022Por Anita Aliberti y Tomás Lluna

Una chica bajita de pelo corto y anteojos se apura a cortar la calle 9. Los conductores, impacientes, tocan bocinazos, insultan. Una señora abandona la columna y se para al lado. La chica de pelo corto ofrece su mano a la señora, sin dejar de sostener un cartel de cartón que dice Vivas nos queremos. Como un acto reflejo dos mujeres más que no se conocen se suman, formando una cadena humana para que al menos 30 mil personas de la Primera Marcha Nacional de Mujeres en La Plata puedan seguir avanzando.

“Las mujeres ya no nos callamos, salimos a denunciar, respondemos”, dice Clara Maidana. Tiene 24 y es presidenta del Centro de Estudiantes de la Facultad de Humanidades de la UNLP. Para ella, la marcha es un hito: “no es casual que se de a una semana del Encuentro Nacional de Mujeres”. La policía reprimió con balas de goma y gases lacrimógenos en el cierre del ENM en Rosario. Ese mismo día, Lucía Pérez de 16 años, fue violada por dos hombres en Mar del Plata. La empalaron hasta que murió de dolor. Los asesinos lavaron el cuerpo, la vistieron con ropa limpia y la llevaron a una guardia. Al caso de Lucía se suman otros 18 en lo que va del mes: un femicidio por día.

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Martina tiene 16, como Lucía Pérez. Cuando se enteró del crimen, pensó: ‘hay que salir a luchar’. Cursa el último año en el colegio Nacional y marchó junto a la mayoría de los varones del curso. Ella y sus compañeras intentan educarlos en género: “les explicamos qué es la violencia más allá del femicidio, que el piropo es una falta de respeto y nos escuchan, ya no lo hacen”.

―Somos las nietas de las brujas que quemabas, por eso nos vinimos incendiadas.

Cientos de mujeres cantan y bailan bajo la lluvia, la mayoría está de negro, una de las consignas de la marcha: el luto. Mirtha mueve una bandera que dice Justicia por Lucía al ritmo de la canción. Tiene 63 y la lluvia chorrea por la bolsa de consorcio que usa como rompevientos. “A partir de esto, las cosas no pueden ser iguales”, dice.

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Una piba pinta con rojo la persiana de un comercio de diagonal 74: “Sin justicia, hay escrache”. Más adelante, se leen otros pedidos: “basta de justicia patriarcal”, “furia feminista” y “aborto legal en hospitales”. El Paro Nacional de Mujeres se votó en una reunión de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) en Buenos Aires. Al igual que #NiUnaMenos, se viralizó en las redes sociales hasta alcanzar 154 ciudades de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa. En La Plata convocó a más del doble de personas que la marcha del 3 de junio.

Lorena Galle marchó con Las Rojas. Es tía de Micaela, la nena de 11 que fue asesinada a golpes y cuchilladas en el cuádruple femicidio de La Loma en 2011.  Cuando se enteró del femicidio de Lucía, lloró como si se tratara de su propia hija. “La marcha de hoy fue a corazón abierto, gritamos por todas las que murieron. Hicimos historia, esto no se borra con nada, esto queda para siempre”. El 14 de mayo apelaron la sentencia que el año pasado absolvió al “Karateka” Martínez, ex novio de Barbara, mamá de Micaela. A pesar del fallo judicial, Lorena sostiene que él es el autor intelectual y material del femicidio de su sobrina, la mamá y la abuela.

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Cristian Prieto es feminista y fundador del Colectivo de Varones Antipatriarcales. Fue a la marcha con un grupo de amigos, todos con el pañuelo verde de la Campaña Nacional por el Aborto. Hace años que milita contra el patriarcado pero no le parece que hoy pueda opinar sobre la marcha. “Las compañeras no nos pidieron que no marchemos, nos pidieron que nos corramos de escena, que dejemos el protagonismo por un día”.

Para Clara, cuando las mujeres dan un paso los hombres tienen que retroceder. “No les gusta, se nota en las represalias. Hay un debate sobre si hay que educarlos o si ya están en condiciones de bancarsela y aprender”.

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Fotos: Fabián Aguilar Restrepo