violencia de género Uruguay - F. Ponzetto

Eduardo Barreneche – El País Uruguay.-

Ocurrió en la noche. La pareja discutía a menudo. Vecinos de toda la vida del barrio Las Canteras de la Cruz de Carrasco recuerdan, que hace 14 años, el hombre, un pintor de casas, golpeaba a menudo a su mujer. Ella aparecía con ojos morados y golpes en el rostro. Confesó a la justicia penal que enterró el cuerpo en el patio.

La mujer se casó muy joven con el pintor de casas. A mediados de la década de los ochenta se instalaron en una pequeña casita ubicada en Leonardo Fernández a la altura del 2849 y Francisco José Rodríguez. Tuvieron seis hijos, cinco mujeres y un varón.

Huérfana de padres, la mujer aguantó estoica su mala vida. “Es una historia muy triste. Esa mujer sufrió mucho”, relató una vecina a El País. Todos los vecinos sabían que el pintor la golpeaba. Era otra época. El vecindario miraba para otro lado: era un problema de la familia.

En la pequeña casita, la familia vivía con gran estrechez económica. Al pintor no le salían trabajos a menudo. El tema económico y la violencia doméstica fueron minando a la pareja al punto que el pintor comenzó a dormir con un cuchillo debajo de la almohada.

Hace 14 años, la mujer le sacó el cuchillo y lo mató de una puñalada. Luego enterró el cuerpo en el fondo de la casita. No se sabe si recibió ayuda de alguien para cargar el cuerpo.

Al otro día, les dijo a sus hijas y a su único hijo que el padre se había puesto el traje azul y había viajado a Italia.

Una hija que no vivía con la madre denunció la desaparición del padre. En el barrio también extrañó la ausencia del hombre.

“Nadie preguntaba mucho. A todos nos llamó la atención la falta del hombre. Pero la familia se atrincheró aún más en la casita”, dijo la vecina.

A unos pocos vecinos de la cuadra, la mujer repitió la misma historia que a sus hijas.

Uno de los suegros de la mujer detenida dijo a El País que su esposa le dijo que, cuando ella tenía 20 años, su padre se había ido de la casa.

“Mi esposa jamás habló de un pacto secreto con la madre. Ella no sabía nada de lo que le había ocurrido al padre”, dijo el hombre mientras cuidaba a una bebé de tres meses. La madre de la bebé era una de las hijas detenidas de la sospechosa.

Otro yerno de la mujer acusada dijo a El País que su esposa tampoco sabía nada de lo que había ocurrido con el padre hace 14 años atrás.

En el Juzgado Penal, las cuatro hijas de la mujer relataron no tener ninguna vinculación con la desaparición del padre.

Se aguarda la declaración del hijo. Poco después de la desaparición de su padre, ese joven concurrió a una fiesta con el traje azul que supuestamente su padre había usado para irse a Italia. Ello también llamó la atención de varios vecinos que concurrieron a la fiesta. Y también de la hija que otra vez concurrió a la Policía a exigir que no se cerrara el caso.

La jueza Odriozola y la fiscal María Cristina González analizarán y resolverán hoy sobre si procesan o no a la mujer de 57 años por matar y enterrar el cuerpo de su esposo en 2001.

En el juzgado, la mujer señaló que el crimen fue en defensa propia porque el hombre la quiso agredir.

Fuentes del caso indicaron a El País que todavía no se probó la existencia de violencia doméstica en la familia y que para hoy fueron citados a declarar vecinos de la detenida para que testifiquen sobre si el pintor golpeaba o no a su cónyuge.

A funcionarios del juzgado, la magistrada señaló que se trataría de un caso inédito en la historia criminal del país y que jamás había visto algo igual en su experiencia como jueza.

Los vecinos señalan que la mujer acusada es una persona muy servicial y atenta.

“No justificamos lo que hizo. Pero era alguien muy solidaria. Si había un problema en la cuadra, ella estaba pronta para ayudar”, relató otra vecina.

Luego de la desaparición del único ingreso familiar, la mujer comenzó a trabajar en un supermercado de la zona para poder criar a sus seis hijos.

Trabajó varios años en ese local comercial.

Con el pasar de los años, las hijas se fueron casando y el patio se fue achicando hasta quedar muy pequeño.

Los yernos de la mujer acusada, personas de trabajo, levantaron, con mucho esfuerzo, sus casitas al fondo de la vivienda de la mujer y fueron armando sus familias.

Ninguno de ellos imaginaba el secreto que guardaba el patio. Otro de los yernos de la mujer intentó levantar una casa en el patio pero se quedó sin dinero. Las varillas y paredes de bloques de escasa altura son las pruebas materiales de un proyecto de vivienda trunco.

Un muro de unos dos metros de altura, de bloques, divide el patio de la calle Francisco José Rodríguez. En el verano, los nietos de la mujer acusada armaban una piscina en el patio sin sospechar lo que yacía a poca distancia de la superficie.

Foto: F. Ponzetto