Martín Soler. Diagonales.

Tras seis años y diez meses la Justicia Penal de La Plata condenó a cadena perpetua al violador serial, conocido como el “sátiro de las niñeras”, acusado de ocho casos de violaciones y un abuso sexual seguido de muerte del que resultara víctima Sandra Ayala Gamboa, cuyo cuerpo fue encontrado en febrero de 2006 en el edificio de ARBA ubicado en avenida 7 entre 45 y 46.

Diego José Cadícamo fue condenado a cadena perpetua. Los detalles del fallo se conocerá la semana que viene. La fiscal de juicio Maribel Furnus había pedido perpetua. La funcionaria cuenta en su haber lograr la condena más alta a un violador serial en la historia penal argentina: 49 años.

En su alegato la fiscal había encuadrado legalmente el caso de Ayala Gamboa como homicidio doblemente calificado: por alevosía (estado de indefensión de la víctima) y placer, delito que tiene única pena y es perpetua. Ese criterio fue compartido unánimemente por los jueces del Tribunal Oral Criminal V de La Plata.

Tras conocerse el adelanto de veredicto, la fiscal dijo a Diagonales.com que se sentía “muy conforme por la condena lograda” a la que consideró “histórica”, ya que no hay muchos antecedentes de condenas de homicidio por placer.

Los fundamentos de la sentencia se conocerán el miércoles 7 de noviembre a las 12 horas. Las expectativas están centradas en conocer si los jueces harán lugar al pedido de la fiscal quien además de la pena de perpetua, solicitó que se imponga a Cadícamo la accesoria de “reclusión por tiempo indeterminado” ya que se trata de un violador serial irrecuperable, según el dictamen de peritos psiquiatras, quienes calificaron al acusado como “la mente más siniestra” con la que se encontraron “en más de treinta años de experiencia”.

Además el acusado aun tiene cuentas pendientes con la ley ya que el próximo año será juzgado en la provincia de Misiones por varios casos de violaciones y tres intentos de femicidios, situación que avizora una larguísima estadía del condenado tras las rejas.

El juicio. Según se ventiló en las audiencias, en la mayoría de los casos el engaño del abusador comenzaba con una supuesta cita laboral. Aseguraba necesitar una niñera urgente para que cuide a sus hijos. Para ello se valía de la inocencia de jóvenes mujeres que necesitaban un trabajo. Ofrecía buena remuneración para los valores que se manejaban entonces en trabajos por hora en casas de familia.

Las víctimas llegaban puntuales a la cita, pero les esperaba lo peor. Las metía en baldíos o casas deshabitadas, las ataba y violaba en reiteradas ocasiones. No importaba nada, solo la humillación del ultraje.

El primero de los ataques se registró el 13 de octubre de 2005. El último el 18 de abril de 2007. Los investigadores estaban desconcertados. Todos los meses recibían varias denuncias por violaciones. En todos los casos se hablaba que el sospechoso se manejaba en una bicicleta de color “rojo” o “anaranjada”.

Los estudios de ADN comenzaron a echar claridad sobre las investigaciones. Dos patrones genéticos masculinos se repetían en las denuncias. Uno pertenece a Emanuel Perandones Pérez, “el sátiro de la bicicleta roja” que fue condenado a 49 años de prisión. El otro es del albañil Cadícamo, quien estuvo prófugo hasta el año 2010.

Sueños rotos. Sandra Ayala Gamboa quería ser médica. En el año 2005 abandonó Perú y se radicó en La Plata donde se había anotado en la facultad de Ciencias Médicas. La economía apuraba y necesitaba trabajar. En febrero de 2006, antes de volver a su tierra, decidió buscar ese trabajo con el que se pudiera solventar su estadía a miles de kilómetros de su madre.

El 16 de febrero de aquel año dejó una nota a su pareja: “Amor, me fui a ver un trabajo”. Nunca más regresó. Nueve días después su cadáver desnudo fue encontrado en avanzado estado de putrefacción. La autopsia fue concluyente: había sido golpeada, violada y estrangulada con su remera.

Los forenses no encontraron restos genéticos masculinos en el cuerpo de la víctima. El calor y las bacterias degradaron cualquier muestra que lleve al asesino. Pero no existe el crimen perfecto. Una colilla de cigarrillos con ADN de Cadícamo fue encontrado en la luctuosa escena.

El sospechoso llegó a juicio acusado de violación y homicidio simple, pero la Fiscal mantuvo la acusación por el abuso sexual y agravó el crimen a homicidio calificado por alevosía (aprovecharse de la indefensión de la víctima) y placer.

Pericias. “(Diego) Cadícamo mató por placer, no es un accidente, es una escala ascendente del goce perverso que él lleva adelante”. Así uno de los peritos que analizó al acusado de violar y matar a Sandra Ayala Gamboa , ilustró a los jueces sobre la personalidad del acusado.

Los psiquiatras Pablo Forte y Jorge Castillo fueron los peritos que entrevistaron a Cadícamo. Sus conclusiones fueron lapidarias para la defensa ya que Cadícamo presenta un “cuadro irreversible”. Para los expertos “poco se puede hacer, no hay ningún tratamiento efectivo. No hay más que la Ley y el encierro”.

Castillo describió al acusado como “un gran mentiroso que miente con gran habilidad pero burdamente, llega al extremo de decir que tiene un hermano gemelo perdido en la selva de Brasil”, al que apunta como el culpable de los ataques sexuales y el crimen de la joven peruana.

Para el perito se está en presencia de un “psicópata, insensible, manipulador” de un “predador que busca víctimas fácil de atacar” y que posee una “sexualidad en base a fantasías sádicas” que “goza con el dominio de las víctimas, el temor de las víctimas es su objetivo principal”.

En la investigación se dio por acreditado que la mayoría de las víctimas fueron violadas analmente. Para los peritos esa particularidad demuestra una “sexualidad violenta, cruel, humillante, degradante, que busca destruir, busca lastimar” a las mujeres atacadas.

Sobre el trágico final de Sandra, Castillo aseguró que “la muerte le proporciona una excitación mayor, goza matando en medio del dolor” de la víctima. “Cadícamo es uno de los más sádicos que hemos encontrado en la historia forense”. El acusado “no mata porque la víctima se resistió, con esto (la muerte) alcanza una situación extrema de goce sexual y omnipotencia, se cree Dios”.

Por su parte las peritos psicólogas aseguraron que el acusado es “imputable” ya que “entiende la gravedad de los actos”, que “goza” con los ataques sexuales y “no siente culpa”. Para las forenses se trata de un “perverso” que posee un “grado severo de trastorno de narcicismo”.

Como agravantes de la pena la fiscal valoró la violencia desplegada en cada ataque, la extensión del daño causado a las víctimas, la premeditación desplegada similar a la de “un cazador en un coto” y pidió como condena la pena de prisión perpetua, que pague los gastos del proceso y que se aplique la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado, ya que existe riesgo de reincidencia.

No existen muchos antecedentes de condenas dictadas el delito de matar por placer. La referencia más conocida es la de Santos Godino, conocido en la historia criminal criolla como “petiso orejudo”, el primero de los asesinos seriales de Argentina.

El otro caso es el de Martín Ríos, conocido como “el tirador de Belgrano”, pero fue declarado inimputable.

Los jueces que este viernes lo declararon culpable, son Carmen Palacios Arias, María Isabel Martiarena y Horacio Nardo, integrantes del Tribunal Oral Criminal V de La Plata.