Jorge Beltrán, Oscar Iraheta. El Salvador.-

A veces, la Policía (…) llega tarde; otras (veces) no atiende las denuncias y (otras veces) no se ocupa de las mismas”, dijo el presidente Mauricio Funes, el miércoles anterior, en un discurso a través del cual pidió reformas legales y ordenó a la Policía y a la Fuerza Armada más protagonismo para combatir la violencia contra la mujer.

Por lo menos una de esas tres actitudes asumieron los agentes, según fuentes policiales allegadas a la investigación, en el caso de la atleta de lucha olímpica Alisson Renderos, secuestrada y asesinada por pandilleros hace poco más de un mes.

Tres días después de que la joven vicentina desapareciera, a la Policía de San Vicente le proporcionaron información referente a que a la deportista la tenían privada de libertad en una casa de la colonia La Gloria, en la periferia de la ciudad de San Vicente, pero, de acuerdo con las fuentes, no hicieron nada por corroborar esos datos. “No tomaron en cuenta que, por muy vago que pareciera el aviso, era una vida la que estaba en peligro”, indicaron las fuentes.

La duda en los parientes radica hoy en si tal vez un operativo policial en la colonia La Gloria hubiese derivado en el rescate de Alisson.

Esas dudas crecen aún más con un hecho sucedido el 1 de junio anterior cuando investigadores policiales que trabajaban en el caso Alisson lograron rescatar en la colonia La Gloria a una menor de edad que tres miembros de la pandilla 18 violaban de forma reiterada mientras la mantenían en cautiverio.

La menor fue encontrada desnuda, tendida en un colchón, dentro de una habitación de una casa “destroyer” (lugar de planificación de delitos, guarida) de las varias que la 18 tiene en la lotificación La Gloria. “Si no te dejás (violar) te va a pasar lo mismo que a Alisson”, le decía un marero, según el relato que la menor ha hecho a las autoridades.

Por este delito fueron capturados Jesús David Monge Flores, Cristian Noé Alvarenga Crespín y Juan José Henríquez, a quienes fuentes policiales señalan de haber participado en la privación de libertad y posterior asesinato de Alisson.

Buscar a parientes del Viejo Lin requirió un gran esfuerzo policial

“A veces la Policía actúa bien y evita hechos dolorosos…”, afirmó el presidente Funes, en el mismo discurso del pasado miércoles sobre la violencia contra las mujeres.

Esa buena actuación policial de la que habla el presidente fue precisamente la percibida a mediados de abril anterior cuando fue denunciada la desaparición de dos parientes del cabecilla de la 18 de la corriente Sureña, Carlos Ernesto Mojica Lechuga (Viejo Lin).

Apenas los familiares denunciaron la desaparición, detectives de la Delegación de la Policía de Santa Ana iniciaron las pesquisas, pero éstos no lograron muchos avances en el caso.

De repente, la noticia había sido hecha pública, tras lo cual no faltó quien sospechara que se trataba de un sabotaje al pacto entre las maras 18 y Salvatrucha (MS-13), tal como lo supuso uno de los mediadores de la supuesta tregua.

Fue esa sospecha la que hizo sonar las alarmas y luego de los pocos resultados de los investigadores de Santa Ana llegó la orden directa para que el caso lo retomara la División Élite Contra Crimen Organizado (DECO) de la Policía Nacional Civil (PNC).

La prioridad en el caso denotó un claro interés por parte de las autoridades de Seguridad Pública para encontrar a las menores de 14 y 15 años, ahijadas del Viejo Lin, quienes habían desaparecido de Santa Ana, donde residían.

Un grupo de nueve investigadores de la DECO, considerados la élite de la élite de esa división, se metió de lleno al caso.

Las pistas apuntaban hacia el sector del municipio de La Libertad, un lugar con alta presencia de la MS-13, por lo que también surgió la sospecha de que se tratara un caso de rivalidades entre maras.

Los nueve elementos élites se volcaron a esa zona y se mantuvieron allí tres días investigando el paradero de Ericka y Ana N., las dos supuestas víctimas.

Más adelante, el círculo territorial de la investigación se fue achicando hasta delimitarlo al cantón Cangrejera y luego a varias lotificaciones en las que los investigadores sabían que había presencia de la MS-13, estructura criminal rival de la organización a la que pertenece el padrino de Ericka y Ana.

Sorpresas para los investigadores élites

El caso evidenció lo que recién dijo el presidente Funes: que, a veces, la Policía actúa bien; con la salvedad que, en este caso, el desenlace por no hacerlo bien no hubiese sido trágico.

Tras 72 horas de esfuerzo policial, las sorpresas comenzaron a surgir. La primera fue que las dos adolescentes habían desaparecido tras haber publicado un mensaje en un canal de televisión nacional, en el que expresaban su deseo de conocer jóvenes para pasarla bien, para divertirse.

La respuesta no se hizo esperar. Ambas jóvenes salieron de sus respectivas casas con el fin de juntarse con Eduardo N., el joven que había respondido al mensaje publicado en la televisión. Los tres se juntaron en el lugar conocido como El Faro, del Puerto de La Libertad.

Eduardo llegó tan puntual como lo hicieron las dos adolescentes santanecas. Luego tomaron rumbo al cantón Cangrejera, localizado sobre la carretera que conecta al Puerto La Libertad con la autopista a Comalapa, en el municipio de San Luis Talpa, La Paz.

Los investigadores, entre tanto, estaban a punto de descubrir que su investigación había sido efectiva con la variante de que no habían evitado ningún desenlace fatal ni habían impedido ninguna entrega de dinero a cambio del supuesto secuestro.

El gran esfuerzo policial y el empeño de los investigadores élites habían sido vanos porque la DECO descubrió que era falso que las dos jóvenes hubiesen sido secuestradas. Ambas habían llegado por su propia voluntad, en procura de diversión, hasta una lotificación del cantón Cangrejera.

Para sorpresa de los investigadores, las adolescentes andaban en franca diversión con varios jóvenes del referido cantón.

Las vieron caminar por las calles de la lotificación cercana al mar; entraban y salían de algunas casas sin ningún indicio de privación de libertad o secuestro; nada indicaba que las jóvenes permanecieran a la fuerza en el lugar.

Parecían estar pasándola bien, afirmaron las fuentes policiales. Para entonces, las chicas ya tenían varios días de estar en esas condiciones, según dijeron vecinos a El Diario de Hoy.

Sin embargo, el 18 de abril, a las 4:30 de la tarde, la Policía decidió intervenirlas. Pese a que ya tenían investigados a los tres hombres con los que las adolescentes parecían interactuar más hicieron un despliegue policial que impresionó a los vecinos de Cangrejera.

Como resultado, tres hombres fueron arrestados; a ellas también las esposaron y las subieron a un auto policial. La sospecha de boicot a la tregua entre maras estaba desvirtuada.