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Por Federico Schirmer. Cosecha Roja. –

La última vez que Ester vio a su hija fue el 18 de agosto de 2010. Era miércoles. Érica Soriano había ido a visitar a su madre a Villa Adelina. Ester dice que la vio mal. Que ella le dijo: “Estoy viviendo una pesadilla, ma”. Dice que le preguntó por qué, aunque ya sabía bien de qué se trataba el mal sueño. La invitó a quedarse a dormir. Érica le respondió: “Si no vuelvo a casa Daniel se muere”. Ester se quedó muda. Quedaron en juntarse a comer el sábado. El viernes 19 fue la última vez que hablaron. Volvió a notarla mal, insistió en preguntarle. Érica le dijo: “Mañana voy para allá y hablamos”. Ester dice que el 20 se levantó a las 6 de la mañana como todos los días. Puso el agua para el mate. Se sentó a desayunar en silencio. A las 9 hizo el primer llamado. La llamó a su casa, a su celular y al móvil de su pareja, Daniel Lagostena. Así, cada media hora. Hasta que se hicieron las 3 de la tarde. Atendió él.

-Hola Daniel ¿Qué pasó que no atendían?

-Nada, no lo escuché sonar porque estaba en el techo-le respondió.

-Pero ¿ustedes no iban a almorzar en casa? ¿Por qué no me avisaron que no venían?

-Mirá Ester, lo que pasa es que con Érica tuvimos una discusión y ella se fue sola en colectivo para allá.

-¿Pero a qué hora se fue?

-Habrá salido de acá a las 12 del medio día.

-¡Pero son las 3 de la tarde, Daniel!- dijo Ester que pensó que la pregunta obvia de su parte debería haber sido ¿Todavía no llegó? Pero en cambio le respondió, como si tal cosa:

-Se debe haber perdido, Ester-.

“Cuando corté, supe que algo grave le había pasado a mi hija. Lo supe en el estomago, no me preguntes cómo, pero lo supe”, dice Ester.

A las 8 de la mañana del miércoles 6 de marzo,  en el frente de la casa de la calle La Calandria, en Villa Adelina, hay un grupo de siete señoras sentadas en el cantero, con la cara de Érica en las remeras. Las que no, la llevan en pancartas que sostienen firmemente. La puerta del garaje está abierta de par en par, dentro hay un pizarrón blanco en el que escribieron violencia de género con un marcador de tinta roja. Hay fotocopias para repartir con la cara de Érica. Otras con la de Lagostena. Hay pancartas apiladas a un costado. Un grupo de sillas en semi círculo. Están Ester, Verónica, Mauro, Luciano. Después llega Gisela. Los Soriano le ponen el cuerpo a la búsqueda de Érica, a la persecución de justicia. Porque la familia de una víctima en Argentina necesita invertir tiempo y salud en la causa para que no quede en el olvido, para que los funcionarios no se distraigan con la contingencia.“A mí me tocó acompañar a la policía, como a mis hermanos, en las búsquedas más insólitas. Llevé la ropa para que la huelan los perros que buscan muertos. Fuimos a Saladillo, donde el padre de Daniel tiene un campo, a remover la tierra a ver si encontrábamos el cuerpo de mi hermana. La investigación, la causa, implica un trabajo diario. Ir a tribunales. Llamar abogados. Leer expedientes enormes”, dice Verónica. Ester, por su lado, cuenta que fue a enfrentar a Lagostena a su casa, que aunque no crea en las videntes cuando la llamaron y le dijeron que en una visión habían visto a Érica enterrada en tal lugar, ella iba con la policía y hacía todos los pozos que hicieran falta. Desde agosto de 2010 la vida cotidiana de los Soriano se trastocó irremediablemente.

“La perdida de Erica nos destruyo. A mí me costó un embarazo, incontables noches de insomnio, psicólogo, psiquiatra. Es muy difícil porque tenes una pequeña esperanza pero a la vez hay que lidiar con que la hayan desaparecido y no podamos encontrarla por ningún lugar”, dice Verónica.

Después que el micro de escolares se estaciona frente a los Tribunales de Lomas de Zamora, a las 20 personas que acompañan a los Soriano se le suman grupos de la JP Evita de Lanus, más mujeres, sobre todo mujeres, con la remera de Érica. Se ubican de espaldas a los tribunales, en silencio, con las pancartas en alto. Algunas tienen la silueta de una cara en negro y un signo de pregunta sobreimpreso en blanco. También hay tapas de crónica con la cara de Lagostena y el título, en letras rojas: hay un asesino suelto. Otras tienen la cara de Érica y el mensaje esperanzador: te vamos a encontrar. Dos chicas con la bandera de la JP Evita Lanus atada como capa escriben sobre la vereda con aerosol: Ante una justicia ciega, levantemos la voz. En Lomas ya son alrededor de 50 personas que caminan hasta las escaleras del tribunal. Del grupo se desprenden Ester, Verónica y Marcelo Mazzeo, el abogado de la familia, y se pierden entre la gente que viene y va.

La marcha fue en reclamo de que Lagostena vuelva a prisión. La familia Soriano presentó un recurso en casación contra la decisión de la Sala III de la Cámara de Apelaciones de hacer lugar a un habeas corpus que el 28 de diciembre pasado dejó en libertad a Lagostena, ex pareja de Érica y el principal sospechoso de la causa. “Lo soltaron por un tema técnico y no por las pruebas en su contra- dice Mazzeo- Se lo tendría que haber vuelto a detener ni bien fue excarcelado. Lagostena puede fugarse, ya lo demostró. Él debería esperar el juicio en prisión para que sea un tribunal oral el que decida si las pruebas en su contra son concluyentes o no”.

“El fiscal de cámara debería haber recurrido, pero no lo hizo. Y si no presentamos este recurso la causa podría quedar en la nada. Este fallo de la cámara frustra el proceso. El Fiscal General tenía el deber de apoyar la búsqueda de justicia, no entorpecerla. Así que podríamos decir que incurrió en el delito de incumplimiento de los deberes de funcionario público. Él, como defensor del pueblo, tenía el deber de apelar”, aclara Mazzeo.

Ester tiene una remera con una foto de Érica. En la parte superior dice su nombre y su apellido. En la inferior una afirmación: Te vamos a encontrar. Dos años y medio después de que Érica se haya esfumado de la faz de la tierra, todavía tiene esperanzas de encontrarla. O no. Ella dice sin dudarlo: “Nunca tuve la esperanza de encontrarla. Desde el primer momento supe que le había pasado algo grave. Tenía la sensación de que ella ya no estaba más entre nosotros. Es increíble. Una mujer embarazada que se esfumo en el aire. No puedo creer que nadie la haya visto. Yo sólo quiero saber la verdad. Para terminar de hacer el duelo sólo me falta saber que pasó exactamente con ella. Donde está. Nada más”. Y nada menos.