enfermeros-uruguayosEl Observador.-

“Yo no los maté ni tuve la intención de hacerlo”, le repitió el enfermero Marcelo Pereira, procesado con prisión por cinco homicidios en el hospital Maciel, a su abogado, Humberto Teske, quien solicitará una nueva declaración de su defendido, según informó a El Observador. Estos dichos de Pereira se suman a las dos pericias que la Junta Médica designada por la Justicia elevó en diciembre y febrero. El último informe concluyó que en siete casos –por los cuales los enfermeros fueron procesados– “la muerte era esperable y en algunos casos inevitable en el breve plazo”. El anterior, que analizó el caso de Gladys Lemos, sostuvo que “la causa básica de la muerte fue el trombo embolismo pulmonar” y no una sobredosis de morfina, como concluyó la Justicia en base al testimonio de Pereira.

Ante la falta de evidencias forenses que confirmen que las muertes de los pacientes fueron inducidas, la confesión de los dos enfermeros procesados, Pereira y Ariel Acevedo, es la prueba más sólida para justificar sus procesamientos. Sin esta prueba, le resultará difícil al nuevo fiscal del caso, Gilberto Rodríguez, acusar a los enfermeros.

“Las restantes pruebas son débiles y la confesión no tiene validez”, dijo el defensor de Pereira. Las demás pruebas son testimonios de compañeros que sospechaban de ellos, un mensaje de texto sugerente y el aumento de las muertes en la Unidad Cardiológica del Maciel, donde trabajaba Pereira.

Teske argumentará que la confesión del enfermero fue falaz. Pereira confesó haber matado a cinco pacientes, entre ellos, a Teresa Cuello y Enrique Yarle. Sin embargo, un informe del Ministerio de Salud Pública (MSP), enviado a la Justicia el 27 de marzo de 2012 y firmado por el entonces director del Maciel, Raúl Gabus, sostiene que Pereira no estaba en el hospital cuando esos dos pacientes murieron.

El MSP explicó: “Uno de los cinco pacientes al que, según el auto de procesamiento, Marcelo Pereira reconoció haberle suministrado medicación sedante falleció un día en que el funcionario no concurrió a trabajar. Se trata de la señora Teresa Cuello, fallecida en la unidad UCC el día 14 de febrero de 2011 a la hora 1.40”. Luego se corroboró que efectivamente ese día el funcionario no había ido a trabajar y que tampoco lo hizo los dos días anteriores por tratarse de sus descansos.

Tampoco estaba el día en que falleció Yarle, también reconocido por Pereira, el 8 de julio de 2011 a la hora 21.15, “siendo que Pereira inició su labor a la hora 6 retirándose a la hora 11.51. Por tanto el paciente falleció 9 horas 24 minutos después de la salida de Pereira del servicio”, señaló el informe del MSP.

En este sentido, Teske expresó: “Es como que me digas que mataste al Papa y no estabas en el Vaticano”.

Pereira admitió al declarar ante la Justicia: “Podía ser que en un mes no hiciera nada y que en otro actuara dos o tres veces (…) Es para que ellos (los pacientes) y sus familiares dejen de sufrir (…) Si te digo 100 (pacientes que murieron intencionalmente por su accionar) te miento y si te digo uno te miento”, confesó.

La Justicia lo procesó luego que reconociera a sus víctimas en las fotografías de sus cédulas de identidad que la Dirección de Identificación envió a la sede judicial. Los enfermeros admitieron que les resultaba difícil reconocer a los pacientes dado que los habían visto entubados pero luego confesaron y fueron a prisión.

Su abogado alegó ayer que “esa confesión no tiene validez” y que su defendido “va a decir por qué hizo la confesión, por qué confesó de esa manera”.

La histórica posición de la doctrina penal de que la confesión “es la reina de las pruebas” ya no corre, ha dicho el catedrático Miguel Langón. Agregó que la confesión “debería estar acompañada de algún otro elemento”.

Pereira declaró que le inyectaba morfina a sus víctimas. El informe forense que estudió siete casos no encontró esa droga en la historias clínicas.

Por otra parte, Gladys Lemos, única víctima a la que se le realizó una autopsia, tenía en su sangre lidocaína y, en su orina, además, “un metabolito de morfina a nivel de trazas”. La pericia forense afirmó: “Llama mucho la atención la detección de la lidocaína en una concentración terapéutica en la sangre de la fallecida ya que no consta que este fármaco haya sido administrado ni estaba indicado en ninguna etapa de internación. El supuesto de que la lidocaína hubiera sido administrada luego de que la paciente instaló la bradicardia extrema, el paro cardíaco habría tenido una incidencia negativa sobre el éxito de los intentos de reanimación y en consecuencia hubiera concurrido a la muerte. En todo caso, con los elementos disponibles clínicos, anatomopatológicos y toxicológicos”, concluyeron que se trató de una “muerte natural”.