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Mientras le practicaban la autopsia al cuerpo de Wanda Navarro, víctima de la violencia machista, Soledad Ríos fue diagnosticada con muerte cerebral. Estaba internada desde el sábado, cuando su novio le fracturó el cráneo. Nunca lo había denunciado por violencia de género.

Con la cabeza quebrada y el ojo reventado de una trompada, el sábado a las 2 de la mañana, Soledad Ríos llamó al servicio de emergencia de Córdoba. Su novio estaba ahí. Sus dos hijos de 12 y 15 años también. Los médicos llegaron y le preguntaron qué había pasado.

—Me caí —alcanzó a decir.

La llevaron al Hospital de Urgencias, donde le diagnosticaron fractura de cráneo grave. Ese mismo día, unas horas después, los perros de Gendarmería encontraron el cuerpo de Wanda Navarro, de 15 años, asesinada en Jesús María.

A Soledad le pusieron asistencia respiratoria mecánica. Le hicieron tomografías. Nada alcanzó. El lunes a la mañana su encéfalo dejó de funcionar. “Hicimos todo pero no la pudimos salvar. Después de todos los estudios contemplados en el protocolo, lamentablemente tiene muerte encefálica”, dijo Cristina Gómez, directora del Hospital de Urgencias.

Mientras preparaban su cuerpo para ablacionar los órganos, la Policía detuvo a Leandro Daniel Brizuela, pareja de Soledad desde hacía dos años y la Justicia lo imputó por homicidio calificado por el vínculo. Dos acciones mecánicas, como la forma de respirar de Soledad durante las últimas horas de sus 38 años. Dos, como los femicidios que hubo en Córdoba en menos de una semana.

Los medios repiten que el asesino no tenía denuncias por violencia de género. Que era la primera vez que le pegaba. Un periodista le pregunta a una vecina de Soledad si Brizuela tenía rasgos violentos. La mujer lo mira y sorprendida le responde que no, que era un chico muy tranquilo, muy normal. “Un chico como vos, como cualquiera”, dice.