yaninagonzalezIICosecha Roja.-

Él quería tener relaciones sexuales y ella no. El 16 de agosto de 2013 Alejandro Fernández le pegó a Yanina González por última vez. Después golpeó a Lulú -la hija de ella con una pareja anterior- las encerró a las dos y se acostaron. Yanina tenía 23 años, seis meses de embarazo y un retraso madurativo. Esa noche no pudo dormir, notaba que su beba no era la de siempre. El sábado a la mañana, cuando él se fue de la casa, ella se escapó y la llevó al hospital. Lulú tenía dos años y murió de una hemorragia interna y Yanina quedó detenida por “abandono de persona”. El 23 de febrero empieza el juicio en los tribunales de San Isidro y Alejandro Fernández no está ni siquiera acusado.

No era la primera vez que Alejandro amenazaba con pegarle a la beba: era cotidiano. Tampoco fueron una excepción los golpes a Yanina. “Ella naturalizaba la violencia porque su papá -que la crió desde que la mamá la abandonó- también era violento”, contó a Cosecha Roja Carina Leguizamón, de Vecinos organizados de Moreno. Ese sábado a la mañana cambió todo. Salió de la casa con Lulú en brazos, pidió prestada una SUBE porque no tenía y fue al centro comunitario Gallo Rojo. Ahí ya la conocían: la habían ayudado a irse de la casa de un novio violento. Nadie notó que Lulú estaba tan mal, pero sí que estaba decaída. Entonces la acompañaron al hospital. “Cuando Lulú murió, a Yanina le tomaron declaración y quedó demorada en la Comisaría de la Mujer de Del Viso”, contó a Cosecha Roja Matías Schroeder, de Gallo Rojo. No pudo asistir al entierro de Lulú porque consideraron que “era un peligro y podía escaparse”. Después la trasladaron a la Unidad 33 de Los Hornos (La Plata).

Aunque la autopsia determinó que la niña murió de un golpe contundente y los que la conocen aseguran que Yanina no tiene fuerza suficiente, Alejandro Fernández no es ni siquiera sospechoso. Durante 2013 y 2014 los integrantes de Gallo Rojo lo denunciaron por amenazas. La fiscal a cargo del caso de Yanina -Carolina Carballido Calatayud, especialista en Violencia de Género- abrió otra causa para investigar a Fernández. “Nos enteramos de casualidad: no citó a Yanina ni a personas cercanas. Solamente declararon la hermana y el cuñado”, dijo Schroeder. El hombre sigue libre y va a testificar en contra de Yanina, que está con prisión preventiva desde hace un año y seis meses.

En la cárcel le sacaron las esposas sólo para parir a Tiziana el 5 de noviembre de 2013. Un tiempo después la abogada le consiguió el beneficio de la prisión domiciliaria. Pero había un problema: no tenía domicilio ni familia. En esa misma época a Carina se le moría su onceavo hijo, un bebé de un año y ocho meses, de una cardiopatía. Cuando se enteró de la posibilidad de Yanina, ofreció su casa. “Ponele mi domicilio”, dijo la militante de Vecinos de Moreno. Y empezó a visitarla en el penal. Tardaba más de cuatro horas hasta la cárcel. Yanina y Carina se fueron encariñando. “Ella estaba preocupada porque su bebé no conocía la calle. Entonces yo me la empecé a llevar”, contó Carina a Cosecha Roja. No siempre le alcanzaba la plata para ir y venir, pero siempre que podía lo hacía.

El 3 de diciembre le otorgaron la prisión domiciliaria y Yanina se mudó a lo de Carina. “Las fiestas fueron muy duras para las dos: pensábamos en nuestros bebés”, cuenta Leguizamón. El último 24 de diciembre a Yanina la vistieron de fiesta: le pusieron sandalias altas, un jean blanco y la peinaron. Aunque le molesta que la toquen estaba contenta. Fue la primera vez en su vida que pasó una Navidad en familia.

Durante el día Yanina juega a las cartas, se divierte con los niños de la casa, corre, escucha Romeo Santos y sale hasta al jardín. No puede ir más allá de la reja porque suena la alarma que le recuerda que está presa. El 23 febrero empezará el juicio. “Vamos a pedir la excarcelación: no hay pruebas y el médico forense opina, como nosotros, que los golpes fueron fuertes. Ella no podría haberlo hecho”, dice Carina.

Aunque la joven tiene esperanzas de que se haga justicia, le teme al momento en que esté sentada frente al tribunal. No le es fácil hablar de ese día. Apenas puede contar que cuando Fernández le pegó a Lulú ella estaba en el baño, que cuando salió la vio acurrucada en la cama y supo lo que había pasado. “En ese momento siempre se pone a llorar y no puede terminar el relato”, contó la vecina.