del ámbito de actuación de la OVD y los 2.982 casos restantes pertenecen a las jurisdicciones de San Miguel de Tucumán, Yerba Buena, Tafí Viejo, Banda del Río Salí, según consta en el sitio web del Poder Judicial.

El 81% de las personas afectadas son mujeres. Los varones denunciados suman 2.683, de los cuales 910 tienen más de 30 años y menos de 40. Mayoritariamente, la víctima y el agresor son cónyuges, de acuerdo con los datos que recogió la OVD.

Miguel Lorente, profesor de Medicina Forense de la Universidad de Granada, ha analizado los instrumentos que utilizan los agresores machistas. Aunque habla específicamente del uso del ácido, incluye en esta tipología a todos los métodos que signifiquen quemar a la víctima, tiene un doble objetivo: “Buscan ocasionar daño grave, mucho dolor y complicaciones severas; y, por otro lado, pretenden dejar a la persona marcada con secuelas estéticas brutales. Esto satisface al agresor que, si no mata a la víctima, deja de perseguirla y acosarla porque ve en sus cicatrices su firma y la devaluación de la mujer desde el punto de vista estético”, abunda el exdelegado del Gobierno español contra la Violencia de Género. “Es como si dijeran: ‘nadie te va a querer, te he marcado, he dejado mi firma’“.

Registros que no se toman

Un obstáculo para conocer la cantidad de víctimas es que este tipo de crímenes aún no se reconoce como tal. “Cuando llega una mujer quemada o golpeada a la guardia de los hospitales, se registra el motivo de ingreso como ‘lesiones’, pero no se consigna la causa, por lo tanto se desvirtúa la estadística de crímenes por razón de género”, explicaron desde la Red de Mujeres, que integra el Observatorio de la Mujer.

Además, las redes de prevención chocan con la propia resistencia de las víctimas a ver el peligro en el que se encuentran. “Muchas veces, por la propia vulnerabilidad y sometimiento que sufre, la propia afectada minimiza la situación de violencia, o la naturaliza”, contó una de las integrantes del equipo de la Oficina de Violencia Doméstica del Poder Judicial.