La vejez del siglo XXI: estudiás, trabajás, te jubilás ¿qué ganás?

Los viejos y viejas parecen ser lxs olvidadxs de la sociedad: no son productivxs, no hay ofertas laborales para ellxs ni políticas públicas que lxs incluyan. Pero además después de los 50 hay por lo menos dos generaciones invisibilizadas: personas que no requieren de cuidados, pero que tampoco parecen ser atractivas para el consumo ni para la legislación. En el caso de las personas trans el panorama es mucho más desalentador.

La vejez del siglo XXI: estudiás, trabajás, te jubilás ¿qué ganás?

Por Natalia Arenas
16/06/2021

En una entrevista que Maite Alberdi, la directora del documental chileno “El agente topo”, dio al sitio de la BBC contó que Sergio, el hombre de 80 años que se infiltra en el geriátrico para investigar posibles maltratos, tenía miedo de que su familia lo dejara allí. 

Quien haya visto el documental que fue nominado al Oscar entenderá que el miedo de Sergio no era a los supuestos maltratos, sino al abandono de su familia y a quedarse solo y olvidado como la mayoría de lxs viejxs que vivían en ese lugar.     

Es que en general el maltrato está asociado a la violencia más visible, la que deja marcas. De hecho, en el Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato a la Vejez, la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de Justicia de la Nación registró durante 2020 casi 660 personas mayores afectadas por hechos de violencia doméstica. Y hay un dato que no sorprende: el 77 por ciento son mujeres y el 68 por ciento de los denunciados son varones.

La OVD también destacó que durante la pandemia -y especialmente durante la cuarentena estricta- bajó la cantidad de denuncias. “La cuarentena ha afectado la posibilidad de trasladarse y de hacer una denuncia. Esto se puede deber al desconocimiento de que no había restricciones o un mensaje tal vez no muy claro acerca de que las víctimas de violencia doméstica podían (y pueden) salir de sus casas sin consecuencias para hacer las denuncias. También a las dificultades en cuanto al traslado”, explicaron desde la Oficina. 

Como sea, lxs viejxs que sobrevivieron a esta pandemia fueron uno de los grupos etáreos que peor la pasaron. Como escribió la psicoanalista Miriam Maidana en la nota Instrucciones para abrazar a nuestrxs viejxs: “Hace días y días que adultxs mayores -lo que antes de la corrección política se denominaban “viejxs”- son maltratadxs a más no poder en redes, en la calle, en farmacias, en donde fuera. Lxs que pueden ¿por qué insisten en salir? Les dejan comida en la puerta, los llaman por teléfono, les pagan las cuentas ¿por qué insisten en salir? Qué mal se comportan. Mejor les sacamos las llaves, lxs encerramos y les damos lecciones. Como si estuvieran en jardín de infantes hay que explicarles que en 10 días deben aprender a usar internet, hacer video llamadas, usar home banking, no abrazar ni besar -ni siquiera verlxs presencialmente- a nietxs, vecinxs, amigxs -en caso de tener algunxs vivxs-. Deben habituarse a ser ¿gatxs? Comida, bebida y una canastita donde dormir”.

La pandemia nos recordó que la salud integral no sólo incluye al cuerpo, sino a la psiquis. Y El agente topo que el abandono y la soledad también son formas de maltrato. Y de eso los viejxs saben bastante. 

En Argentina, no todxs lxs viejxs son maltratadxs y/o abandonadxs por sus familias. Pero sí son relegadxs y discriminadxs por los gobiernos que raramente piensan en políticas públicas para ellxs.

Y en la sociedad existe una especie de acuerdo implícito y colectivo que dice que cuando una persona cumple los 60 ya es vieja. Y ese “ser vieja” es sinónimo de improductiva. Lo que significa que la mayoría de las personas pasarán entre 20 y 25 años de su vida sin hacer nada: sin trabajar, sin estudiar, sin gozar, sin planificar… sin vivir. 

Lo cierto es que a partir de los 50 hay por lo menos dos generaciones que están invisibilizadas y a las que no se las tiene en cuenta a la hora de legislar. Personas que no requieren de cuidados especiales, internaciones ni geriátricos. Pero para las que tampoco hay oportunidades laborales ni políticas públicas que las incluyan. 


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Algo de esto y con foco en las mujeres pensó la diputada Gabriela Cerrutti cuando, a sus 54 años, publicó un video en Instagram que generó tanto revuelo que después fue un libro, más tarde un movimiento y luego un proyecto de ley para eliminar toda forma de discriminación por razones de edad. 

Cerrutti encabeza la revolución de las viejas, mujeres que luchan contra el edadismo: la discriminación contra personas o colectivos de personas por motivos de edad en razón de su envejecimiento que tienen por objeto o por resultado la reproducción de estereotipos estigmatizantes, que menoscaban o anulan el reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos y libertades fundamentales, tal como lo entiende la Organización Mundial de la Salud. 

La vejez de las personas trans

Si en Argentina la expectativa de vida de una persona cis es de alrededor de 77 años, para las travestis y trans ese promedio baja más de la mitad. No sólo viven hasta los 35 años, sino que lo hacen en condiciones de exclusión y pobreza: el 73 por ciento de esa población no tiene acceso a la educación básica, el 98 por ciento no tiene un trabajo formal y registrado y el 80 por ciento se encuentra en situación de prostitución como única alternativa para sobrevivir.

¿Cómo se alarga esa expectativa de vida si no tienen un trabajo formal y por lo tanto no acceden a una obra social y a una jubilación? ¿Qué hace el Estado por las personas trans y travestis? 

La semana pasada la Cámara de Diputados le dio media sanción al proyecto de ley de cupo trans y ahora el Senado deberá convertirlo en ley. Las provincias de Buenos Aires, Chubut, Río Negro, Chaco, Santa Fe, Entre Ríos y La Pampa tienen sus leyes de cupo. Y en más de 50 localidades y municipios de todo el país existen ordenanzas que lo contemplan.

Una vez aprobada la ley el activismo LGBT+ será seguramente quien presione para que se cumpla y que no quede en letra muerta. 

“Mientras estos cambios culturales se van dando dentro de diferentes ámbitos sociales de manera muy lenta, las compañeras mayores de 30 o 35 años siguen estando expuestas a un montón de situaciones de vulnerabilidad y de la falta de acceso a un montón de derechos”, le dijo a Cosecha Roja Michelle “Miya” Vargas, una de las históricas referentes trans de Rosario. ¿Los cupos están pensados para personas de más de 30? ¿Se contempla el dato fáctico de que a las trans y travestis la vejez les llega bastante antes? 

¿Y qué pasa cuando les llega? ¿Qué hace el Estado por las viejas trans?

Este año, la diputada nacional Gabriela Estévez presentó un proyecto de ley de Reparación para Personas Mayores Travestis y Trans que estipula una jubilación equivalente al 80 por ciento de la pensión mínima para mayores de 40 años. Está impulsado además por la Liga LGBTIQ+ de las provincias y la Convocatoria Federal Trans y Travesti Argentina. Se habla de reparación porque, precisamente, significa que el Estado reconoce todo el daño que la sociedad le provocó a esta población durante años, décadas, siglos. Y es que ese dato de la expectativa de vida de 35 años tiene su origen en discriminaciones, violencias y falta de políticas públicas. Hoy las travestis y trans pelean por llegar a viejas con los mismos derechos que una persona cis. Cómo será esa vejez todavía es una incógnita.

Natalia Arenas