justicia por diana sacayan

Ivana no se olvidó de sus amigas. Hace unos días, compartió en su muro de Facebook una foto de 1995 en la que aparecen Mocha Celis, Ángela Zulca y ella celebrando su cumpleaños. Ivana es la única que está viva. Las demás fueron asesinadas por la polícia. A Ángela la pararon en la calle y le pegaron porque no quería que la llevaran presa. Le dieron tantos golpes que, cuando pudo zafar, llegó a su casa, se acostó y no despertó más. A Mocha la amenazaron en el Bajo Flores: “Puto de mierda, vas terminar con tres tiros”. Días después sus compañeras la encontraron muerta en la guardia del Hospital Penna. Ayer en la Plaza de Mayo Ivana se refugió del frío detrás de una bandera que reclamaba por sus amigas en la primera Marcha Nacional contra los Travesticidios convocada por la Comisión de Familiares y Compañeros de Diana Sacayán.

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El 28 de junio es un día especial. Hace 47 años, “La revuelta de Stonewall” fue la primer protesta masiva de gays, lesbianas y trans en Nueva York. La elección fue acorde para la marcha de ayer. Mientras la gente esperaba para caminar hasta el Congreso, la Plaza se cubrió con los colores de la bandera del arcoiris que representa a la comunidad LGTTB. La mayoría de los carteles pedían justicia por el asesinato de la militante trans Diana Sacayán. Otros recordaban a la activista Lohana Berkins, que murió en enero de este año. Estuvieron presentes la agrupación Pan y Rosas, el Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación (MAL) y el PTS, entre otros.


La lucha también es un reclamo al Estado. Todavía hacen falta los accesos dignos a la salud, a la vivienda y al trabajo para personas trans y travestis. Pero eso no es todo, hacen falta registros oficiales sobre identidades de género y una política penitenciaria y de seguridad respetuosa en contra de la discriminación.

La bandera que sostiene Ivana es azul y lleva escrito con letras blancas “Hotel Gondolín: nunca abandones tus sueños”. Ese edificio, con el tiempo, se hizo famoso. Allí vivían las travestis que venían del interior del país hace 20 años, aunque todavía funciona. Ivana define a los años 90 con una sola palabra: tormentosos. Cuando decidió abandonar su identidad biológica, la familia le cerró la puerta de la casa en Jujuy. Llegó con las valijas al Hotel Shooting, en el centro porteño. Encontró en ese lugar el calor familiar que le habían negado. Las casas tomadas en Buenos Aires se transformaban en guetos donde vivían las travestis que llegaban desde las provincias. La represión policial era mucho peor que ahora. El HIV iba dejando los cuartos vacíos. Algunas de las que ejercían la prostitución, se enfermaron de pulmonía. Se morían de frío en las calles. Para palearlo tenían dos aliados: las drogas y el alcohol.

“Lohana Berkins nos daba cátedra. Se hacía la seria, jamás la vi con un trago en la mano”, recuerda Ivana. Pero Lohana también conocía ese mundo hasta que se dio cuenta de que esa vida no la iba a hacer feliz: dejó la calle y terminó la secundaria. Con el tiempo, logró inmiscuirse en el Estado para pelear desde adentro por sus compañeras y amigas: desde 2013 dirigía la Oficina de Identidad de Género y Orientación Sexual del Observatorio de Género en la Justicia de la Ciudad de Buenos Aires.

La activista salteña les enseñó a todas sobre rebelión y lucha. Recorría los barrios donde funcionaban los hoteles para darles contención a las más desamparadas, a las que se les hacían habituales los vicios. En esos años, Lohana fundó la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual. Ese fue el primer paso hacia la visibilización del derecho a la identidad de género, que se hizo ley en 2012. En honor a Mocha que era analfabeta, inauguró con el activista Agustín Fuchs el primer bachillerato para personas trans. Funciona en el barrio de Chacarita desde 2012 y en el estudian personas con identidades autopercibidas, integrantes de asentamientos urbanos e hijos de afrodescendientes.

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Lorena y su grupo de amigos se cubren con banderas largas y multicolores. Hablan de Diana Sacayan, de como sin ella costará más defender lo logrado. “Cuando creíamos que nunca íbamos a salir de la prostitución, ella peleaba por nosotras”, dice. El dolor que les causó su ausencia las hace marchar hoy. Les da miedo el retroceso, porque se quedaron sin una referente. Lorena dice que nadie la va a poder reemplazar, que van a pasar muchos años hasta que alguien tome el frente.

La historia de Diana se parece a la de Lohana. Cuando era joven, autopercibirse como mujer todavía estaba vedado. Las metían presas por maquillarse y ponerse vestidos y tacos. El año pasado fue víctima de un crimen de odio. Cuando llegó la ayuda a su casa de Caballito, la encontraron atada a la cama con una decena de puñaladas. Un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), señaló que fueron asesinadas 594 personas por su orientación sexual o identidad de género entre enero de 2013 y marzo de 2014. La Comunidad Homosexual Argentina (CHA) registró siete muertes similares en ese mismo año.

Antes de que la mataran, ella consiguió el DNI que llevaba el nombre que eligió tener. También ser parte del grupo que impulsó la Ley de Cupo Laboral Trans. Lideró dos agrupaciones que peleaban esos mismos derechos de los que hablaba Lohana: la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays y Bixesuales y el MAL. Según el Informe Anual 2016 del CELS, no hay casos de asesinatos de travestis en los que se haya aplicado la figura penal que enmarca los crímenes de odio (artículo 80 del Código Penal). Por primera vez, el de Diana será juzgado como femicidio.

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La toma salió movida. Ivana estaba sentada frente a una torta. Mocha, que la agarraba de los hombros, llevaba un saco rojo. Fue la que le organizó el cumpleaños sorpresa con más de cuarenta invitados. Ángela se había puesto un buzo rosa. No llegó a mirar a la cámara, da la impresión que está diciendo algo. En la foto de su juventud Ivana no tenía flequillo como ahora, pero sí la misma sonrisa.