Cosecha Roja.-

“Soy yo, estoy bien. Cuidá a los chicos. No me busques”. La madre de Solange Aguirre estaba segura de que su hija jamás le enviaría un mensaje como ese. Sabía que ella no abandonaría a los niños, de 5 y 2 años, y que mucho menos se alejaría de esa forma, con una despedida tan confusa, tan vacía de explicaciones. Graciela Aguirre desconfió del sms que había recibido y siguió buscando a su hija, ahora temiendo que le había pasado lo peor.

El miércoles 5 de septiembre, Solange desapareció en Benavidez, norte del conurbano bonaerense. Su familia preguntó por ella a varios conocidos y puso la denuncia. Las cámaras de seguridad de la ruta 9 la vieron por última vez cruzando una calle. A las 7:45 de la tarde, la mujer había entrado a un supermercado chino a comprar cigarrillos; luego, caminó hasta la carnicería del padre de su hija menor. Ahí se le perdió el rastro. El mensaje de texto llegó después. El celular desde donde lo enviaron nunca volvió a estar encendido.

Graciela sospechó que el carnicero estaba involucrado en la desaparición de Solange. El video de seguridad era un indicio que se sumaba a los dichos de que él la golpeaba y la insultaba. Solange decía que ya no eran pareja, pero se veían con frecuencia.

Ese fin de semana, en la provincia de Entre Ríos, el hallazgo de cuatro pescadores paraguayos llamó la atención de la familia Aguirre. Una mujer decapitada, a medio enterrar, apareció en la zona de Zárate – Brazo Largo, al pie del río Paraná. No había motivos para creer que se tratara de Solange, pero era necesario descartar cualquier posibilidad.

El cadáver que hallaron los pescadores llevaba pocos días bajo tierra. El asesino o quien la enterró allí le había cercenado las manos y la cabeza casi con perfección quirúrgica. De inmediato, las autoridades de Paraná y de Gualeguaychú trataron de identificar a la víctima. Se percataron de que en toda la provincia no había denuncias de mujeres extraviadas con características similares a la que hallaron muerta: debía tener entre 25 y 30 años, ser de piel trigueña y con un tatuaje en el hombro.

Vecinos de Zárate – Brazo Largo especularon que se trataba de una prostituta y que tal vez la habían asesinado por una venganza mafiosa. El juez de instrucción N.º 2 de Gualeguaychú, Arturo Dumón, anunció que verificarían en los expedientes de mujeres desaparecidas de la provincia de Buenos Aires. No había más información al respecto.

A la familia Aguirre la llamaron desde la Fiscalía Especializada de Trata de Personas, de San Isidro, porque era posible que el cuerpo hallado junto al río Paraná fuera el de Solange. Graciela debía viajar hasta Gualeguaychú para reconocer el cadáver. Los tatuajes y las pruebas científicas completarían la identidad de la mujer decapitada.

A la salida de la morgue local, las lágrimas de Graciela lo dijeron todo. El juez Dumón dio los resultados oficiales y agregó algunos datos de la autopsia: a Solange la mataron primero y luego la decapitaron. Con la identidad confirmada, se inició la causa de homicidio en Benavidez, la localidad donde a la chica la vieron viva por última vez.

El primer sospechoso del crimen fue el carnicero Alejandro Reynoso, pues los cortes en el cadáver habían sido obra de alguien experto en cuchillos y disecciones. El fiscal Sebastián Fitipaldi, de la Unidad Funcional de Instrucción de Benavidez, solicitó que lo detuvieran junto a su hijo Sergio Reynoso, de 19 años. De la ex pareja de Solange se supo que tiene 41 años y es dueño de dos pollerías en la zona de San Isidro. Una de ellas, en la ruta 9.

Anoche, los dos detenidos declararon ante la Justicia. Alejandro confesó que la asesinó ese mismo 5 de septiembre después de una discusión: le enterró en el cuello un afilador de cuchillos. Sergio le ayudó a deshacerse del cadáver. Cortarle la cabeza y las manos fue lo único que se les ocurrió para borrar su identidad. Ambos conocían bien la zona donde la habían enterrado: solían ir los sábados a pescar patis y dorados, y sabían que entre semana era un lugar solitario.

En la confesión, el carnicero dijo que cubrió el cadáver con dos bolsas, lo puso en una camioneta y lo llevó hasta su casa, en Boulogne, donde le pidió ayuda a su hijo. Antes de que amaneciera el jueves llegaron a Zárate y se deshicieron del cuerpo. Fue Sergio Reynoso quien envió el mensaje de texto a la madre de Solange. Ayer entregó el chip del celular al fiscal Fitipaldi. Padre e hijo serán juzgados por el homicidio de la mujer de 22 años.