Por Juan Carrá – Cosecha Roja.-

Laurencia era el objetivo del Comendador. El derecho de pernada lo asistía. En Fuente Ovejuna estaban cansados del abuso del señor feudal. El pueblo entero atacó el palacio de la Encomienda y asesinó al Comendador. No querían cambiar el sistema político, solo golpear al abusador. La cabeza fue lucida en una picota. Ante el juez, reinó el silencio.

–¿Quién mató al Comendador?
–Fuenteovejuna, Señor
–¿Quién es Fuenteovejuna?
–Todo el pueblo, Señor

La escena pertenece a una de las obras teatrales más importantes escrita por Lope de Vega, publicada en Madrid en 1618. Casi 400 años después la misma pieza parece haberse puesto en escena en el barrio Belisario Roldán, en el noroeste de Mar del Plata, provincia de Buenos Aires.

El lunes 3 de noviembre el calor del futuro verano se sintió en Mar del Plata. Roberto Andrés Romero salió de la casa en la que vivía con su madre y caminó un par de cuadras hasta el almacén. Oscar, el dueño del lugar, le alcanzó una botella de cerveza. La destapó y Romero se sentó en la vereda de cemento alisado a tomar. Estaba solo. A un par de metros, jugando con dos nenes vecinos, la nieta de Oscar, de 5 años, también disfrutaba de la nochecita. Eran cerca de las 20:30.

–Calor, ¿no? –le preguntó Oscar al bebedor solitario.

.Había salido a ver qué hacía su nieta y le llamó la atención que ese hombre que había viso poco por el barrio anduviera solo. Por eso habló con él, quiso entrar en confianza, cruzaron palabras sobre el clima y volvió atrás del mostrador. Unos veinte minutos más tarde, los vecinos le avisaron que estaban violando a su nieta. El abusador era Roberto Andrés Romero. El abuelo de la criatura asegura que Romero no estaba ni borracho, ni drogado, ni nada. “Me fijé en eso, –dirá después a la prensa– porque me llamó la atención que se quedará ahí sentado”.

Los vecinos lo vieron llevarse a la nena. La agarró de la mano y caminó las cuatro cuadras que hay entre el almacén de Oscar y el descampado de Garay al 7700. Algunos no le dieron importancia. Otros sí y por eso prestaron mayor atención.

Tres chicos de unos 20 años tomaban una cerveza en la esquina de Garay al 8000. No conocían a Romero, pero les llamó la atención que llevaba de la mano a la nieta del almacenero. Ellos, dicen, vieron cuando el hombre se le tiraba encima a la criatura y salieron corriendo a los gritos. Lo insultaron y Romero quiso irse corriendo. Los jóvenes se lo impidieron. De a poco la gente comenzó a juntarse. Un grupo de vecinos tomó a la nena en brazos, aún sin ropa. Otros comenzaron a golpear a Romero, que tenía los pantalones y la ropa interior por el tobillo. Piñas, patadas, insultos, gritos. La turba se volvió grande, incontrolable. Y llegó el golpe de la muerte: un objeto contundente en la zona del parietal izquierdo de Romero. Así lo confirmará la autopsia. Así lo cuenta el fiscal Paulo Cubas, a cargo de una investigación que parece no tener destino.

El baldío está pegado a un aserradero. Los yuyos, crecidos casi medio metro. Entre el terreno y el comercio, una ligustrina hace las veces de medianera. Ahí, pegado al verde oscuro de la mata, ahora hay una montaña de pastos y basura. Los vecinos señalan el lugar donde Romero llevó a la nena y, amparado en la oscuridad, intentó violarla. El mismo lugar donde lo lincharon.

La investigación quedó en manos del fiscal en turno, Paulo Cubas. “Será difícil avanzar en esta investigación ya que nadie ha querido colaborar”, dijo el representante del Ministerio Público.

Según contó Cubas, Romero no era del barrio, pero como se había separado hace un tiempo de su pareja –tenía denuncias por violencia de género–, había ido a vivir con su madre al Belisario Roldán.

El fiscal ordenó la formación de actuaciones por dos causas: privación ilegitima de la libertad y abuso sexual agravado –esta caducará por la muerte del imputado–, y por otro, la que refiere al homicidio que aún no tiene sospechoso alguno.

Por otro lado, se aguarda que la criatura salga del shock en el que se encuentra no sólo por lo que le tocó vivir, sino por haber asistido al linchamiento, para luego ser sometida a un proceso de Cámara Gesell. La intención del testimonio es reconstruir lo que ocurrió desde el momento en que Romero se llevó a la criatura del mercado hasta que fue hallado por los vecinos.

Oscar, cuando supo lo que había pasado con su nieta, le avisó a su hijo, el padre de la nena. Después, se quedó solo en el almacén, mientras los demás corrían hacia el descampado. Él dice que cuando su hijo llegó al lugar Romero ya estaba muerto y que a la nena la llevaba en bazos una vecina.

Cuando todo estaba terminado, alguien se llamó al 911 para denunciar lo ocurrido. Personal de la comisaría duodécima encontró el cadáver.

La muerte de Romero se produjo por un golpe en la zona izquierda de la cabeza. Pero también tenía en el cuerpo diversos traumatismos. “Esto abona la hipótesis de que actuaron múltiples agresores”, dijo el fiscal.

En el barrio, algunas versiones hablaban de un solo matador: un hombre en motocicleta que nadie puede identificar. La investigación descartó esa hipótesis, pero todavía no hay ningún sospechoso. Para los testigos, el asesino no es nadie. O son todos. Como en Fuenteovejuna.