El minero Virgilio Gómez recorre las calles de un pueblo de Antioquia, en Colombia, y narra el asesinato de su hijo Francisco William, de diez años. La periodista Anamaría Bedoya nos regala esta crónica que forma parte de su primer libro “De oro están hecho mis días”. En el capítulo que presentamos cuenta la historia de la masacre del 11 de noviembre de 1988, la noche en la que un grupo de paramilitares de la organización Muerte a Revolucionarios del Nordeste entraron al pueblo lanzando granadas y descargaron sus pistolas contra las personas que a esa hora departían en el parque, bailaban en las discotecas y oraban en el templo.

En la masacre murieron 42 personas. Fue anunciada en los muros como venganza contra la población por elegir ala Unión Patrióticaen las elecciones de ese año. Nunca hubo reparación política ni simbólica; la masacre sepultó la dignidad de un pueblo que desde esa fecha estaría sometido al terror paramilitar. Anamaría Bedoya recuperó las voces de las víctimas y las hizo vibrar para contar sus historias.

 

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