Al frente de un reclamo que no para de crecer, el hermano del joven desaparecido analiza las últimas novedades de la causa y comparte detalles de su relación con Santiago

Texto: Emilia Erbetta – Foto: Sebastián Pani/ Rolling Stone.-

Sergio Maldonado llega a las oficinas de Amnistía Internacional acompañado por su mujer, Andrea Antico. Están juntos haces 23 años: Andrea conoció a Santiago, el hermano más chico de Sergio, desaparecido desde el 1 de agosto durante un operativo de Gendarmería Nacional en la comunidad mapuche Pu Lof en Resistencia, en Cushamen, Chubut, cuando él tenía 5 años. “Era así”, dice ella, y pone la mano a la altura de su muslo. “Tremendo.”

Andrea es el sostén de Sergio y Sergio, a su vez, es la parte más visible de la familia Maldonado, oriundos de 25 de Mayo. Allá, en un pueblo de 22 mil habitantes en el centro de la provincia de Buenos Aires viven todos los Maldonado menos Sergio, que hace años está instalado en Bariloche, donde tiene un emprendimiento. A 25 de Mayo volvía siempre Santiago después de sus viajes. Era su base.

Acostumbrado al frío, Sergio solo lleva una remera debajo de la campera. Tiene varios tatuajes en los brazos, tres hechos por Santiago: un brazalete en el brazo derecho, un vikingo en el brazo izquierdo y el nombre de su mujer. Dice que con ese tatuaje su hermano menor tuvo que romper una suerte de principio. Por un segundo, cuando se acuerda, sonríe: “Santiago no tatuaba ni nombres ni clubes de futbol, porque estaba en contra, pero bueno… a mí me lo hizo”.

¿Hablabas con Santiago los últimos días antes de la desaparición?

Santiago se movía mucho y tenía mucha comunicación con mi vieja y con mi abuela. Pero por ahí hablábamos más por mensajes. Yo lo llamaba mucho cuando él era más chico y estaba estudiando en La Plata, pero ahora de grande ya me parecía medio una carga, entonces canalizaba a través de mi vieja.

¿Qué les contaba Santiago sobre sus viajes, qué te fuiste enterando en este tiempo?

Santiago era, o es, de escribir cartas, no usaba tanto mail. Es más a la antigua. Escribe cosas muy lindas, muy tierno, siempre diciéndole a mi vieja que no se preocupara, que estuviera tranquila. Y en sus viajes siempre estaba en contacto con la naturaleza, y se hacía mucho de amigos, por lo general más de amigas que amigos. El otro día me escribió el papá de una amiga que se hizo en Mendoza y me contó que lo ayudó a construir una casa. Ahora nos enteramos de algunas acciones en las que él participaba y que por ahí a mi mamá no le detallaba para que no se preocupara. Santiago siempre fue muy solidario, desde chico.

¿Les sorprendió reconocerlo en los videos del corte de ruta?

No, es algo que estaba en él, además no era ningún pecado, no es una persona violenta que iba a romper todo. De chico él había hecho un mural en 25 de mayo contra la opresión aborigen, o sea que es algo que él desde siempre lo tuvo como una de sus causas.

¿Qué recuerdos tenés de tu adolescencia y la infancia de Santiago en 25 de Mayo?

Los mejores. Me acuerdo de cuando él tenía unos dos años, mis viejos trabajaban y yo iba al colegio nocturno y le daba de comer la comida que nos dejaba preparada mi vieja y después lo sacaba a pasear en bicicleta hasta que se dormía. Esa parte paternal con él me pega mucho.

¿Y cómo cambió esa relación cuando crecieron?

Yo para él era un burgués capitalista y yo siempre estaba cuestionándolo, pero la verdad que ahora lo veo y me siento orgulloso. Él hacía cosas que yo no me animaba, pero ahora pienso que está bien, que ojalá haya más Santiagos. Siento mucho orgullo y quiero darle un abrazo, verlo lo antes posible porque lo extraño mucho.

¿Qué le gusta hacer a Santiago?

Le gusta la música, siempre fue autodidacta y toca el bajo y la batería. También escribe, escribe mucho y como a la antigua: yo veo reflejado en él a un tío de mi abuela que era poeta y usaba palabras viejas de la época del 20. Además es muy prolijo: uno lo ve y por su aspecto físico da la sensación de ser una persona zaparrastrosa pero es muy ordenado con sus cosas, con sus tatuajes, muy meticuloso, todo ordenadito, parecía más de una chica de primer año por su prolijidad. Al principio lo quisieron hacer ver cómo que era un demonio, que era violento, y todo lo contrario, es una persona muy sensible y delicada en su escritura.

Sus amigos cuentan que cuando era chico se fabricó su primera máquina de tatuajes con el motor de un grabador y una birome. ¿De grande sigue haciéndose sus cosas?

Todo el tiempo. Santiago es anticonsumo, compraba lo justo y necesario. No era alguien que iba a ostentar o gastar en algo… sí invertía en sus cosas para tatuar o en lienzos, lápices para dibujar. Es de arreglarse con lo que tiene sin gastar.

¿Cómo llevás la búsqueda como hermano mayor?

Es un papel que no busqué, no es algo que yo pedí sino algo que me tocó. Yo creo que él me eligió a mí para hacer esto, por ahí suena algo místico, pero recuerdo que una vez le mandé un mensaje diciéndole que el día que él me necesitara no iba a hacer falta que me lo pidiera, yo iba a estar siempre ahí.

¿Cómo se enteraron de que Santiago había desaparecido?

Yo me enteré por una amiga que había visto algo en una página de Facebook de una red de solidaridad mapuche o algo así. Primero me lo tomé con calma. Le aviso a Andrea, mi mujer, y empezamos a llamar a escuadrones, comisarias, y no nos daban información. En Rawson no nos atendían. En paralelo, en Bariloche estaban liberando a nueve detenidos por una protesta de la comunidad mapuche, entonces me fui al juzgado, esperé que salieran, y ahí me encontré con gente que me podía dar información de lo que había pasado, y era que a mi hermano se lo había llevado Gendarmería. Esa noche, la del miércoles 2, no pude dormir, porque estábamos muy intranquilos y además no teníamos dónde preguntar, solamente teníamos esa versión. Entonces el jueves 3 fuimos con gente de la comunidad, que me contaron cómo había pasado todo, con detalles. Y ahí todavía no nos caía la ficha. Estábamos como en estado de shock.

¿Cómo transitaron familiarmente la hipótesis del Gobierno de que Santiago había sido herido por un puestero de Benetton el 21 de julio, que se contradecía con las declaraciones de tu mamá, que había hablado con él el 25, para su cumpleaños, y el 27?

Abatidos. Mis viejos estaban confundidos, como que no entendían nada. Se supone que uno busca justicia y por parte del gobierno va a venir la verdad y en cambio era como estar en una película donde todo lo que se está diciendo es mentira. Era como si se hubiera creado un candado, un círculo en el que nosotros pasamos a estar revictimizados. Fue muy doloroso para mi mamá escuchar que su hijo había recibido un cuchillazo cuando la última comunicación de ella había sido el 27 e incluso en el expediente de habeas corpus está todo el registro de llamados. Yo me presenté el 7 de agosto ofreciéndome a sacarme sangre y dar muestras. Eso se demoró una semana, se hizo el 14 de agosto. Mis viejos también se pusieron a disposición, solo queríamos que se hiciera a través del Equipo de Antropología Forense, porque no confiábamos en la justicia. La ministra Bullrich dijo en televisión que nosotros no colaborábamos y eso para mis viejos era una ofensa. ¿Qué padre, qué madre no querría encontrar a su hijo?

Esta semana aparecieron versiones en torno al rol que cumplieron en el operativo algunos gendarmes específicos. ¿Qué pensás de estas nuevas hipótesis?

No son solo esos gendarmes: son todos los que estaban alrededor, los que vieron lo que hacían. Yo creo que la ministra de Seguridad se tendría que haber informado primero antes de asegurar que Pablo Noceti no estaba en el lugar y que la Gendarmería no había tenido nada que ver, creando un cono de silencio o un respaldo a la Gendarmería cuando claramente era la única que estaba involucrada. Tendrían que haber apartado a la fuerza, haber investigado, haberse tomado un tiempo y no tirarnos a nosotros en contra y avalar a todas sus fuerzas de seguridad. Yo no quiero que se culpe a un solo Gendarme, sino a todos, porque todos son cómplices. Desde quien da las órdenes, desde la Ministra para abajo, todos son culpables, directa o indirectamente. (Esta mañana, luego de la entrevista, la familia Maldonado recusó al juez federal Guido Otranto, que lleva adelante la investigación en Esquel.)

¿Tenés una hipótesis de cómo pasaron las cosas?

Ya no sé, son muchos días. Yo no pierdo las esperanzas de que lo tengan en algún lugar. Cuando nosotros preguntamos dónde está Santiago Maldonado, ellos saben dónde está, Gendarmería sabe. Y Bullrich y Noceti deberían saberlo, porque son sus subordinados. Por una cuestión de respeto a toda la sociedad tienen que decir dónde está. En las condiciones en que lo tengan, que me lo devuelvan, por respeto a mi familia. Yo no voy a parar hasta que no lo encuentre y no me importa a dónde tenga que llegar, lo voy a buscar a dónde sea y en algún momento van a tener que hablar.