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Heriberto Lazcano, “El Lazca”, tuvo una vida vertiginosa: a los 18 años se enlistó en el Ejército; a los 24 desertó de sus filas para incorporarse a las del narco. Para los 27 era líder de Los Zetas. Y a los 36 su cabeza tenía precio en dos países: Estados Unidos ofrecía cinco millones de dólares y México, 30 millones de pesos.

“El Lazca” no sólo emergió de las filas armadas de México, también recibió entrenamiento de élite en Estados Unidos, como parte del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (Gafe), al igual que Arturo Guzmán Decena (foto), “El Z-1”, líder fundador de Los Zetas, y otros 30 desertores.

“Los Zetas” pertenecen a la lista de casi ocho mil elementos de seguridad nacional (Sedena, Marina, PGR y SSP) que fueron entrenados por EU, entre 2000 y 2010; el 33% de ellos en los últimos tres años de ese periodo.

La Sedena asegura llevar control de los elementos egresados de estos cursos, basado en estudios psicológicos y socioeconómicos: “Está bien controlado todo el adiestramiento, que tiene un proceso de evaluación y supervisión.  Tenemos un sistema de personal que lleva un monitoreo puntual: estudios socioeconómicos periódicos, al año o semestral. Los mandos tienen una estrecha supervisión para detectar cualquier irregularidad que pudiera dar indicios sobre el mal uso del adiestramiento. No hay casos recientes que pudiéramos citar”, explica Enrique Mejía Nicolás, teniente coronel jefe de Grupo de Cultura de la Sección Sexta del Estado Mayor de la Defensa Nacional.

Estados Unidos es el principal destino de entrenamiento especial para los efectivos mexicanos, a donde acuden 60% de ellos; seguido por Argentina y Colombia, con 10 y 5%, respectivamente, y el resto se divide entre Ecuador, Canadá, Uruguay, Chile, Suecia, Inglaterra, Alemania,  Francia, China y Perú, revela Mejía Nicolás.

El interés por parte de esta nación en controlar la seguridad más allá de su frontera, lo ha impulsado a proveer de cursos a autoridades mexicanas valuados en 37.4 millones de dólares entre 2000 y 2010, pese a la recesión por la que atravesó. De dichos entrenamientos, 76% (28 mdd) fueron gastados en los primeros cuatro años del sexenio de Felipe Calderón.

Aunque, asegura Mejía Nicolás, México no está obligado a tomar todos los cursos que se le ofrecen: “Nos hacen un ofrecimiento y hacemos un estudio, no hay obligación de tomarlo. Si lo aceptamos, asumimos el costo de alimentación y vivienda”,  dice.

Las principales materias sobre las que giran los cursos son los relativos al uso de armas, entrenamiento de fuerzas especiales, fuerza aérea (de pilotos, electrónicos, mantenimiento) y, también, medicina. Y, a partir de 2006, el contraterrorismo y combate a narcotráfico se sumaron a la lista. La mayoría de los cursos duran entre seis meses y un año, aunque existen otros, principalmente los de entrenamiento médico, que pueden durar hasta dos años, aclara Mejía Nicolás.

“Si avanzo, sígueme; si me detengo, aprémiame; si retrocedo, mátame”.

Entre 1987 y 2002, un total de 37 militares mexicanos ingresaron al “Curso de internacional de adiestramiento y operaciones especiales Kaibil”, aunque ocho de ellos no lo concluyeron. De los 29 que sí lo terminaron, dos causaron baja del Ejército, de acuerdo con información proporcionada por la Sedena, a través de mecanismos de transparencia.

Los kaibiles, miembros de elite del ejército guatemalteco y conocidos como “máquinas de matar” por sus habilidades de combate y superviviencia, también recibieron entrenamiento militar en Estados Unidos. Su lema los define por sí mismo: “Si avanzo, sígueme; si me detengo, aprémiame; si retrocedo, mátame”.

Presuntamente “El Lazca” contrató a un grupo de kaibiles en 2003, meses después de ser el líder de “Los Zetas” para que entrenara a sus hombres en un rancho de Tamaulipas.

México pierde posición en AL

El liderazgo que México ha perdido en los distintos ejes en la región, no lo salva en el terreno de lo militar, el cual, a decir del especialista en seguridad y fuerzas armadas Edgardo Buscaglia, ha dejado a las tropas en un militarismo paralizado en las décadas de los ochenta y noventa.

“El Ejército continua estancado en el esquema doméstico, de no intervención. Los mecanismos de cooperación internacional le impone los tratados que firma México hace que las fuerzas armadas deban tener un rol internacional”, apunta el especialista.

Y agrega, “tienen que existir programas de entrenamiento para las fuerzas armadas mexicanas y que los pongan al día en cuanto cual es su rol en los esquemas de mantenimiento de paz, en técnicas de contrainsurgencia que van más allá de perseguir a “El Chapo” Guzmán”.

Puesto que la visión de los ejércitos del mundo va enfocada a la “seguridad humana”, en donde se busca que ésta prevalezca para que la sociedad ejerza con libertad sus derechos humanos: “El presidente Uribe le llamó seguridad democrática. Obama le llama seguridad humana. Y todavía vez a los políticos mexicanos con un vacío de visión estratégica y a los militares que han sido subsumidos y empujados a esta mal llamada guerra tratando de volver a los cuárteles cuanto antes, porque saben que el desprestigio ya es enorme.”

“Se necesita un nuevo marco de seguridad humana que es, finalmente, el objetivo de las fuerzas armadas: promover y asegurar la integridad y la estabilidad de las instituciones del Estado para que los ciudadanos puedan ejercer sus derechos humanos en los sentidos más básicos. No es la seguridad del Estado, por el Estado mismo. Y ese es un entrenamiento mucho más moderno del cual el Ejército mexicano no tiene ni la menor idea de cómo cumplirlo”.

Entre las fallas más graves de las Fuerzas Armadas mexicanas, señala Buscaglia, se encuentra su “ausentismo crónico” de las escenas de cooperación, como lo son los programas de mantenimiento de paz, ya sea en el ámbito global o regional, así como con los organismos internacionales como la ONU, de Medio.

La coordinación multilateral, además, apoyaría las tareas de seguridad doméstica, explica Buscaglia, ya que los grupos criminales mexicanos se mueven en 54 países del mundo “y poco puedes hacer con los ejércitos si tus programas de cooperación están basados en dos o tres países”.

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