policíaquilmesJulia Muriel Dominzain – Cosecha Roja.-

Dos tiros disparados por un prefecto. Así murió Marcos Acuña, un pibe de 19 años del barrio La Cañada, en Quilmes Oeste. El agente -que dijo que le habían querido robar la moto- no quedó detenido. Pero los amigos del joven sí: cuando su cuerpo quedó tirado en el pasto, los vecinos cortaron la calle, quemaron ruedas y terminaron pasando la noche en la Comisaría 3era. “Esto es un claro caso de gatillo fácil, el pibe tenía quilombos con el paco y la policía mata al que consume”, dijo a Cosecha Roja Pablo, el padrino de Marcos.

El prefecto alegó legítima defensa y culpó a los pibes. Pero los vecinos cuentan que el hombre se maneja como si fuera el ‘rey de la calle’: usa su moto estacionada en la puerta para decir que lo quisieron robar y sale con el arma cuando quiere echar a los jóvenes. Cecilia Pereyra, coordinadora de la Campaña Nacional contra la Violencia Institucional de zona sur dijo a Cosecha Roja: “Hasta ahora no hay una sola persona que diga que hubo un intento de robo”. Lo único que le encontraron a Marcos en el bolsillo fueron dos encendedores.

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El viernes 28 de agosto Marcos andaba por la calle con dos amigos, estaba de gira desde la noche anterior. Cerca de las 9 de la mañana fue a buscar facturas a la panadería en la que trabaja su hermano mayor, Gustavo. “Siempre andaban por la esquina de República del Líbano y Mosconi, a tres cuadras del Supermercado Makro, donde lo mataron”, contó Pablo. Un vecino que los vio pasar “creyó” que le iban a robar y empezó a los gritos. Los pibes corrieron y pasaron por la calle donde vive el prefecto. Cuando los vio, les gritó:

– ¡Acá no los quiero ver más, guachos!

– ¡Eh! ¡Pará, que no estamos haciendo nada!

Marcos respondió pero vieron que el oficial estaba armado. Uno de sus amigos se tiró atrás de una medianera, el otro corrió más rápido y él recibió dos tiros. Un rato después su hermano, amigos y vecinos cortaron la calle, buscaron gomas y las quemaron. “La policía de la Comisaría 3era de Quilmes reprimió”, contó Pereyra. Se llevaron a ocho de ellos, los molieron a palos, no los dejaron llamar a nadie y los metieron a todos en una celda:

– Vos estás a cargo de todos tus amigos – le ordenaron a uno.

Estuvieron detenidos hasta las tres de la tarde del día siguiente. A cinco de ellos les imputan resistencia a la autoridad. A otros tres, hurto. ¿De qué? De las gomas que quemaron. “El hombre de la gomería dijo que le robaron. Es un típico apriete de la Comisaría. Él les había dicho que se llevaran las que tenía de descarte pero luego los policías lo amenazaron: si no decía que lo habían robado, no trabajaba más”, dijo a Cosecha Roja Adriana Thevenon, abogada de la familia de Marcos. Las tres causas (resistencia a la autoridad, hurto y homicidio) están en el Juzgado de Garantías 3 de Marcelo Goldberg y a cargo del Fiscal Ariel Rivas.

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Marcos se crió en las calles del barrio La Cañada. La mamá trabaja más de la mitad del día en un lavadero industrial. El papá murió cuando él tenía 2 años y nunca se supo qué pasó. Según el padrino, también fue un caso de violencia institucional a fines de los noventa. El hombre trabajaba como mecánico y cuando los clientes demoraban en ir a buscar las motos, él las usaba sin papeles: eso sirvió de excusa para la versión policial lo catalogara como robo y no investigara el disparo en la cabeza que le dieron a la salida del bar Acuarela.

Marcos no terminó la primaria, tuvo una hija hace 7 meses y vivía boyando entre la casa de la novia y la de la mamá. No le copaba hablar demasiado de su cosas. “Yo cuando podía charlaba, le daba un paquete de cigarros para que no bardeara. Tenía fuerza de voluntad pero sin laburo es muy difícil rescatarse”, contó Pablo. A veces hacía changas de albañilería que le pasaba un amigo paraguayo, el mismo que pagó el entierro cuando -seis días después del asesinato- a la familia le entregaron el cuerpo.

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Según el informe del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), en lo que va de 2015, 80 personas murieron en manos de agentes de las fuerzas de seguridad en Buenos Aires y el conurbano bonaerense. En el 68 por ciento de los caso, los oficiales estaban fuera de servicio.