Marcela ha decidido despojarle a México el rótulo de “Fosa común” para ir más allá del epitafio y colocar las voces por encima del silencio que han querido imponer los barones de esta guerra.

¿Qué periodismo hacer para no quedar atrapado ni en la desazón ni en la desesperanza? ¿Cómo superar el recuento y entender que cada uno de esos miles tiene nombre, apellido, historia y razón de ser?

¿Cómo explicar cada una de las muertes y no abordarlas como un racimo desprendible? ¿Cómo abrir zonas de entendimiento al caos? ¿Cómo hacerlo sin partir de una plataforma oficial e inapelable: los muertos son productos de rencillas entre criminales? ¿Cómo desenmarañar ese dogma de una guerra inentendible?

Un punto de partida es acudir a las zonas más afectadas. A las regiones y los cinturones. A los estratos y las comunidades. Marcela lo hace como periodista en un afán de misionera. Con la combinación de paciencia y terquedad, de prisa y desesperación, de curiosidad y certeza. De tender la mano a quienes desfallecen afónicos tras años de clamar ayuda, de gritar su angustia, de desahogar sus cuitas.

Marcela convierte esos testimonios en algo más que una noticia.

* Fragmento del prólogo del libro que escribió Roberto Zamarripa, subdirector del diario Reforma.

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