Desde Washington: ¿Cómo se vivió la toma de posesión de Biden?

La era Trump terminó con el ex mandatario saliendo en helicóptero. Biden pidió unidad desde una capital amurallada por un enorme operativo de seguridad. Lo cuenta Luz Mely Reyes

Desde Washington: ¿Cómo se vivió la toma de posesión de Biden?

20/01/2021

Por Luz Mely Reyes

Foto: AFP/Télam/VIC

La era Biden inició el martes en la noche con un homenaje a los más de 400 mil personas que han muerto en los Estados Unidos debido a la Covid-19. Una clara señal de sus prioridades. Y este 20 de enero todos los mensajes enviados fueron como los versos de la joven Amanda Gorman, cuyo poema, The Hill we Climb, fue una declaración de amor a su país y a la democracia, sin dejar de reconocer los retos que enfrenta esta nación.

¿Dónde podemos encontrar luz en esta sombra sin fin? es el segundo verso de “The Hill we Climb”, un poema que culminó en días. La toma del Capitolio inspiró algunos de los versos, de acuerdo con The New York Times.

Cubierta con un abrigo amarillo, uno de los colores del Pantone de 2021, Gorman, de 22 años, recitó durante cinco minutos su obra y mientras lo hacía era como remover las capas de una “Una nación que no está rota sino simplemente inacabada”.

El presidente Joe Biden y la vicepresidenta Kamala Harris llegaron a la capital del país más poderoso del mundo el martes en la tarde. Horas después, al pie de monumento a Linconl, y frente al espejo de agua, una pileta, en donde se refleja el Obelisco, rendían homenaje a las víctimas de la pandemia.

Biden y Harris estaban acompañados de sus respectivas parejas. Mirando hacia la fuente de agua, que en la cultura popular se hizo más conocida por una escena de Forrest Gump, que por la marcha del millón de hombres hacia Washington DC- uno de los hitos de la lucha por los derechos civiles- lucían tan solos y aislados como muchos de quienes han enfermado por el coronavirus.

Estaban confinados contradictoriamente en un espacio que suele estar lleno de gente y que en los últimos días ha sido cercado por razones de seguridad.

Durante los días previos a la toma de posesión, Washington DC se convirtió en una ciudad fortificada, con cientos de kilómetros cubiertos por rejas y barricadas temporales.

Este miércoles tantas vallas convirtieron las inmediaciones del Capitolio y de la Casa Blanca en zonas de alta seguridad. Efectivos del FBI y del Servicio Secreto eran fácilmente identificables en las calles, donde abundaron policías y guardias nacionales armados. Hasta los ríos Anacostia y Potomac, que corren por la ciudad, eran custodiados. La sensación de que algo podía salir mal se avivó en los últimos días. En estaciones del Metro, también fueron apostados guardias nacionales armados. Cualquiera podía fotografiarlos y grabarlos.

Lo que suele ser una fiesta masiva para festejar la democracia, fue en esta ocasión una celebración discreta. Los washingtonianos acataron la petición de su alcaldesa Muriel Bauser de ver los actos protocolares por televisión.

Mientras, en las calles aledañas al Capitolio y a la Casa Blanca la mayoría de quienes andaban eran periodistas, participantes de alguna actividad, curiosos que buscaban documentar el histórico día, algunos activistas y vendedores ambulantes de prendas souvenirs.

Este 20 de enero fue un día para no hablar de Donald Trump.

Aproximadamente a las 8.17 de la mañana de este miércoles, la pareja presidencial abordaba un helicóptero en los jardines de la Casa Blanca para ir a la base militar donde subieron el avión que los llevó al estado de Florida.

En CNN musicalizaron con “My way” mientras en un insert en la pantalla se leía: un nuevo inicio.

El ex mandatario, de todas maneras, tiene la capacidad para hacer que todo gire alrededor de él. Se le veía cuando disputaba la candidatura republicana en 2015. Incluso cuando perdía un match, se adueñaba de la conversación.

Esta vez fue igual. Mantuvo en suspenso a todo un país. Y en su último día incluso hizo algo para ser recordado. No asistió a la entrega del poder, dando un mensaje que parecía decir: el poder no se entrega.

Porque Trump tiene 70 millones de votos, porque Trump tiene seguidores que creen ciegamente que le robaron la elección, porque Trump lanza una amenaza que parece fanfarronada: nuestro movimiento apenas empieza.

Joe Britter, uno de quienes votó por Trump, caminaba solitario por la calle 9, cercano a la avenida Pensilvania. Llevaba una gorra que gritaba “Make America great again”. Era como un cartel en un desierto. Había atendido a un llamado de un rally de seguidores de mandatario, pero me dijo, amargamente, que fue el único en aparecer en la cita.

Consultado por su punto de vista, responde que ellos tenían el mejor candidato, los recursos, pero que el partido republicano no tomó las decisiones adecuadas.

Dice que hubo fraude pero no suficiente para cambiar los resultados. “Si con todo lo que tenían, no pudieron ganarle a Biden, no sé qué harán”.

Ante la pregunta de si apoyaría a Trump nuevamente, responde que lo tendría que pensar porque a los contribuyentes les han pedido hasta mil dólares semanales para la elección.

El reto

El presidente Biden usó las palabras con sentido estratégico en su discurso y ofreció las claves hacia donde marcha.

“Pocas personas en la historia de nuestra nación han sido más desafiadas o han encontrado un momento más difícil que el tiempo en el que estamos ahora. Un virus de una vez en el siglo que acecha silenciosamente al país. Ha tomado tantas vidas en un año como las que América perdió en toda la Segunda Guerra Mundial. Se han perdido millones de empleos. Cientos de miles de empresas cerraron. Un grito por la justicia racial, unos cuatrocientos años en ciernes nos mueve. El sueño de la justicia para todos ya no se aplazará más. Toda mi alma estaba en ello hoy. En este día de enero, toda mi alma está en esto: Uniendo a América, uniendo a nuestra gente, uniendo a nuestra nación. Y le pido a todos los estadounidenses que se unan a mí en esta causa”.

Luego de hacer una ofrenda en el cementerio de Arlington se instaló en su nueva casa. Desde allí, intentará reunir a “un país que está magullado pero entero”.