Por Luis Concha y Cinthya Castañeda – Diario La Tercera .-

Daniel Zamudio -24 años y el segundo de cuatro hermanos- había intuido que era homosexual cuando niño. Se lo confesó a su familia a los 17 y antes de la golpiza, que ayer le provocó la muerte, caminaba con temor a lo que pudiera ocurrirle. Según su madre, Jacqueline Vera, “contaba que la gente lo miraba con rabia, con fobia, siempre decía que por qué tenía que andar escondiéndose y no poder tomarle la mano (a su pareja) o salir abrazado de una discotheque”.

Relata que incluso los guardias de la discotheque Blondie “les avisaban si andaban grupos de neonazis, para que pudieran salir tranquilos”. Una de sus preocupaciones era una amenaza que habría recibido hacía meses, cuando vio un ataque a otro joven, a la salida de un local nocturno.

La madrugada del 3 de marzo venía de una fiesta. Estaba en el parque San Borja cuando -de acuerdo con los antecedentes de la fiscalía- una pandilla lo golpeó durante más de una hora, a patadas, puñetazos, con una piedra y una botella.

Zamudio era muy cercano a su madre y trabajaba como vendedor en un local de Providencia. Soñaba con terminar la enseñanza media para estudiar Diseño de Vestuario y tener su propia marca de ropa.

En la población Loncomilla, de San Bernardo, lo recuerdan como un joven de personalidad afable, que sólo llamaba la atención cuando a veces volvía de alguna fiesta y hacía ruido de más. Una de sus vecinas recuerda que una vez regresó a su casa un domingo de madrugada y puso a todo volumen canciones de Britney Spears. Los vecinos empezaron a gritarle que bajara la música y más tarde, él fue casa por casa disculpándose por las molestias.

Era hijo de Iván Zamudio Contreras y Jacqueline Vera Muñoz, un trabajador de la construcción y una vendedora de una tienda de San Bernardo, quienes se casaron en 1984 y se separaron cuando Daniel era adolescente.

Tras el quiebre, Jacqueline Vera se fue a vivir a la casa de su madre, en San Bernardo, donde el joven pasaba la mayor parte del mes. En ocasiones también dormía en la casa de su padre.

Fue un alumno de notas regulares. Cursó la enseñanza básica en la escuela Cacique Antupillán y empezó la media en el Liceo Fidel Pinochet Le Brun, de San Bernardo, un plantel donde estudió el ex Presidente Patricio Aylwin y, más recientemente, parte de las integrantes de la banda de menores “Las niñas arañas”. Allí llegó hasta primero medio, en 2002, y no siguió estudiando.

Ese año, Zamudio pasó la mayor parte del año con licencia, producto de una bronquitis que solía derivar en neumonía. Quedó repitiendo con un 67% de asistencia y 3,4 como promedio final. Sólo aprobó Educación Física (4,2), Inglés (4,3) y Artes (4,0).

Iván Zamudio recuerda el período de adolescencia de Daniel: “Uno como papá les exige a los hijos dos cosas: o que estudien y, si no, que trabajen. Ya después de los 18 años, él podría ver qué es lo que iba a hacer”.

Su madre tiene más recuerdos de esos años: “El papá fue un poco duro con él, le criticaba mucho que hubiese dejado de estudiar. Era más duro que con el resto de los hermanos y Daniel, que era muy sensible, lo notaba”.

Jacqueline Vera recuerda con claridad el día en el que su hijo le contó que era homosexual.

Dice que el joven compró algunas cosas para comer y reunió a toda la familia: había un invitado adicional, llamado Francisco. La idea, supo su madre después, la había sacado de una película.

“Nos contó cuando tenía 17 años. Tenía un amigo con el que salía siempre: iba a la casa y se iban juntos a la playa. Era algo mayor que él. Un día me dijo: ‘Mamá, te presento a mi pareja'”.

Dice que lo abrazó, al igual que sus hermanos. Su papá tardó un poco más, pero le dio la mano y lo abrazó también.

Jacqueline Vera dice que esa fue la confirmación, pero que “ya sabía que era homosexual. Lo intuía por cómo se expresaba y por las cosas que hacía: le gustaba cocinar, hacer el aseo (…). Y se cuidaba el pelo. Me decía que le gustaba mi pelo, que le habría gustado ser como yo”. Añade que ella tiene una hermana lesbiana y que para ese entonces ya era un tema resuelto en su familia.

“¿Qué hacer? Hay que apechugar nomás”, dice su padre sobre lo que pensó.

Fue un día de catarsis para los Zamudio Vera. Pero vendrían otros más complicados. La confesión de Daniel Zamudio fue el comienzo de un proceso complejo para el joven, que más tarde tuvo períodos de crisis y estuvo en tratamiento sicológico.

“En ese momento no pensamos lo mal que podría pasarlo, porque comenzó a pasarlo muy mal (…). Tuvo una tendencia a rebelarse por su tendencia sexual. Se sentía hasta rechazado por mí”, recuerda su padre.

Su madre dice que lo que le ocurriera afuera del hogar siempre fue una preocupación. Cuenta que el 29 de febrero comieron juntos, arroz con bistec. “‘Hijo, cuídese, tengo miedo de que le pase algo, le dije'”. Tres días después, sus pasos se cruzaron con los de sus agresores.