Justo José López es una de las personas que conoce todos los hechos pero no los confiesa. “Parece increíble pero es cierto. José Justo López fue detenido”, dijo a Cosecha Roja Rosa Bru, la mamá de Miguel, el estudiante de Periodismo de la Universidad de La Plata detenido el 17 de agosto de 1993 por policías del servicio de calle de la comisaría novena. A pesar de los 38 rastrillajes realizados en 24 años, su cuerpo nunca apareció.

López, entrerriano, 55 años y con una inhabilitación absoluta perpetua para volver a ejercer su cargo, era agente de la Policía Bonaerense y trabajaba en la comisaría 9° de La Plata. Fue condenado por el delito de tortura seguido de muerte y en octubre de 2014 la justicia le otorgó la libertad condicional. Ese beneficio había sido solicitado por la defensora de López, Norma González: consideró que por el tiempo que lleva detenido y ,en base a la aplicación de la derogada ley del “2×1”, ya alcanza 20 años, la cantidad necesaria para acceder a ese beneficio.

La camarista penal de La Plata María Silvia Oyhamburu, que actúa como jueza de Ejecución en la causa por el asesinato de Miguel Bru, ordenó la detención de López: ayer volvió a la cárcel. Los fundamentos, en base a las normas de ejecución según los informes del Servicio Penitenciario Bonaerense, señalan que “no había realizado una reflexión objetiva del hecho, que continuaba manifestándose inocente y víctima de una cuestión política”. El cómputo total de la pena sería hasta 2019.

López es el único detenido que queda por este caso, ya que el otro condenado a perpetua, el ex subcomisario Walter Abrigo, murió en prisión.

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En 1993 Miguel Bru denunció que la policía había allanado ilegalmente su casa. Desde ese día las amenazas y las persecuciones no cesaron. El 17 de agosto de ese año cuidaba la casa de unos conocidos camino a Magdalena. Por algunos meses ese fue el último rastro que tuvieron de él sus compañeros. Miguel había desaparecido. Nadie quería creer en la hipótesis de que la policía estuviese involucrada.

Con el correr de los días se fueron abriendo distintas puertas, distintos relatos y entonces lo supieron: Miguel había sido torturado y asesinado en la comisaría novena. Fueron algunos de los detenidos esa noche en la comisaría quienes con sus testimonios ayudaron a que sus asesinos fueran encarcelados.

Dos policías bonaerenses fueron condenados a cadena perpetua por el asesinato de Miguel: Walter Abrigo y Justo López. Uno de ellos murió y el otro -después de negarle dos veces la condicional –fue liberado. El pacto de silencio que trazaron esa noche los bonaerenses de la comisaría novena no tuvo ni tiene una sola grieta. Nada se supo del cuerpo de Miguel.