Guía rápida para panelistas deportivos “en deconstrucción”

Las buenas intenciones para hablar de personas LGBT+ en las canchas empiezan a asomar. Sean bienvenidas, pero falta: palabras que no son inocentes, humor hiriente y una agenda que pone a las diversidades del lado de la víctima eterna merecen una revisión urgente.

Guía rápida para panelistas deportivos “en deconstrucción”

Por Cosecha Roja
12/11/2020

Siete comentaristas hablan de homosexualidad en el canal deportivo ESPN y piden un debate serio. “Es una deuda grande que tenemos los futbolistas”, dijo Sebastián Domínguez, ex delantero de Newell´s y panelista de 90 Minutos que sacó el tema. “No estamos viendo lo que pasa en el mundo si seguimos pensando que si sos trolo no podés jugar al fútbol. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?”.

Parece un detalle pero no, el gesto es enorme ¡Sean bienvenidos a salir del closet de sus tabúes! Todos tienen algo para aportar si queremos un mundo donde la orientación sexual no sea motor del odio. Eso no significa que todos opinen como un coro sin cabeza. En Cosecha Roja les proponemos unas recomendaciones fáciles, nada solemnes, para mejorar sus buenas intenciones de ser más inclusivos.

¿Sentido del humor?

El mismo programa donde hablaban serio sobre la homosexualidad empezó con todos riendo. Tras proyectar una captura de pantalla del Twitter de Domínguez -un seguidor le dice “sacate la remera para relatar un partido” y él le contesta “querés que relate en cuero? mimoso”- el tono burlón de los panelistas dejó entrever un doble sentido, el mismo que sirve como escudo ante cualquier deconstrucción. 

El lenguaje homo odiante en el deporte está tan naturalizado que parece imprescindible en el folklore de los deportes. Cuando se lo cuestiona, hay un mecanismo de defensa que se despliega en el mundo heteronormativo: “Qué putos, no se les puede decir nada que se ofenden”.

Pregúntense si sus vidas son un chiste o un insulto para gritar en la cancha. Si la respuesta es no, llegó el momento de poner a prueba su sentido del humor.

Salir del clóset no es una confesión

El rugbier australiano Dan Palmer publicó esta semana una carta en The Sydney Morning Herald donde habló de su homosexualidad y los sentimientos mortíferos al ocultarlo: “Fantaseaba con desaparecer, con cambiar mi nombre y empezar una nueva vida. No exagero al decir que mi propia muerte se sentía preferible al hecho de que alguien descubriera que era gay”, dijo el jugador, que tomaba sedantes para conciliar el sueño en medio de la depresión permanente que tuvo en la juventud.


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No es el deporte, son las relaciones de poder


Existe consenso en que la orientación sexual no perjudica la salud, el intelecto ni las relaciones humanas: se puede ser gay-abogado, gay-actor, gay-médico y no morir en el intento. En los deportes no es tan así. Mientras que los jugadores heterosexuales cuentan su vida amorosa y exhiben el éxito de sus fortunas rápidas, sus matrimonios glamorosos y sus vidas plenas, los homosexuales que hablan de su vida todavía confiesan. Y casi siempre es un drama. 

La construcción de víctimas perpetuas es un morbo para dejar atrás. Hay crímenes de odio, discriminaciones todos los días y angustias. Pero también hay una agenda de buenas noticias sobre las personas LGBT+. Si existe una heteronorma bienintencionada que se quiere deconstruir, una cobertura desde la positiva puede ayudar. ¿A los medios no les interesa? Insistan: hace cinco años prendían fuego a una mujer y titulaban crimen pasional. 

Sin héroes, con deseos

Es cierto que salir del closet en un ambiente hostil requiere valentía, pero no hace falta convertir a nadie en héroe. Hay personas que no quieren serlo, sino que simplemente quieren vivir su sexualidad sin tantas explicaciones. 

Al hablar con deportistas abiertamente lgbt+ no es necesario concentrarse siempre en ese aspecto de la persona. “Si bien los atletas LGBTQ que juegan a nivel profesional son un importante paso adelante en el desmantelamiento de los estereotipos sobre las personas LGBTQ, también hay que reconocer que el primer y más importante papel de cualquier atleta es simplemente jugar y sobresalir en su deporte”, señala la guía sobre deportes, medios y diversidad de la organización GLAAD.


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Para estos futbolistas ser gay es un orgullo


Nicolás Fernández es arquero de General Belgrano en La Pampa y el año pasado, cuando dijo que era gay, salió en titulares de varios diarios que repitieron los estereotipos de “confesar”, “revelar” y “animarse al gran paso”. En una entrevista para Tiempo Argentino Fernández se despojó de toda gloria: “Cuando en la cancha me gritan puto, me doy vuelta y me río”.

Patea como marica

Algunos equipos nacionales como Los Dogos, Monarca o Ciervos Pampas Rugby Club dan la pelea de sentidos uniendo a sus equipos desde la sexualidad no heteronormativa. Todos se reivindican como gays, pero comparten la premisa de ser inclusivos si algún heterosexual quiere jugar con ellos. ¿Por qué no pasa lo mismo a la inversa? 

Una explicación está en los símbolos que definen lo que es un varón y lo que no, eso mismo que se repite en el fútbol, el hockey y la cultura en general. Si un gay decide no hacer el show del macho no patea diferente a un hetero (amigues de ESPN, en este punto no es gracioso lo de patear torcido ni al travesaño).

“Las desigualdades se explican por motivos culturales antes que por diferencias hormonales”, dice Eleonor Faur y Alejandro Grimson en el libro Mitomanías de los sexos, que le dedica todo un capítulo al deporte y los mitos genéricos→ lectura recomendada.

La diferencia entre hombres, mujeres, cis, trans, heteros, homos (y más mucho más) existe y permite una vivencia individual del deseo. Igualdad no significa anular esa diferencia, ya que ese borramiento se llevaría puestas también las trayectorias vitales. Una fórmula para repetirse es “iguales en derechos, diferentes en los deseos. Iguales en la cancha, diferentes en las camas”.