Cuando la Justicia no escucha a la familia de una mala víctima

Embarazada de siete meses, Fernanda Maciel desapareció en Chile el 10 de febrero de 2018. Desde los medios apuntaron al perfil de ella: se habló de huida y hasta de vinculación con narcotraficantes, la buscaron en Bariloche y en una población donde vendían drogas. El cuerpo estaba donde siempre lo señaló la familia: en la bodega donde trabajaba el mejor amigo y presunto asesino de Fernanda.

Cuando la Justicia no escucha a la familia de una mala víctima

01/07/2019

Por Carolina Rojas en El Desconcierto

9:31. Día martes. Matinal “La mañana” de Chilevisión. La noticia del día es el hallazgo del cuerpo de Fernanda.

-Gracias por venir, ayudándote a sentir, sabemos lo que has pasado-, le dice el periodista Julio Cesar Rodríguez, como si fuera un amigo íntimo, de toda la vida, de Luis Petersen, quien está de invitado en el set. Lo saluda con un abrazo apretado para coronar ese afecto aparentemente impostado.

-Sí, estoy choreado-, dice la pareja de Fernanda, con los ojos hinchados.

-¿Cómo está?-, le pregunta una incómoda Monserrat Álvarez.

-Tranquilo, shockeado-, balbucea Petersen.

– (…) Hoy día has querido estar con nosotros. Se cierra una etapa, no sabemos toda la verdad, pero se cierra una etapa importante para ti. Le relataba antes que llegaras a mis compañeros, que una vez, fuera de cámara, estuvimos sentados en la madera, al lado de los arbustos, y me dijiste “Julio, cómo me ha cambiado la vida todo esto, mi vida no ha sido igual, yo no he podido ser la misma persona- , le insiste el animador.

Después siguen más preguntas íntimas respecto de su dolor, si quería que llegara o no ese momento de encontrar el cuerpo de su polola de esa forma y qué piensa ahora que se sabe lo que hizo Felipe Rojas. Parecen interrogantes que, para cualquiera, suenan insoportables. En un primer plano se ve a Petersen, apenas respira, se le humedecen los ojos, se queda mirando fijo, pero para los panelistas del matinal aún hay sentimientos que estrujar.

Sigue la entrevista y la explotación al sufrimiento.

-Luis, de acuerdo a tu conocimiento, es una pregunta fuerte, pero, ¿ella consumía drogas? Porque resulta un tanto extraño decir que se fueron a fumar un cigarro y no un pito, por ejemplo-, dice un inquisitivo Humberto Sichel. Agrega que quiere saberlo solamente para aclarar que una persona se fuma un cigarro en la puerta de la casa.

-¿O le hizo otro ofrecimiento? ¿Quizás la engañó? Es para entender bien- , agrega, como excusándose.

Sigue el tema, le deslizan la posible relación entre Fernanda y Felipe. No hay límites para el morbo.

***

Desde las primeras semanas después de la desaparición de Fernanda Maciel, el 10 de febrero del 2018, los matinales bombardearon a la audiencia con detalles escabrosos del caso. Se barajaron hipótesis sobre un amante taxista, el ajuste de cuentas de un narcotraficante y un viaje a Bariloche, Argentina. Que los psíquicos, las psicofonías y hasta la entrevista a una pareja que la habría visto en el aeropuerto.

Lo que pasó esa tarde ya es historia conocida: La joven fumó. Paola, su madre, le dijo que no le hiciera. Pelearon porque Fernanda podía tener el carácter difícil.

Ese día andaba con un vestido plomo, zapatillas blancas y se hizo un tomate en el pelo. Tomó su celular y caminó hasta el encuentro con su vecino Felipe Rojas después de haberse ´wasapeado´. Según la familia, uno de sus mejores amigos desde hace una década. ¿Qué podía pasar?

“¿Un smoking?” “¿Te queda smoking?” Eran algunas de los mensajes que intercambiaban siempre –y también ese día- con “El pipa” (Felipe), para referirse a fumar marihuana. Para ella, ese lugar, “la bodega”-a una cuadra de su casa- quizá era una instancia de relajo. Un espacio seguro.

Cuando Fernanda no apareció al día siguiente, su madre y su pareja estamparon una denuncia por presunta desgracia en la Quinta Comisaría de Conchalí. En ese momento empezó la pesadilla. 

Son las 9:40 de la mañana del jueves, un grupo de feministas se reúne con carteles para apoyar a la familia en la audiencia de formalización de Felipe Rojas. Gritan, “¡Ni una mujer menos, ni una muerta más!”, un cartel dice “Por mí y todas nuestras compañeras”. El frío congela las manos.

Adentro los periodistas se agolpan unos minutos antes de entrar.

En la sala, ya pasadas las 11 de la mañana, se ve a Rojas con la mirada fija en un punto perdido de la pared. No se inmuta, a veces baja la cabeza. Continua imperturbable cuando la fiscal Patricia Varas describe lo que a ratos se vuelve insoportable de oír: el trozo de género oprimiendo la garganta de Fernanda, su cuerpo semidesnudo y momificado, la ropa interior a un costado y más detalles indecibles. En la tercera fila, familiares y amigos llevan en sus manos la foto que inmortaliza a la joven en una selfie donde luce su vientre de siete meses. Se ve feliz.

Un grupo de mujeres llevan poleras que rezan “Justicia para Fer y Josefa”. Rojas tampoco reacciona cuando la fiscal lo interpela para decir que ha mentido. Ni cuando se echa por tierra la historia de que Fernanda se habría caído y golpeado la cabeza (la autopsia no arrojó golpes ni fracturas en el cráneo). La confesión la habría entregado entre sollozos a su ex pareja, Natalia Huentruquipay, tras explotar al ver un programa en la televisión.

El Ministerio Público, ante el Segundo Juzgado de Garantía de Santiago, finalmente formalizó a Felipe Rojas por homicidio calificado, aborto e inhumación ilegal.

-¡Asesino concha de tu madre!- , interrumpe Petersen a las 13:10. Y el llanto de la madre de Fernanda se siente como un eco. Pierde las fuerzas. Apoya su cabeza entre las manos.

***

Fernanda era de esas veinteañeras, como tantas otras. El pelo lacio, las selfies, la ropa de moda y muchas horas pegada a la pantalla del celular. Decenas de pares de zapatos que hablan de su vanidad. Un poco “cabra chica”, dirá una amiga más tarde, a la salida de la audiencia, y así lo dejó ver un matinal: las paredes lilas de su pieza y el nombre de su hija con letras de colores y de trazo infantil pintadas en una de esas murallas.

A Petersen lo había conocido un año antes de su asesinato.

Fernanda (21) se crió en una familia monoparental después de la separación de sus padres, en un barrio de Conchalí de casas grandes, donde las vecinas dicen que no la conocían mucho, sí de lejos, pero que “su amigo” parecía un hombre de pocas palabras. Fernanda había sido mesera del restaurante Johnny Rockets del aeropuerto internacional. Antes, barwoman. Y mucho antes, una niña para quien la vida no había sido nada de fácil: un paso por un Programa Especializado con Niños Niñas y Adolescentes en situación de Calle PEC, del Servicio Nacional de Menores Sename. Pero lo peor vino tras la muerte de su padre, Angelo Maciel, en 2012.

La fiscal menciona el colibrí tatuado en su espalda como una de los detalles del reconocimiento de su cuerpo. Agrega que los colores estaban intactos.

Muchas jóvenes se tatúan colibrís. Tiene un mensaje espiritual: son guardianes del tiempo. O simbolizan la resurrección.

Antes de Fernanda, hubo un caso similar en la misma comuna. Mariana Sepúlveda (19) que desapareció en 2008 y su denuncia quedó en el absoluto abandono. Según sus familiares, la teoría de un secuestro fue descartada por la PDI, quienes en algún momento pensaron que había decidido escapar por su cuenta. Las historias se repiten.

-En este caso hay violencia de género-, fue la frase que se le oyó en la audiencia a Pedro Díaz, el abogado de la familia de Fernanda. Mientras toma un café en el receso, cuenta cómo llegó a conocer a Paola, la madre de Fernanda. Dice que fue su hija quien conocía a uno de los familiares de la joven. Agrega que si bien nunca tuvo un caso parecido a este, sí ha tenido alguna experiencia con las denuncias de violencia intrafamiliar que llegan a los tribunales.

Confirma lo que en algún momento comentó el novio de Fernanda: la fiscal no escuchó a la familia.

– No las oyó, no sé si por quiénes son, o de dónde vienen. La fiscal, en un principio, no tuvo un buen trato con la familia como víctima, sino más bien como imputadas, un trato lejano. Luego de la reunión con el fiscal nacional esto cambió y fue más empática, sin embargo, respecto de las diligencias ella siguió sus líneas investigativas-, dice

Al abogado le ha tocado ver de cerca la desidia, le llama la atención la aparición de última hora de la Intendencia y de Sernameg como querellantes, porque dice que en ningún momento se acercaron durante la investigación y que hasta mandaron una carta pidiéndole ayuda a la primera dama.

-Nada, nunca hubo una respuesta o un acompañamiento de las instituciones que debieron estar ahí-, dice antes de irse al punto de prensa.

En las noticias del prime de TVN se presentó una nota donde accedieron al informe sicológico de Maciel, anuncian la exclusiva con el GC: “¿Qué tanto conocemos a Fernanda? Personalidad intensa y altas emociones”. Se habló de su falta de autocuidado, de una personalidad complicada, de consumo del alcohol y drogas, que había salido sola, embarazada, sin avisarle a nadie. La carnicería otra vez.

Fernanda es la mala víctima.