José Amado / Redacción de Diario UNO

Iban 20 horas de búsqueda y angustia. Entre las malezas, la perra de Cristian ladró, raspó la arena y cavó hasta que se pudo ver un brazo del nene desaparecido. Un policía se acercó y lo confirmó. El hallazgo del cuerpo fue en el monte de arena, yuyos y árboles que rodea la zona detrás de la aceitera de Bajada Grande, a las 10.30 de ayer. Por estas horas hay más hipótesis al aire que pistas firmes sobre quién puede ser el asesino.

Cristian Ríos tenía 6 años, fue raptado y asesinado. El lunes a las 14 desapareció de la vista de su familia y de todos los vecinos, aunque el testimonio de un vecino lo ubicó dos horas después caminando en la zona donde apareció muerto. Como cada vez que llueve, por los anegamientos en el barrio, no asistió a la escuela Nº 16 Francisco Soler. Había ido a un quiosco a comprar golosinas, a unos 30 metros de su casa lo vieron por última vez.

Cuando su padre notó que no regresaba salió a buscarlo, habló con vecinos, caminó por la calle de tierra y barro Baxada del Paraná unos 500 metros hasta la placita, preguntó a los que pasaban, pero nadie sabía nada.

Recorrió un poco más la zona y fue a la comisaría 11ª de avenida Estrada a realizar la exposición por la ausencia de su hijo. De allí lo mandaron a la División Minoridad y de la Mujer, de calle Tucumán en el centro de la ciudad. Los agentes no comprendían cuál era la zona donde vive la familia Ríos, por lo que subieron todos a un móvil y fueron al barrio.

Así comenzó la búsqueda del nene flaquito, rubio y de ojos claros, vestido de azul con una remera mangas largas, bermudas y botas de goma junto a los vecinos que ya estaban caminando por todos lados, a pie, en moto o con cualquier medio a su alcance.

Poco después se sumó la División Canes de la Policía y más tarde los Bomberos con sus perros. Rastrillaron la zona, recorrieron casa por casa, sin obtener novedades. Se hizo de noche: ¿Dónde estará? ¿Cómo estará? A las 3 se largó la lluvia y se hizo imposible continuar con la búsqueda. Al amanecer, unos 100 policías, entre las divisiones mencionadas más la Montada y los aspirantes de la Escuela de Policía, retomaron las tareas. En medio de la desorientación, una mujer murmuró: “Ahí encontraron la ropita de él”, y se abrazó a su hija.
De la búsqueda a la pesquisa

De la calle de arena con monte a ambos costados que desemboca en el caserío donde vive la familia Ríos se desprende un camino entre los yuyos. Por ese sendero, a unos 200 metros los policías encontraron unas botitas de goma azules y un calzoncillo. Los agentes cercaron el área y la perrita negra, flaca y triste del nene, que lo acompañaba a todos lados, olfateó hasta encontrar el lugar donde fue enterrado. Llamaron a los padres de Cristian y caminaron hasta el lugar para reconocer las prendas, mientras el resto de familiares y vecinos esperaban en la entrada. Nadie decía nada, pero todos ya se imaginaban el final.

Poco después, los padres de Cristian, shockeados, subieron a un patrullero y los llevaron a una dependencia policial. Atrás salieron tres policías en los caballos de la Montada; el de atrás lloraba. Sin un comunicado oficial, la muerte del nene se confirmó: a medida que se levantaba el operativo de búsqueda, llegaban al lugar los móviles y agentes con los chalecos de la División Homicidios y de la Dirección de Criminalística.

Luego se hizo presente la cúpula policial, con el jefe de la fuerza, Héctor Massuh, el subjefe, Juan Rosatelli, los directores de Operaciones, Sergio Rufiner, y de Investigaciones Luis Albarrasín. De traje y corbata, también le abrían paso llegaron el juez de Instrucción Héctor Villarrodona y el fiscal Ignacio Aramberry. El lugar se transformó en una escena del crimen mojada por la lluvia intermitente. Daban ganas de acompañar con lágrimas e insultos a los familiares y vecinos.

Los peritos desenterraron al niño. Tenía algunas de sus prendas de ropa puestas y el pantalón enroscado al cuello. Como la morguera podía llegar a empantanarse en el monte, el cuerpo fue retirado en la caja de una camioneta de la Policía. Atrás la siguió caminando una procesión de personas abrazadas, hasta que el móvil se fue del barrio.

Algunas certezas y muchas dudas

La autopsia realizada anoche por el médico forense Luis Molteni confirmó que Cristian murió por asfixia por ahorcamiento, con el pantalón que tenía en el cuello. Se había sospechado que podría haber sido abusado sexualmente, pero esto en principio sería descartado.

Durante todo el día de ayer, en la sede de la División Homicidios de avenida Churruarín entraron y salieron familiares directos e indirectos de la víctima y vecinos, allegados y conocidos de los padres. Ayudaron más para descartar algunas teorías que para apuntalar un sospechoso.

Entre otros elementos que se manejan, la historia familiar de Cristian rodeó de sospechas el entorno más cercano: según se informó, a sus padres le quitaron la tenencia del chico dos veces, y una pareja que vive en el barrio lo tuvo unos meses y hasta pidió la adopción, pero se la negaron.

Dolor de madre

Alicia Heis dialogó con UNO y no ocultó su dolor por la situación. Sobre el homicidio, la mujer indicó: “No sé quién lo hizo, pero el que hizo esto, es muy cercano a nosotros”.

“No hay explicación de lo que le pasó a mi hijo y lo peor es que lo mataron por algo que no sabemos”, resaltó, para descartar que tuvieran enemigos o problemas en el barrio con algún vecino.

La madre descartó que algún integrante de su familia pueda estar relacionado con el hecho, ya que “no había motivos para que esto ocurriera”.

 

Los vecinos, entre el dolor y la preocupación

“Nos conmueve todo esto porque son muchos chicos los que viven acá. Fíjense que no hay luz, no tenemos defensa para los chicos, es una vergüenza que vivamos así. En este barrio somos 70 familias, no hay calles, es todo campo. No hay seguridad y no hay nada.

Ya hemos hecho las notas suficientes a la Municipalidad hace dos meses para que no pasen cosas como estas”, dijo indignada una vecina del barrio que “ni nombre tiene”. “Acá sufrimos de todo, hasta mordidas de ratones en las criaturas”, agregó otra.

Cristina, que cría un nene que es hermanito de Cristian, dijo dolida e indignada: “Yo pido que se haga justicia, que no quede impune, es una criatura de 6 años, le pudo haber pasado al mío también. Que todos se pongan la mano en el corazón y busquen al culpable, tiene que pagar”.
El caso Leoncio

La búsqueda desesperada y el impacto ante el peor final, trajo a la memoria el caso similar ocurrido hace tres años en la otra punta de la ciudad: Leoncio Maidana, de 8 años, había desaparecido en el barrio El Radar. Al día siguiente apareció asesinado en un tajamar. Omar Ayala, el condenado a perpetua por el crimen, había “colaborado” en la búsqueda del niño, desviando la investigación.