nahuel-saltaNahuel Salvatierra y un amigo estaban sentados en el cordón de la vereda en el barrio Solidaridad, en la ciudad de Salta, cuando se les acercaron dos policías en moto. El sargento Emilio Aguilera bajó y se paró frente a ellos. El cabo Juan Carlos Cardozo se quedó al volante. Faltaban unos minutos para las 22 del miércoles 3 de enero.

“Nos dijeron que nos tomemos el palo, que nos iban a cagar a tiros”, contó uno de los adolescentes. Después de discutir, los jóvenes cedieron a las amenazas. El amigo de Nahuel había alcanzado a hacer unos pasos cuando escuchó un disparo. Se dio vuelta y vio a su amigo, de 17 años, tirado en la vereda junto un charco de sangre que comenzaba a formarse. La bala le había entrado por la nuca y le salió por el ojo. “Le disparó a quemarropa”, contó a Cosecha Roja el ex concejal de Salta Luis Hossel, amigo de la familia de Nahuel y vecino de la zona.

El sargento Aguilera se subió a la moto. El cabo Cardozo guardó la pistola con la que acababa de dispararle a Nahuel y aceleró. El amigo de Nahuel les tiró un piedrazo mientras escapaban pero no dio en el blanco. Los vecinos que habían escuchado el disparo salieron a la calle y llamaron a la ambulancia. Nahuel murió a la madrugada en el hospital.

Los policías estaban uniformados pero no estaban de servicio. Recién comenzaban su turno a las 22. Ninguno auxilió al joven herido ni dieron aviso de lo que había pasado. El fiscal Rodrigo Miralpeix, de la Unidad de Graves Atentados contra las Personas 3, pidió la detención de los dos agentes y los imputó por el delito de homicidio agravado por alevosía, uso de arma de fuego y por tratarse de funcionarios públicos. “La situación bajo ningún punto de vista ameritaba la utilización del arma”, explicó Miralpeix a los medios.

Aguilera trató de despegarse del crimen. Ante el fiscal contó que bajó de la moto para intervenir en un enfrentamiento entre dos grupos de jóvenes. Dijo que escuchó el disparo pero que no vio a su compañero con el arma en la mano ni al joven herido. “A unas cuatro o cinco cuadras de ahí se había producido un enfrentamiento a piedrazos entre dos grupos, pero los chicos eran ajenos a esa situación”, contó Hossel.

El cabo Cardozo se negó a declarar. Tampoco permitió que le tomaran muestras para ver si tenía rastros de pólvora en sus manos. Ante la negativa, la jueza Ada Zunino ordenó que le tomaran las muestras de manera compulsiva.

Una vecina encontró el casquillo de bala en el patio de su casa, a pocos metros de donde le dispararon a Nahuel. Es una vaina 9mm., el mismo calibre del arma reglamentaria de los policías. El informe preliminar de la autopsia confirmó que el joven fue asesinado cuando estaba de espaldas. Al día siguiente lo velaron en la casa del barrio Solidaridad en la que vivía con su padre, su madre y algunos de sus 12 hermanos.

“Acá tienen que mandar policías responsables, no le pueden dar un arma a un adicto. Esto no va a quedar así, voy a ir hasta la China para pedir justicia por mi hijo. Hay responsables y están en el Gobierno”, dijo Mamerto Salvatierra, padre de Nahuel. “Toda mi vida trabajé, a ninguno de mis hijos mandé a robar, soy padre de 13 y ninguno cayó en cana. Yo no sé por qué les dan armas a policías adictos”, agregó.

El 7 de enero, cuatro días después del asesinato de Nahuel, la policía volvió al barrio. Los vecinos habían hecho un santuario por Nahuel y después organizaron un partido de fútbol. Al final de la actividad, llegaron varios carros y patrulleros policiales. “Sin motivo vinieron los canas y comenzaron a tirar -contó una vecina del barrio al diario La Gaceta de Salta-, no les importó si había chicos o mujeres embarazadas”.  Otra vecina de contó que los efectivos gritaron una amenaza: “así como mataamos a uno, nos vamos a llevar a otro”. La jornada terminó con tres vecinos detenidos.