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Durante el fin de semana largo del 7 al 10 de diciembre La Plata fue sede del 4to Encuentro Latinoamericano de Feminismos, ELLA. Más 2500 mujeres y feminidades volvieron al territorio bonaerense una trama de mixtura Latinoamericana y Feminista en clave interseccional.
Por Cin Musso
Fotos: Lara Otero

La tarde florece entre las magnolias que crecen en una primavera tardía. Sobre Avenida 51 el paisaje incluye los colores de África. Miles de mujeres y disidencias desembarcaron en la ciudad de La Plata esa mañana y en esos días. Ocupan los bares, las veredas y el bosque próximo a la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata, donde se realiza la 4ta edición de ELLA. Son mujeres, lesbianas, trans y travestis pertenecientes a diferentes organizaciones y expresiones de distintos lugares de Latinoamérica y el Caribe. También de Pueblos Naciones Indígenas que luchan por la soberanía y se resisten, desde hace más de 500 años, a ser parte obligada del mapa político multinacional.

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ELLA nació en Belo Horizonte, Brasil en 2014 con la participación de 100 personas de 8 países. Al año siguiente se trasladó a Bolivia donde participaron más de 300. En 2016 confluyeron en  ELLA LATAM donde 8 países realizaron ediciones nacionales y generaron Movimenta :  Foro de Mujeres Politicas. En 2017 se extendió a Cali, Colombia con la participación de más de 1000 mujeres y feminidades. En esta ocasión  llegó a la capital bonaerense acompañando el fluir de la Marea Verde.

Del micro 275 – Ensenada bajamos en una pequeña manada varias mujeres y feminidades hacia el Encuentro. Nos reconocemos por los pines, las consignas en nuestras remeras y el verde de los pañuelos que cuelgan de nuestros bolsos y mochilas. Un camino de símbolos nos indica el recorrido. El campus nos recibe con los colores de la wiphala. La diversidad se respira con el pulsar de los tambores y con los pies en el territorio.

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Sobre el verde, una gran ronda debate sobre los privilegios.

– Si solo vamos a hablar de Feminismo me hubiera quedado en mi casa – dice una compañera afrodescendiente del Brasil.

– Yo vine acá a hablar de etnocidio – dice otra.

– A las mujeres indígenas les dicen que primero tienen que aprender a leer, a estudiar. Muchas dicen: “Somos la voz de la que no tienen voz”, pero ellas sí tienen voz. “Esas mujeres resistieron al genocidio”, explicita una compañera menudita, con tono aguerrido y acento Guatemalteco.

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La interseccionalidad golpea fuerte el tamiz de la charla. La interpelación puede verse en algunos rostros de tez blanca. El dolor se expresa con firmeza en varias de las compañeras afrodescendientes y originarias. La necesidad de aprender a escuchar de muchas de nosotras se vuelve inminente. Esa sensación me acompañó los 3 días siguientes y penetró, como el agua, en todo mi itinerario.

Caída la tarde una pequeña comitiva acompaña a Estela de Carlotto. Marta Montero, mamá de Lucía Peréz, se acerca a saludarla. Un abrazo memorable acontece entre las dos madres unos metros antes de llegar al polideportivo en donde se realizará la apertura.

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Como un acto poético y autoproclamado mujeres y disidencias de todo el continente dan comienzo al ELLA. La efervescencia está en el aire y la ovación en nuestros cuerpos. Dríade Aguiar, mediactivista de Ninja y Fora de Eixo (Brasil) y Mariana Iacono, referente nacional de ICW Argentina (Comunidad Internacional de Mujeres Viviendo con VIH Sida) nos dan la bienvenida por partida doble en portugués y en español a la par de la traducción en lenguaje de señas.

En la ciudad con más desaparecidxs durante la última dictadura militar en Argentina se escucha el grito de Marta Dillon: “Estamos todes nosotres para decirles que la violencia si existe. Estamos en la ciudad de La Plata y nos falta Johana Ramallo. Hace un año. Johana no está perdida, está desaparecida”. Marta Ramallo, ya en el escenario, se funde con la mamá de Lucía en un abrazo. Muchas de nosotras lloramos y gritamos de furia.

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Recuerdo el poema de mi amiga Cami García que dice “volar es como pensar pero sin miedo” y me pregunto, en la oscuridad de la esquina donde se llevaron a Johana (1 y 63) ¿qué haríamos nosotras y nosotres sin miedo? En este oasis matriarcal caminamos, bailamos, hacemos pis sin temor. Sin el cuidado obligatorio que nos exige la supervivencia del medio patriarcal. Nuestros tránsitos están atravesados por el disfrute, la sorpresa y el poder. Ser sin miedo, el prerrequisito indispensable para cualquier libertad.

Mujeres y feminidades diversas siguen llegando durante todo el fin de semana. Montan sus carpas, arman sus puestos y sus paños con libros, comidas, ropas, medicina natural y artesanías. Fotografxs, audiovisualistas y cooperadorxs van de una lado al otro haciendo cobertura colaborativa. El campamento crece en número e identidades. Hay banderas, carteles y pañuelos por todos lados.

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Con las palabras de Norita Cortiñas se abre la Asamblea Ni Una Menos. La abrazamos, le sacamos fotos, le decimos que es la mamá de todas nuestras luchas. Con una sonrisa reconfortante nos recuerda que el ajuste y la represión no van a durar siempre y que este gobierno caerá como una fruta madura y podrida. “Me voy a quedar acá hasta que tengamos un plan”, dice de cara a la organización del próximo paro continental de mujeres el 8 de marzo.

La ronda es numerosa, sin embargo muchas compañeras y compañeres escuchan desde las gradas. Dríade Aguiar reflexiona que muchas no se sienten representadas y nos invita a repensar acerca de la necesidad de construir un feminismo latinoamericano que cuestione los privilegios del feminismo blanco. Tensiones y debates fogonean la asamblea. Una ovación aplaude la intervención de Lucia Ixchiu, (mujer indígena  K´iche) quien señala la necesidad de autocrítica de la izquierda en la invisibilización de las identidades de los pueblos originarios, a quienes continúan diciéndoles qué tienen que hacer y cómo deben sentirse. Se expresa también la necesidad de parar el consumo de carne, plástico y otros símbolos del capitalismo, por esos días, que están dejando sin agua a los ríos del continente, contaminando los suelos y cielos y destruyendo el planeta con la aplicación de modelos extractivistas y colonialistas. En una trama compartida la agenda latinoamericana comienza a tejerse, buscando incluir y reflejar a todas las identidades.

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El paro se articula  como una herramienta de lucha y de reivindicación de compañeras y compañeres villerxs, originarixs, afrodecendientxs, migrantxs, portadorxs de VIH, trabajadorxs, desocupadxs, trans, travestis, lesbianas, gordxs, trabajadorxs sexuales y discapacitadxs.

Se fortalece en el reconocimiento de nuestras diferencias recordándonos nuestra memoria negada. Motorizando desde la articulación continental la construcción de un movimiento latinoamericano.

Compañeras y compañeres corren bajo la lluvia, desarman sus carpas y buscan refugio en el calor del bufete. Movilizada, por todo lo acontecido, emprendo el camino a casa.  Una certeza me recorre el cuerpo: el amor se ha puesto a trabajar y es infatigable.

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