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Juan Ignacio Novoa buscó en internet cuál era la mejor forma para deshacerse de un cuerpo. Había matado a Walter Farías de tres tiros, dos en la cabeza y uno en el abdomen, en el negocio de alfombras y pisos flotantes que administraba su mamá. Guardó el cadáver de su compañero de trabajo y amigo por tres días hasta que logró tirarlo como si fuera basura. El 7 de noviembre el Tribunal Oral en lo Criminal 1 de Mar del Plata lo condenó a 15 años de prisión por homicidio agravado por arma de fuego. Dieciocho días después apareció ahorcado en una celda del penal de Azul.

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Una motosierra, líquidos químicos para eliminar la sangre y un manual de criminalística. Esas fueron las búsquedas online que los peritos de la policía científica encontraron en la computadora del local “Unión Carpet”, el escenario del crimen. “No hay duda de que fue él”, dijo Celia de Caro, la abogada de Farías, a Cosecha Roja.

El asesino despedazó el cuerpo, metió las partes en bolsas de residuos y las guardó dentro de un mueble para el televisor. Tapó todo con unas mantas y con las latas de pintura que antes había usado para limpiar las manchas de sangre de las paredes.

Después pidió ayuda: quería tirar los restos de Walter en el bosque Peralta Ramos. Uno de los conocidos a los que llamó se negó -y en el juicio testificó en su contra-, pero Adrián Galluzo, amigo de antaño, accedió al pedido. Ahora fue condenado a dos años de cárcel con declaratoria de reincidencia por encubrimiento agravado (tenía antecedentes penales). Su defensa había alegado que el joven no sabía que transportaban un cuerpo.

Novoa llamó a un flete y con Galluzo subieron las bolsas a la camioneta. El olor a muerto era intenso. El fletero, que era policía retirado, llamó tres veces al 911 pero nadie acudió al lugar. Al día siguiente se presentó en la comisaría y declaró lo que había visto.

Una semana después del crimen, el 20 de enero del 2012, apareció el cuerpo del joven de 27 años. Estaba completamente quemado. Un cartonero había echado fuego a las bolsas porque creyó que se trataba de un perro muerto. Pero se asustó cuando encontró algunos restos humanos en los alrededores. La policía logró identificar a Walter por las huellas y los dientes.

Walter era el penúltimo de una familia de cinco hijos. Los padres estaban separados pero “tenían buena relación con ellos”, contó De Caro. Había terminado el secundario, trabajó un tiempo en el local de alfombras de la calle Alvarado y luego en un kiosco. Tenía una causa por venta de drogas y había estado preso. “Estaba lejos de ese mundo”, dijo la aboga de la familia de Walter. También negó que Walter fuera el proveedor de Novoa como sugirió la defensa durante el juicio.

No hay certezas de la causa del asesinato. Durante el debate oral se discutieron hipótesis de una posible pelea entre ambos. La familia de Walter había pedido 30 años de prisión por homicidio agravado para Novoa y seis años por complicidad para Galluzo. La fiscalía pedía 13 años para Novoa. Ambos fueron condenados este mediodía.

Foto: Archivo Quedigital.com.ar / Kito Medes