Por Matías Máximo – Cosecha Roja.-

Cuando aparece la posibilidad de una metáfora, en la literatura de Washington Cucurto florencen las dominicanas, el sexo, la cumbia y las bailantas. En La culpa es de Francia el lector recibe una estructura clásica del género policial bañada con los colores locales del ambiente cucurtiano, matando al suspenso cada vez que está por aparecer con un punto de giro delirante, cómico.

Santiago Chichiardielo trabaja en la cooperativa de libros Eloísa Cartonera, escribe poesía y tiene la debilidad de enloquecer de excitación cada vez que una mulata dominicana se le cruza. Caminando por San Telmo, un día conoce a Francia, la mujer que lo hace delirar más que otras y que lo vincula con una mafia de las FARC: ahí empiezan los problemas en la vida de este “hombre simple”.

Los agentes colombianos le proponen a Chichiardelo el objetivo de lavar ocho millones de dólares en dos días, ¿Cómo?, comprando propiedades. ¿De qué manera sin generar sospechas?, ese es su asunto. Entonces Chichiardelo decide consultar a su madre, una emprendedora inmobiliaria del barrio Abasto, o más precisamente, una estafadora compulsiva.

Luz, la madre de Chichiardelo, es una mujer exhuberante a la que le gusta provocar todo el tiempo, incluso a su hijo, con el que tiene unas relaciones sexuales de lo más intensas cada vez que tiene oportunidad. La ambición de Luz la lleva a cruzar cualquier barrera del miedo, por eso no piensa en la venganza que los traficantes pueden planear después de ser estafados con la cooperativa “Sueños Baratielis”, un chantaje de doble partida en el que pierden tanto los narcos como los vecinos del Abasto.

En medio de las persecuciones donde aparecen dos policías federales antihéroes (policías que como todos en la novela tienen sexo duro en cada capítulo), la trama se complejiza con la aparición de un ejército de guineanas revolucionarias, un grupo de mujeres que busca liberar a su país de un tirano abusador. Hasta acá, si bien la historia sonaba disparatada, se sostenía el realismo, que se desprenderá del texto con una mona parlante y un Chichiardelo con dotes de bestia mutante, dejando paso a la fantasía.

Con un ritmo ligero y liviano, fundiendo colores flúo con cumbias amigables, desbordantes cuerpos dominicanos y sexo cada vez que se pueda; Cucurto incursiona en el género policial dejando su sello de prosa achicharrada por la cultura popular de bailanta, con una trama que fantasea la ciudad de Buenos Aires como una foto de Marcos López: bizarra, pop y despampanante.

 

La culpa es de Francia

Washington Cucurto

Editorial Emecé

216 páginas