Diario de una puta en Instagram

Georgina Orellano empezó a contar su día a día a través de historias de Instagram. Sólo en la primera semana la siguieron 100 mil personas y le mandaron miles de mensajes. Pedagogía desde las redes para sacar del clóset al trabajo sexual

Diario de una puta en Instagram

Por Cosecha Roja
29/01/2021

Foto cortesía de Julieta Bugacoff para Distintas Latitudes 

A principios de enero Georgina Orellano empezó a mostrar su día a día desde su perfil de Instagram. Buscaba dar cuenta de cómo es el trabajo que ejerce desde hace 15 años. De lunes a viernes mostró desde el momento en que salía de su casa, llegaba a la esquina, se encontraba con su compañera de trabajo, negociaba con los clientes, subía a un auto, iba a un hotel, volvía a la esquina, charlaba con un vecino, pasaba calor, tomaba algo en un bar, regresaba a su casa, abrazaba a su hijo. En total, más de 100 mil personas la siguieron día a día viendo las historias y fueron miles los mensajes que le llegaron con preguntas y dudas sobre cómo es el ejercicio del trabajo sexual. 

Esta semana fue más allá. Cambió la cotidianidad por la pedagogía y empezó a dar clases sobre los distintos modelos que han implementado en el mundo para regular o prohibir el trabajo sexual y explicó cuál es la propuesta de Ammar, el sindicato que representa a trabajadoras y trabajadores sexuales de la Argentina. El gremio es parte de la CTA desde hace más de 25 años y que en la última década entró de lleno en el movimiento feminista. La llegada a los feminismos no fue fácil y es un tema que divide aguas entre quienes apoyan la despenalización del trabajo sexual y quienes dicen que debe ser abolido porque no es un trabajo.

“Mucha gente muestra su vida en Instagram y se me ocurrió hacer lo mismo como trabajadora sexual. Me nació hacerlo porque se habla mucho de nuestro trabajo y, más allá de la discusión dentro de los feminismos, se plantea como un mundo aparte y aislado. Hay una idea de que es un ambiente de oscurantismo, peligroso, donde no hay autonomía, poder de decisión y relaciones sociales, donde nosotras todo el tiempo estamos sometidas”, explica a Cosecha Roja la secretaria general de Ammar.

Para la dirigente gremial esa mirada sobre la prostitución borra no solamente a la trabajadora sexual como sujeto político, sino la idea de trabajo: “Se pierde a la trabajadora que sale patear la calle y que se busca mango, que charla con sus compañeras, que genera herramientas, se ríe, comparte experiencias y negocia con sus clientes como cualquier trabajador. También quería romper con el prejuicio de que el cliente viene y te define el precio y el servicio, cuando es al revés”.   

Georgina Orellano pensó que el contenido podía interesarle a parte de sus seguidrxs, pero nunca se imaginó las repercusiones que tuvo. “La mayoría de los mensajes son muy positivos. Mucha gente me dice ahora entienden que nuestro trabajo es igual a cualquier otro. Se generó más empatía”, cuenta.

Además de los mensajes en redes, la movida tuvo otras repercusiones para el trabajo de las putas. Muchos vecinas y vecinas de los barrios donde se ejerce el trabajo sexual empezaron a preguntarse qué podían hacer. “Buscamos despejar la idea de llamar a la policía cuando se ve a una trabajadora sexual y buscar otro mecanismo. Está bueno acercarse y decirle que vivís cerca, que si no tiene batería en el celular puede cargarlo en tu casa, que cuando quiera pasar al baño o tomar un vaso de agua. Hay un montón de cosas que se pueden hacer que no implican apelar a una mirada punitiva de nuestra actividad”, agrega la secretaria de Ammar.

Bajo la misma premisa de mostrar cómo la cotidianidad del trabajo sexual, el aniversario 17º del femicidio de Sandra Cabrera fue la excusa para un ejercicio de memoria histórica. La regional Rosario de Ammar organizó un recorrido en postas por la zona roja de Rosario en la que fue asesinada en enero de 2004.

Georgina Orellano pensaba mostrar sólo una semana de trabajo. Pero fueron tantos los mensajes que pedían más información que siguió haciéndolo. La tercera semana, que coincide con el aniversario de la muerte de Sandra Cabrera, fue por otro camino: la pedagogía.

A través de historias responde a dudas respecto a la legislación y explica qué es lo que piden las trabajadoras sexuales. “Nos dimos cuenta que hay muchas personas que creían conocer el mundo del trabajo sexual, pero están o mal informados o nunca le han preguntado a una trabajadora sexual que es lo que ella le pide al Estado”, explica. Una de las mayores confusiones aparece es respecto al modelo a seguir. En el mundo se han implementado cuatro modelos: regulacionismo, reglamentarismo, abolicionismo o prohibición.

Ninguno es por el que pelea Ammar, que busca la despenalización del trabajo sexual. Este modelo busca eliminar todas las sanciones penales al ejercicio del trabajo sexual para personas mayores de 18 años, con la premisa de que estas penalizaciones criminalizan y exponen a quienes lo ejercen a la violencia institucional y policial. Es decir, sacar al trabajo sexual del Derecho Penal y que esté en el Derecho Laboral. El discurso es similar al de la despenalización del aborto. Una de las medidas que piden al Gobierno Nacional es la inclusión de la categoría de trabajadorxs sexuales en el monotributo, la posibilidad de tener obra social y jubilación. 

Las clases a través de historias seguirán porque los pedidos de lxs usuarixs no paran. Uno de los temas que se viene es el ejercicio del trabajo sexual con personas con discapacidad/diversidad funcional.