De volta

Não poder sair, não poder falar, não poder estar, não poder ser.
Rafael Figueiredo, director del documental “De volta”.

Martín Cortés. Cosecha Roja.-

Brasil tiene una población carcelaria de 550 mil personas, la cuarta más grande del mundo. Uno de cada 350 brasileños está preso, y el número de personas privadas de la libertad crece a un ritmo mayor que el de la población total. En ese contexto, el Canal Futura decidió contar en el documental “De volta” las historias de cuatro de esos presos que durante la Navidad de 2012 tuvieron el privilegio de una salida temporaria de cuatro días. Los equipos de filmación acompañaron a Anderson, Leandro, Sonia y Midiã durante la vuelta a casa, el festejo y el retorno al encierro. “De volta” es una reflexión sobre la libertad (por lo tanto, sobre el encierro) y la familia. Es también una muestra de lo que no sabremos sobre Río de Janeiro durante los próximos años, mientras la Cidade Maravilhosa sea la capital deportiva del mundo.

Las historias fueron elegidas luego de entrevistar a 40 hombres y 20 mujeres preseleccionados por la Secretaría de Estado de Administración Penitenciaria de Río de Janeiro y por directores de las cárceles. El sólido trabajo de producción acerca a cuatro personas con diferentes penas y problemas a la hora de enfrentarse al mundo exterior. Ninguno aparece tras las rejas: el documental comienza en el instante que salen y termina cuando entran. Tampoco se conoce el delito por el que fueron condenados. Según Rafael Figueiredo, director del documental, esto ayuda a no tener preconceptos sobre los personajes y verlos no sólo como presos sino como los hijos, hermanos, madres, padres, esposas y maridos que son.

El documental contó con el asesoramiento de Luiz Eduardo Soares, antropólogo, politólogo y especialista en seguridad pública. Soares también es coautor de los dos best sellers en los que se basaron las películas Tropa de Élite 1 y 2. En una crítica del documental lo calificó como “lindo y emocionante” y aportó algunas reflexiones sobre la paralización de la vida del preso: una persona fuera de la sociedad, sin pasado, sin futuro.

Los cuatro personajes de esta historia salen por cuatro días. De ahí en adelante, dice Soares, caminan y hablan, pero no salen del lugar, mudos. Las biografías están irremediablemente embalsamadas. No podemos sino recordar cómo los presos llaman en Argentina a la cárcel: “La tumba”.

La historia de Anderson, preso desde hace 13 años, permite dimensionar las condiciones del encierro en el Brasil carcelario, ese país delimitado por rejas, con más población que Luxemburgo y contactos dosificados con el exterior. Anderson se perdió el final del último gobierno de Fernando Henrique Cardoso, los dos períodos de Lula y, actualmente, el de Dilma Rousseff. No vivió en la calle la emergencia del Brasil potencia y el Brasil pentacampeão de 2002. Y centralmente quedó afuera de la última revolución tecnológica y comunicacional, revolución que recién comienza y que todos los días se acelera un poco.

Canal Futura, acorde a los tiempos, decidió publicar el documental en su página web el 18 de abril y transmitirlo por televisión un mes después. Esta nueva estrategia de difusión contrasta con la experiencia de Anderson: en una escena en la pileta con su primo, éste le dice que haga cursos de informática en la cárcel para poder tener trabajo al salir. Palabras como Facebook, Twitter o incluso Windows lo abruman: su cara denota el espanto ante todo lo que alguien como él, taciturno y curioso, se está perdiendo.

El penitenciario es un problema muy pensado en todo el mundo. Michel Foucault, en su “Vigilar y castigar”, estudió cómo la sociedad decide castigar a sus criminales y describió la gran mudanza de la modernidad: de la tortura en la plaza pública al encierro entre cuatro paredes, del tormento del dolor al de la soledad. El pedazo latinoamericano del mundo tiene sus rasgos particulares: las cárceles son depósitos de excluidos cuya marginación se profundiza una vez dentro. ¿Qué pasa con los que entran y los que salen todos los días de las cárceles brasileñas y latinoamericanas?

Según Albert Camus “una sociedad se juzga por el estado de sus prisiones”. En casi todas las de São Paulo gobierna el PCC, una especie de central gremial de presos que mantuvo en vilo a la ciudad más grande del país en 2006 con atentados y asesinatos de policías. No es menor preguntarse, tampoco, qué papel cumple la prisión en la domesticación de los pobres y la reproducción de un sistema que empuja para arriba a los de arriba a costa de hundir a los de abajo. Y no es menor reparar, como hace Figueiredo, en el hecho de que “en el universo carcelario de Río de Janeiro, los presos tienen el mismo patrón: joven, negro, con baja escolaridad y envueltos en tráfico de drogas”. La situación en nuestros países, a pocos días de la Marcha Mundial de la Marihuana y con miles de procesados todos los años por consumo y narcomenudeo, habla de la actualidad de la cuestión y de la necesidad de ponerla en el centro del debate.

Brasil se prepara para albergar el mundial de fútbol el año próximo y los Juegos Olímpicos en 2016. La imagen de Río de Janeiro como ciudad del carnaval, de la fiesta y de la playa contrasta con la que muestra el documental. Sobre el final, Anderson vuelve a la cárcel en un colectivo que bordea la playa. Al fondo, detrás de su cara en primer plano, se ve el Pan de Azúcar, la postal carioca más famosa. “De volta” es el relato de dos movimientos: de regreso a la calle y de regreso a la cárcel. Es también un registro de los retazos que Anderson, Leandro, Sonia y Midiã dejan de sí en los lugares que visitan, familiares y extraños a la vez. La intensidad de las dos “vueltas” y la forma en que los personajes las viven hacen del documental una pieza de reflexión sobre el significado de la libertad sin perder de vista el contexto social en que tienen lugar las historias.

Para ver el documental se puede entrar acá. Y éste es el trailer.

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Foto: Canal Futura