La Justicia condenó al agente Lucas Chávez y el sargento primero Rubén Leiva a prisión perpetua por el asesinato de Fernando “Güere” Pellico. El joven de 18 años fue baleado en 2014 cuando volvía con su primo de comprar unas bebidas para un asado. Los efectivos le dispararon cuatro veces por la espalda.

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Lee la crónica del primer día del juicio realizada por Agostina Parisí

A Maxi lo persigue un recuerdo: las últimas palabras de su primo. “No me dejes morir, negro”, le dijo Güere la noche que lo mató la policía.  El agente Chávez le había disparado por atrás, desde una patrulla con las luces apagadas. Una de esas balas le dio a Güere en la nuca. La otra, a Maxi en una pierna. Nadie intentó detenerlos, ni antes ni después de disparar. Malheridos, los dos se refugiaron en la casa del abuelo. Maxi vio cómo la campera de su primo se teñía de rojo y se desvanecía. Después se desmayó. Cuando recuperó el sentido,  Güere ya estaba muerto.

Hoy comenzó el juicio contra los dos uniformados de la Policía de Córdoba que les dispararon el 26 de julio de 2014. El sargento Rubén Leiva y el oficial Lucas Chávez están imputados por lesiones leves calificadas agravadas y homicidio calificado agravado. Según el abogado Lucas Giacometti,  Maxi será “la prueba viviente, el testigo fundamental”.

Maximiliano Peralta y Fernando ‘Güere’ Pellico, de 21 y 18 años, habían salido en moto a comprar vino y una Pritty en el entretiempo de un partido de Talleres de Córdoba. Ya era fin de semana y estaban comiendo un asado en lo del abuelo de ambos. Cuando volvían por la avenida Lino Spilimbergo, la única que permite el acceso al barrio, se cruzaron con un patrullero de la Policía. Allí estaban Leiva y Chávez.

Al verlos, los policías giraron en u, los siguieron unos metros con las luces apagadas y en silencio, hasta que comenzaron a disparar. Lo hicieron al menos cinco veces. La primera bala le rozó la cabeza a Maxi, que iba en el asiento de atrás sosteniendo las bebidas. La segunda le impactó de lleno en el muslo derecho. Al caerse de la moto, Maxi salió corriendo en dirección a lo de su abuelo. Güere manejó unos metros hasta que cuatro disparos lo bajaron al suelo. Al igual que Maxi, se arrastró hacia lo de su abuelo, donde unos minutos después falleció.

Ambos policías eran conocidos por reprimir a los jóvenes del barrio. “Llegué y vi a mi hijo muerto”, dijo el papá de Güere. “Y salí en el auto a buscar a los policías. Estaban en el monte viendo cómo ponerles un revólver”.

Marcelo Flores comía un asado en el taller mecánico de su amigo. Después de la balacera, los policías se acercaron a la puerta y los atendió. Volvió adentro y les dijo a los amigos: “Están locos, no lo puedo creer. Me pidieron un fierro. Bajaron a uno y se lo quieren poner al muerto”.

Maxi no tuvo la oportunidad de despedirse del primo. Luego de esperar la ambulancia durante una hora tirado en su pieza, lo trasladaron al Hospital de Urgencias y luego a  la Unidad de Contención del Aprehendido (UCA), detenido por resistencia a la autoridad. “Estuve esposado hasta en la camilla, como si fuera un delincuente”, dijo después.

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Maxi es el primo de Güere y principal testigo de la causa.

Policías que tiran a matar

El de Güere fue uno de los 22 casos de gatillo fácil cometidos por la policía cordobesa en 2014. Días después del asesinato, el entonces jefe de Policía Julio César Suárez dialogó con los medios: “Hoy la Policía tiene la decisión de salir a enfrentar a los ladrones que han hecho la vida imposible a la gente”. Y continuó: “cuando el enfrentamiento es muy grande el policía obviamente se defiende y tira a matar”.

Como la mayoría de sus vecinos, Güere y Maxi trabajaban en los cortaderos de ladrillos de lunes a viernes. “No sabés lo que es trabajar ahí”, dijo la madre de Maxi la noche del crimen. “Ayer con la helada que cayó los chicos habían estado con los ladrillos, para que venga un hijo de puta que ahora la tiene que pagar”.

Güere había comprado una moto en cuotas. Hacía poco había terminado de pagar la última. Soñaba con ser locutor de la radio que estaba por abrirse en el barrio.  Luego del asesinato las familias de la zona quedaron con miedo. “Después de lo de Güere, los chicos no quieren salir al barrio”, dijo la madre de uno de ellos.

En agosto de 2014, el padre de Güere denunció en Canal 10 haber sufrido amenazas de la Policía. “Entré a Los Cortaderos por la Spilimbergo y me tiraron un auto encima”, dijo. El periodista Dante Leguizamón los invitó al programa televisivo Justicia Legítima. Semanas después, la Policía regresó a Los Cortaderos con un operativo saturación. Los vecinos fueron reprimidos con balas de goma y allanaron algunas casas en busca de drogas.

El periodista Dante Leguizamón denunció la represión a través de Twitter. El jefe policial se indignó: lo llamó una decena de veces y hasta lo acosó por Twitter. Cómo Leguizamón no respondía, cruzó toda la ciudad y lo fue a buscar al canal de televisión donde trabajaba. “Estaba llegando a mi casa y me enteré de que el jefe de Policía fue al canal a buscarme y exigió hablar conmigo. Me llamó por teléfono y me dijo: si no venís ahora, ya, a juntarte conmigo, yo me voy a encargar de vos”, denunció el periodista a los medios.  Por este hecho, Suárez irá a juicio imputado por el delito de coacción.

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Todos los años, los familiares y amigos de Güere participan de la Marcha de la Gorra.

Hasta que mi primo descanse en paz

“La noche que pasó todo esto a mí me llevaron preso”, recuerda Maxi. “Estuve incomunicado, pero en un momento me dejaron hablar un ratito con mi mamá. Ahí me dijo que lo estaban velando al Güere. No pude parar de llorar”.

Desde aquel tiro en la pierna, Maxi no pudo volver a correr ni jugar al fútbol, como lo hacía con los vecinos de Los Cortaderos y Güere.  Esa dificultad para moverse no le va a impedir participar hoy de la décima Marcha de la Gorra, la movilización contra el gatillo fácil y la represión policial,  que este año coincide con el día de la primera audiencia del juicio. Esta vez la consigna será “¿Cuánto más? El Estado es responsable”.

En los próximos días, Maxi va a declarar en la causa. Su relato va a ser fundamental para reconstruir cómo mataron a Güere. Si la sentencia “sale bien”, Maxi piensa cumplir la promesa que tiene pensada desde hace tiempo; tatuarse en el torso el rostro de su primo y visitar la Virgen de Catamarca.  “Me sacaron lo más querido en la vida pero hoy estoy fuerte”, dice. “Voy a pelear hasta que mi primo descanse en paz”.

*Esta nota fue escrita en el marco de la Beca Cosecha Roja. También será publicada en Cba24n. Las fotos son gentileza del Colectivo Manifiesto.