Por Julieta Saulo y Violeta Osorio – Las Casildas / Observatorio de Violencia Obstétrica (OVO)

“Ser obstetra es hacer magia: nosotros sacamos bebés de donde ustedes (refiriéndose a otros varones) pusieron renacuajos”, dice el obstetra Maximiliano Katz en un video que subió de manera pública a su perfil de Facebook, y que se viralizó rápidamente en las redes, en el que se supone está haciendo un stand up muy gracioso en el Paseo la Plaza.  

Sólo es humor dirán algunxs, es parte de su vida privada dirán otrxs. Excusas siempre podemos encontrar, sobre todo cuando se trata de seguir negando una realidad que nos explota en la cara. Argentina ostenta un índice abrumador de violencia obstétrica y esto no es casual, mucho menos producto de la generación espontánea. Como personas que trabajamos y militamos en la temática hace varios años constatamos día a día que la práctica obstétrica cruel y abusiva está asentada sobre un sistema de pensamientos y creencias que la hacen posible. ¿Por qué ejercen violencia obstétrica lxs profesionales de la salud en un país pionero en materia de derechos en el parto? Básicamente porque se sienten habilitadxs para ello y porque hay una enorme porción de la sociedad que lxs legitima.

Insistimos, es sólo una broma dirán algunxs, lo está haciendo en su tiempo libre dirán otrxs cuantxs. Lamentamos informarles que no es ni una cosa ni la otra: es una declaración de principios no sólo sobre su práctica sino, lo que es más preocupante de cómo desde el sistema médico hegemónico se entiende el lugar de la mujer, el de lxs profesionales de la salud y el nacimiento en sí mismo. Es muy gracioso claro, tragicómico incluso, como en una sociedad en la que de mil formas distintas y de manera cotidiana intenta desaparecernos a las mujeres, el chiste de este hombre se asienta justamente en el hecho de nuestra invisibilidad: “Los hombres nos preñan y los obstetras nos sacan al pibe”. En ambos casos cual envase y sin importar si queremos, si no. Y por supuesto en ambas situaciones lo importante son las acciones de los machos, que evidentemente tienen total permiso para hacerse con nuestro cuerpo con total legitimidad.

La violencia obstétrica, como cualquier violencia de género, se alimenta de negarnos a las mujeres como sujetas de derechos, de ponernos en relación de dependencia y sumisión de quien ostenta el poder (el macho o el/la profesional de la salud). Con lo cual señoras y señores no es gracioso, no nos causa gracia, ya que responde a una dolorosa y perversa realidad que avala la vulneración que hemos sufrido, que sufrimos y que de continuar así seguiremos sufriendo.

El tono general del stand up toca todos los lugares comunes del humor sexista, machista y misógino. En escena aparece el personaje masculino “canchero” y ganador que comparte las (esperamos) supuestas anécdotas de las mujeres que se atienden con él. Por ejemplo, cuenta la historia de la mujer que lo consulta porque tuvo lo que ella llama “un accidente”, que no es otra cosa que haber tenido relaciones sin protección. Él contesta en tono burlón:

– ¿Ibas caminando por tu casa, te patinaste y te caíste sobre el pito de tu marido?

Porque claro, “los renacuajos” los ponen ellos, pero “los accidentes” los hacemos nosotras solitas. No se hace esperar tampoco el catálogo de las embarazadas: la primeriza o miedosa; la secundigesta o la que compara; la multípara a quien nombra como la Maru Botana y se caracteriza por ir a las consultas cuando se acuerda y “todo lo importa un carajo”.

Y continúa: “Las embarazadas son un cóctel que tiene mitad hormonas y mitad emociones. Eso lo revolvés y es terrible”. Ese es justamente el estereotipo en el que se basa el sistema médico hegemónico para sostener que las mujeres embarazadas no están en condiciones de tomar decisiones informadas, razón por la cual lo que se hace y lo que no lo deciden lxs profesionales. Y así, anécdota tras anécdota y estereotipo tras estereotipo aparece la caricatura típica de las mujeres como boludas, entre idiotas pérdidas y negligentes sin remedio que necesitamos con total urgencia y desesperación de la autoridad, sabiduría y dirección de un hombre para hacer lo que corresponde.

Cualquier mujer que sea consciente de la violencia obstétrica que sobre ella y/o su bebé ejercieron reconocerá, en esta mezcla de paternalismo, ridiculización e infantilización, la raíz de los abusos sufridos.

A las mujeres se nos va la vida, la salud y la integridad tratando de explicar que sí! Sí es para tanto. Porque mientras se hacen los chistes, y gran parte de la sociedad se ríe, a nosotras nos siguen invisibilizando, violentando y matando física, emocional y psicológicamente.