militancia anarquistaDaniela Rea, El universal-. Suele estar en todas las marchas o manifestaciones, ya sea contra el proceso electoral, las televisoras, la reforma laboral, el maltrato animal o apoyando a los electricistas y maestros. Arroja huevos, revienta vallas, encabeza plantones y trepa a la Estela de Luz. Se llama Alejandro Montaño y se ha convertido en una figura visible durante movilizaciones sociales del último año.

Su última participación fue este 1 de septiembre, cuando fue detenido en el Monumento a la Revolución y puesto a disposición de un juez acusado del delito de resistencia a particulares, portación de objetos para agredir, delitos contra la salud, entre otras cosas.

A pesar de que sus amigos hicieron un intento de coperacha en Facebook, no pudo juntar los 22 mil pesos para obtener la libertad bajo fianza, por lo que la tarde del martes 3 de septiembre fue consignado al Reclusorio Sur.

¿Quién es el joven a quien los medios han bautizado como “el líder de los anarquistas” —aunque él asegura actuar solo— y que ha sido detenido tres ocasiones durante las marchas? ¿Qué busca al encarar a los granaderos?

A través de conversaciones con Alejandro; realizadas en octubre y diciembre del año pasado, y febrero de este año— reconstruimos su historia.

 

Alejandro cumplió 30 años este verano; vive en el Estado de México, donde tenía un café internet que perdió por falta de dinero para la renta y otras deudas. Estudió técnico en computación, pero cuando se graduó de la escuela sólo encontró trabajo como militar. Tenía entonces 20 años.

Me hice militar por necesidad. Vi una pancarta que decía “Únete a nosotros”; y como no tenía dinero ni opción, me uní a ellos. Me encantó la parte de los entrenamientos. Yo era militar comisionado a la PFP.

¿Les enseñaban a tratar mal a la gente?

En la militar sí, porque te hacen que veas por ti mismo, que delates al compañero, que no seas solidario. Tienen su reglamento, un librito verde que te debes aprender; deberían anexarle otro que se llame ética, moral, porque aprendes a obedecer como si fueras un perrito, pero no aprendes a saber qué está bien o mal.

Este canceriano salió del anonimato el 7 de julio de 2012, cuando logró colarse a la base de la Estela de Luz y trepar los 104 metros de altura hasta la cima durante la marcha del #Yosoy132 contra el proceso electoral.

Ese día le pidió a su madre que lo acompañara y apoyara sin condición alguna. Una vez en la plaza, y sin confesar su plan, le dijo que entretuviera a los policías. Mientras él escalaba la torre, los uniformados la regañaban por ser una mala madre y le advertían que se llevaría a su hijo hecho tortilla.

Su plan era dormir en la cima con una lona plástica impresa como perfil de Facebook, donde escribiría cada día alguna consigna, esperando que un helicóptero de los medios de comunicación la transmitiera. Su usuario sería México y se encontraría sin conexión.

El plan se vino abajo cuando los bomberos subieron a la torre por él y lo conmovieron diciéndole que ponía en riesgo su vida y la de los trabajadores.

Al día siguiente, cuando vio que Televisa no transmitió su protesta, fue a avenida Chapultepec a plantarse en huelga de hambre para exigir su derecho de réplica. Lo único que ganó fue la amistad de dos viejitas que le llevaban agua. También sumó amigos en Facebook.

Luego vendría la protesta contra el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) por el triunfo de Enrique Peña Nieto, donde tiró vallas. Después, el 9 de septiembre de 2012, la manifestación de Andrés Manuel López Obrador en el Zócalo, de donde salió decepcionado.

“No era el único. La gente le gritaba ‘revolución, revolución’. Yo estaba listo para irnos a la revolución, quería decirle que tomáramos pacíficamente el Palacio Nacional para que nosotros diéramos el grito y no”.

Durante  el Grito de Independencia sólo le quedó ir al Zócalo a arrojar huevos a los camarógrafos.

Cuando Alejandro habla lo hace aceleradamente y mueve los brazos para uno y otro lado,  como si tuviera urgencia por hacer. Aparenta ser un chico rudo, casi siempre vistiendo sus pantalones camuflados. En las protestas suele colocarse al frente dando y recibiendo golpes.

¿Cómo empezó tu interés por los problemas del país?

En el café internet que tengo me enteré del movimiento #Yosoy132 por las redes sociales. Los seguí en Facebook, luego en las calles. A la (Carmen) Aristegui no la escuchaba ni la conocía, ahora es la que me despierta en las mañanas. Hasta el vagabundo, hasta los pepenadores, los limosneros, todos ellos saben que nos roban. Somos mayoría los que lo sabemos, pero somos minoría los que estamos haciendo cosas.

¿Cómo esperas que la gente reaccione ante las protestas?

No quiero que la gente me escuche como un regaño, quiero que vea mi postura como una reflexión. La gente tiene que reaccionar, pero ¡ya!, porque cuando quieran actuar quizá ya sea demasiado tarde. Hace falta radicalizarse y revolucionarse. Al principio pensaba que la violencia no lleva a nada, pero sí hace falta un piquete de costillas para que sepan que estamos ahí y no nos vamos a dejar, porque se burlan, dicen ‘son minoría’. A mí me da mucha alegría ver que antes la gente estaba agachada y ahorita veo que la gente
quiere darle. Se oye feo, pero no nos dejan otra opción, el gobierno está acorralando.

Agrediendo al granadero

Alejandro  se decepcionó del #Yosoy132 y de López Obrador por no tomar acciones radicales y así, en solitario, llegó el 2 de octubre de 2012 al Senado, cuando se votaba la reforma laboral.

Ese  día, los granaderos les arrojaron las vallas para que las camionetas de los senadores entraran al recinto. Alejandro se llenó de coraje y mientras los otros jóvenes lanzaban consignas, se acercó en silencio, abrió su mochila y sacó una bolsa de plástico que embarró en la cara de un granadero. Era caca de su perrito. El plan original era arrojarles huevos, pero el medio kilo que compró una noche antes fue cocinado por su madre, en el desayuno.

“El gobierno no nos hace caso y tenemos mucho coraje, ellos solitos han provocado que haya más violencia. Les hemos avisado y poco a poco hemos ido evolucionando en las protestas, que si no nos hacen caso puede terminar mal”, dijo en aquella ocasión.

Después de la agresión al policía fue detenido y golpeado. Él respondió con una queja ante la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF).

En noviembre de 2012 protestó contra el maltrato a los toros frente a la Plaza México. En esa ocasión fue acusado de robar el radio a un policía, pero una semana después fue liberado. Esa vez consideró abandonar la protesta porque no sintió solidaridad.

Alejandro ha sido migrante -estuvo año y medio en Estados Unidos, después de dos intentos-, militar, dueño de un café internet, policía.

Yo fui policía en la auxiliar del Estado de México, duré como cuatro meses. Perdí a alguien que quería y me salí. Fíjate, por estar yendo a trabajar, por estar echándole ganas y doblar turno, descuidé a mi ser querido…, narra.

¿Perdiste a tu pareja?

Nah! Perdí a mi mascota. Por doblar turno la dejé afuera en la lluvia, le dio pulmonía y se murió. Bambi, mi perrita, era mi única amiga.

Luego de este suceso Alejandro dejó el trabajo y se dedicó a su café internet. A veces, cuando va a las marchas, se pone el collar de Bambi, como amuleto.

¿Qué mensaje te gustaría dejar a la gente? Quizá leerán sobre ti y pensarán que eres vándalo.

La primera cosa es recalcar que ya no vean Televisa. La segunda, no le crean a la gente, tengan criterio propio. Y me gustaría dejar una posdata: me gustaría que se hiciera algo por los animales, que no haya maltrato como en las corridas o en las electrocutadas de perros en las perreras. Ellos son animalitos, pero también sienten, y no tienen a nadie. Por lo menos los hijos tienen a sus papás, los animales no.

El abogado de Alejandro, Miguel Méndez, dice que no ha podido acceder a los exámenes periciales de las supuestas pruebas que le encontraron en su mochila, como mariguana y una navaja. Y que su cliente fue golpeado en el arresto.

Así es el joven radical que arroja huevos, tumba vallas, trepa inmuebles y pide un mundo más justo para los animales.