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Eran las nueve de la mañana cuando Roberto Vecino entró en la casa de Marta. Hacía rato que ya no estaban juntos pero eran vecinos en el barrio Fonavi de Necochea. Ella vivía con los cinco hijos que tenían en común y le temía a su ex. Daniel entró con un objetivo: agredir a la familia, como ya lo había hecho otras veces. Esta vez la violencia no tuvo límite y mató a su mujer y a tres de sus hijos. En el camino asesinó también a un vecino que quiso pararlo. Hirió a un policía que intentó detenerlo y terminó ahorcándose en un galpón que estaba al fondo de su casa. La justicia caratuló la causa como múltiple homicidio doloso y homicidio simple seguido de suicidio.

Todavía no hay testigos que puedan decir qué pasó exactamente. El ataque comenzó en la cocina. A María Esther Curuchet, la atacó con un machete. En la casa, también estaban sus hijas Etelvina y Rosa. Después de dejar tirada a su mujer en medio de un charco de sangre, subió las escaleras para matarlas de la misma forma. En ese momento llegó Roberto, uno de sus hijos varones. Su primer impulso fue escapar. Su padre lo alcanzó en la esquina y lo asesinó. Horacio, que vivía a pocos metros, vio el forcejeo desde su camioneta y corrió para frenarlo: Roberto lo degolló en el intento. Sólo dos de sus hijos sobrevivieron: el de 10 años porque estaba en el colegio y Daniela, la mayor, que ya no vivía ahí.

Los vecinos llamaron al 911. Un oficial lo quiso agarrar, en vez de dispararle con su arma reglamentaria. Roberto se zafó, le hizo un corte en la mano con el arma homicida y se encerró en un galpón que estaba al fondo de su casa. Los agentes de la comisaría 1° le gritaban para que saliera, pero él había trabado todas las puertas. Cuando entraron, Roberto se había ahorcado. El artículo 152 del Código Penal fue el que les permitió ingresar de todos modos “para evitar un mal grave a sí mismo o a un tercero”. Después, intervino la fiscalía a cargo de Mirta Ciancio y el Grupo de Apoyo Departamental (GAP).

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A 130 km al sur de Mar de Plata, el invierno de Necochea -una ciudad de 100 mil habitantes- es tranquilo porque el ruido de los turistas que la caminan en verano desaparece. En los barrios Fonavi donde vivían Roberto, María Esther y los hijos, las casas son todas iguales. Fue un proyecto impulsado por el Fondo Nacional de la Vivienda para palear el déficit habitacional en varios lugares del país. El de Necochea está en la otra punta la ciudad, alejado del mar. El hombre trabajaba como empleado en el cementerio local. En sus ratos libres criaba canarios y los preparaba para competir con otros pájaros y era delegado de la Asociación de Canaricultores de Necochea y Quequén (ANUQ).

El empleado municipal tomaba medicación por problemas psicológicos. Era confrontativo y agresivo, y tenía varias denuncias por violencia doméstica en el Juzgado de la Familia. Daniela Vecino contó a los medios que las amenazas de su papá eran constantes y que Marta le tenía terror. A los nueve años ella fue sola a la comisaría porque el papá le había apoyado un arma en la cabeza a la mamá.

El múltiple homicidio de Roberto Vecino se parece al que cometió Ricardo Barreda. El 15 de noviembre de 1992, el odontólogo mató a escopetazos a las cuatro mujeres con las que vivía en la ciudad de La Plata: la suegra, la esposa y las dos hijas. Después tiró el arma en un arroyo en Punta Lara, fue a un albergue transitorio con su amante y volvió a la casa para denunciar el crimen. Hace unos meses, salió en libertad.

Fuentes judiciales contaron a Cosecha Roja que es probable que la causa de Vecino se archive. Según dicen, se “considerará extinta la acción penal por la muerte del sospechoso”. El resultado de las autopsias determinó que las víctimas tenían no menos de diez heridas cada una: a la mujer la decapitó.